Como se dice popularmente, los astros se alinearon en este comienzo de año para que el presidente Duque definiera y comunicara efectivamente un área vital para el país, la seguridad y defensa, asunto que había dejado en segundo plano y que ahora felizmente la pone como eje central de su gobierno, tal como fue en el gobierno de Uribe. Tres eventos hacen positivamente que el gobierno Duque obtenga una calificación de excelente, en uno Duque ha sido consistentemente coherente, en dos se realineó, luego de un paréntesis de dubitación.
En primer lugar, su política frente a la tiranía comunista venezolana. Desde senador, Duque ha sido uno de los pioneros de la política de lucha por la democracia en Venezuela, que ahora se está ejecutando. Presentó hace un tiempo la demanda ante la CPI contra Maduro por violación de los derechos. Aun antes de posesionarse, tomó este problema como uno de los ejes de política exterior de su gobierno, ha encabezado los esfuerzos a nivel internacional, para tener una política internacional de acorralamiento del régimen de Maduro, y ahora está a la cabeza del plan de ayuda humanitaria al vecino país. ¡Bravo, presidente Duque!
El segundo eje ha sido la acción contra los grupos criminales que con diferentes eufemismos son llamados en la jerga institucional, pero que en la práctica son las guerrillas comunistas de las FARC y el ELN y los carteles puros de droga, como el clan del golfo. Tras unos cuatro meses de inacción al respecto, con el cambio de cúpula en la fuerza pública, se ha venido ejerciendo una tenaz estrategia de lucha contra esos grupos, con loables resultados en la captura o aniquilamiento de los principales cabecillas (bueno algunos, no los más fuertes, que son el secretariado de las FARC, que continúan siendo el cartel más grande de droga en el mundo, pero ahora amparados legalmente por el acuerdo Santos-Timochenko, que les asegura impunidad y continuidad en el negocio ilícito) del narcoterrorismo. Con la publicación de los principales buscados por delitos infames de líderes de esos grupos, se está ejerciendo eficazmente la política “el que las hace las paga”, dándole un nuevo aire a la lucha contra la delincuencia.
Finalmente, Duque logró coronar con broche de oro con su presentación de la “Política de Defensa y Seguridad”, que será objeto de análisis en el próximo artículo, pero que en resumen es un fructífero regreso a la Política de Seguridad democrática de Uribe, que tanto habíamos pedido, obviamente, con los ajustes y tintes propios que las circunstancias actuales ameritan.
Como Duque lo afirma en la presentación del documento: “Fui elegido presidente de la República con el compromiso de fortalecer el imperio de la ley, el ejercicio legítimo de la autoridad y la vigencia de los derechos y las libertades de los ciudadanos”. Con ese propósito es que presenta esta meritoria política. En un feliz giro de 180 grados frente a la política de sumisión de Santos ante la ilegalidad, Duque sentencia: “La base del derecho a la paz es la vigencia de la Constitución y el ejercicio legítimo de la autoridad, no la justificación del crimen”. Especifica Duque el regreso a la Seguridad Democrática de Uribe, en contraposición a la traicionera actuación de Santos, cuando afirma que “las instituciones democráticas no se pueden igualar a las organizaciones delincuenciales y bajo ninguna circunstancia se puede renunciar a la obligación constitucional de proteger a los ciudadanos y doblegar a los criminales. Cero ambigüedades en la lucha contra los violentos y en la supremacía del orden jurídico, es el punto de partida”.
Tres elementos sobresalen en esta política: 1) la colaboración ciudadana, enfatizando que la seguridad es tarea de todos (siendo este elemento una modernización y mejoramiento de los planes de la Política de Seguridad Democrática de Uribe); 2) la modernización tecnológica de los instrumentos de esa política (también incipientemente realizada por Uribe, con la incorporación de redes de colaboradores cívicos por medio de celulares) y 3) algo realmente novedoso, “calificar el agua, la biodiversidad y el medio ambiente, como interés nacional principal y prevalente. Es la primera vez que una política de esta naturaleza reconoce a tales recursos como activos estratégicos de la nación, en un contexto de escasez y de eventuales conflictos internacionales por su control. Su protección se convierte en objetivo principal frente a los factores que depredan la riqueza hídrica y destruyen la naturaleza”.
Concluimos, pues, resaltando la importancia de este giro de Duque, los acontecimientos lo obligaron a rectificar en sus iniciales intentos de colocarse en una política de flexibilidad ante el narcoterrorismo, en búsqueda de su anhelado proyecto de trascender la polarización y buscar el apoyo de un inexistente centro, Colombia está dividida en dos flancos: los que apoyamos rotundamente la democracia, el Estado de Derecho y la institucionalidad republicana y los que atenten contra estos principios abierta (los narcoterroristas) o solapadamente (los que con sofismas de argumentos jurídicos o de derechos humanos defienden sin decirlo abiertamente a los narcoterroristas). No importa cómo se les califique, la realidad es esa. Con esta Política de Defensa y Seguridad, Duque institucionaliza como eje de su gobierno la política de la defensa de los primeros contra los segundos. Esto es un regreso a la Seguridad Democrática y por eso le decimos: presidente Duque, excelente.