En medio de la tormenta que sacude la estructura unitaria que se concibió para articular esfuerzos con el propósito de defender los derechos humanos de los venezolanos, nos despertamos el pasado jueves con la buena noticia de que se nos distinguía con el Premio Sárajov, importante distinción otorgada por el Parlamento de Europa.
Se trata de un reconocimiento para la Libertad de Conciencia y los Derechos Humanos, bautizado en honor del científico y disidente soviético Andréi Sájarov, y desde su creación, en 1988, han sido galardonados, entre otros, Nelson Mandela, Malala Yousafzai, Damas de Blanco (Cuba), Reporteros sin Fronteras, Asociación Bielorrusa de Periodistas, Oswaldo Payá (Cuba), Xaxana Gusmão (líder pacifista en Timor Oriental), Alexander Dubček (considerado líder propulsor de la llamada Primavera de Praga-Checoslovaquia), Aung San Suu Kyi (activista de los derechos humanos en Birmania).
Es uno de los premios más importantes a escala internacional, tanto por quien lo otorga (Parlamento Europeo), como por la significación de quienes lo han recibido. Al enterarme llamé a Antonio. Iba camino a Toronto (Canadá) a participar en el foro organizado para tocar la crisis venezolana, y aun a sabiendas de que lo despertaría –eran las 4:00 de la madrugada en Caracas–, quería compartir la noticia que, al dársela, lo conmovió mucho. Hizo unos segundos de silencio, pensé que se había interrumpido la comunicación y luego entendí que estaba emocionado, pero por pensar en los héroes que han dado su vida en estos 19 años de batalla cívica, y fue cuando me dijo: “Bien sabes, mi amor, que Dios me ha dado ya el premio de seguir vivo, ese premio debe ser para los escuderos, para los héroes que han ofrendado sus vidas luchando por la vida de la democracia venezolana”.
No debe haber lugar a dudas de que el caso Venezuela gira a diario por todos los rincones del mundo. Que es noticia renovada por los hechos insólitos que protagoniza un Estado fallido, porque eso es lo que acorrala a Venezuela, un régimen que viola la Constitución y las leyes, para maltratar a su propia ciudadanía que se ha visto forzada a pelear “hasta con los dientes” para defenderse a sí misma de los ataques desmedidos de las camarillas que están equipadas y formadas para reprimir sin piedad a todo aquel venezolano que ose disentir de la mal llamada revolución. Por eso el Premio Sájarov es para esos millones de exiliados que sufren sin dejar de pensar en que deben sobreponerse a la nostalgia y hacer algo, cualquier cosa, lo más simple, lo más elemental, para no dejar que se desvanezca su esperanza por liberar a Venezuela. Ese premio es para los abuelos que han marchado, que han tragado “gas del bueno”, como lo llamaba Chávez sarcásticamente, cuando ordenaba dispararles bombas lacrimógenas a los estudiantes que son también merecedores de este galardón.
Ese premio es para los comerciantes, para los agricultores y ganaderos robados, una vez que les asaltaron sus predios y sus negocios pisoteando las reglas del juego y por eso hasta la fecha a casi todas esas víctimas de las mal llamadas expropiaciones, no les han reivindicados sus derechos patrimoniales. Ese premio es para los trabajadores de Pdvsa, los que fueron expulsados vejatoriamente de la empresa que formaron y elevaron a las alturas del prestigio que deslumbró al mundo. Es para los artistas, deportistas, profesionales, obreros, editores y periodistas que con valor se atreven a buscar la noticia en medio de salvajes atropellos. Ese premio es para las miles de víctimas de la violencia que han perdido la vida, pero que hoy recordamos jurándoles que seguiremos esa senda donde cayeron abatidos porque las balas, las metras, los bombazos arteros interrumpieron su paso. Este premio es para homenajear a los torturados, a los que están presos, sin excepciones, a los que están sometidos a régimen de presentación semanalmente ante jueces que forman parte de un entramado corrompido. Este premio es para la dignidad de los venezolanos que no se han doblegado, los que no se han puesto de rodillas, los que no han traicionado el resultado del plebiscito celebrado el pasado 16 de julio y por cuyo cumplimiento no cesaremos en esmerarnos a costa de lo que sea.