Aún en los momentos más terribles, esos donde golpea la precariedad o arrecia el peligro, la memoria siempre será uno de los músculos vitales de cualquier sociedad. Bien sabemos que no puede existir una nación sin memoria, sin una historia real. De ahí que destruir, tergiversar, manipular la historia y la memoria colectiva, sea uno de los propósitos principales de los regímenes totalitarios, y sin lugar a dudas una de sus armas más efectivas, en la que sus gendarmes se afanan burda y meticulosamente las 24 horas.
Es una pena que varias generaciones de cubanos (no solo los que viven en la isla sino también muchos de los que han escapado en este larguísimo proceso de represión y éxodo continuos) tengan y mantengan una visión adulterada del devenir de su país. Un fenómeno habitual en las dictaduras, pues simplemente es su naturaleza, su mecanismo, su efecto. Un artefacto infame que los Castro han construido y cuidado, con hábil perversidad, durante casi seis décadas.
La historia de Cuba que buena parte del mundo cree como verdadera es simplemente una historia falsa, un discurso ideológico repleto de destierros, trampas, invalidaciones y silencios. Desde sus inicios la llamada “revolución cubana” ha trocado a su favor los hechos históricos, borrado nombres de protagonistas, falseado innumerables situaciones y colocado a los culpables en el lugar de las víctimas y viceversa. Una larga empresa enfermiza que, por desgracia, mientras más dure, más difícil será de sanar.
Las históricas maniobras del castrismo para demoler y reescribir la historia deben ser entendidas y condenadas como uno de sus tantos crímenes de lesa humanidad. Hablamos de un rancio ejercicio que desde 1959 se dicta cada día, como verdades absolutas, adoctrinando a todos, desde la educación (malformación habría que decir) infantil hasta las universidades, desde las organizaciones de control y coacción social hasta todos los medios de comunicación, desde las ciudades y barrios más olvidados hasta entidades internacionales que continúan avalando con asesina discreción, miopía o confabulación la más larga dictadura del hemisferio.
Es triste comprobar que aún a muchos les cuesta comprender que el castrismo es un engendro peligroso, siempre amenazante, una vergüenza para las democracias. Con la etiqueta del socialismo del siglo XXI (dictaduras vulgarmente disfrazadas de sociedades libres y gobiernos democráticos) el castrismo sigue envenenando al mundo con la peor de las ideologías, que ya ha cumplido 100 años de mal continuado, permitido, solapado, pasado por alto cuando realmente es el mayor de los peligros sociales, económicos y culturales a los que se enfrenta el futuro de la humanidad. Pero al parecer la humanidad persiste en hacer caso omiso, en justificar lo injustificable, en olvidar. Y profundamente se equivoca.
Precisamente contra el olvido, contra la adulteración de la historia, contra el odio y la crueldad que hay detrás de la máscara de dictaduras como la castrista, es que un grupo de periodistas y productores de Radio y Televisión Martí han realizado el documental Alas de libertad, ganador del premio Emmy regional (para sorpresa de muchos, pues estos temas no suelen ser muy divulgados, mucho menos premiados) que otorga anualmente la Academia de Televisión estadounidense. La edición 41 del Annual Suncoast Regional Emmy Awards, celebrada en la ciudad de Orlando, reconoció la creación de medios de comunicación de Florida, Puerto Rico, zonas de Luisiana, Alabama y Georgia.
La columna vertebral de este documento audiovisual, dirigido por Álvaro Alba y Christina Sanson, son los testimonios de algunos de los pilotos que el 15 de abril de 1961, a bordo de bombarderos B-26 de la Fuerza Aérea de la Brigada 2506, efectuaron un ataque (de intensión sorpresiva y que se suponía tendría varias fases durante tres días) contra tres aeropuertos cubanos como parte de la invasión a Bahía de Cochinos.
Las entrevistas a los protagonistas del documental y de aquella “cruzada aérea”, como resaltan sus realizadores, fueron filmadas en el Museo de la Brigada 2506, con sede en Miami, donde se conservan con fervor histórico, patriótico y nostálgico una importante cantidad de documentos, uniformes, armas, fotografías y diversos artículos de los brigadistas que pusieron todos sus esfuerzos y esperanzas en esa fallida acción heroica por la libertad de Cuba, algo que ha sido el centro de sus vidas y su mayor anhelo, aún no conseguido. Aún dolor, carga pesada, frustración, utopía.
Vale citar una realidad que Sanson destaca: “Por cuestiones de edad los pilotos están desapareciendo y quisimos recoger los testimonios de esos hombres muy valientes, que tuvieron un rol fundamental en la lucha por la libertad. Fue el valor increíble de los pilotos, la dedicación y amor por Cuba y por mantener viva esa historia lo que nos inspiró”.
En las escuelas y los medios de comunicación de Cuba se les llama “mercenarios” a esos cubanos que casi sin entrenamiento militar se lanzaron a pelear contra las fuerzas de la dictadura comunista del Caribe. En el llamado mundo democrático tampoco faltan los medios y las entidades que secundan, como ciervos de la desinformación y el contubernio, la versión castrista de los hechos.
El 15 de abril de 1961, aviones de la Brigada 2506 bombardearon los aeropuertos de Santiago de Cuba, Ciudad Libertad y la base aérea de San Antonio de los Baños. El presidente J. F. Kennedy ordenó suspender otros ataques aéreos planificados para ese mismo día y el siguiente. Apenas 1.000 cubanos de la Brigada lograron desembarcar el 17 de abril de 1961 y pelear en Playa Girón y Playa Larga, en el sur de la provincia de Matanzas, durante 3 días contra casi 100.000 soldados y milicianos del ejército revolucionario, armados con artillería pesada, tanques y aviones de combate.
Todos estos años los sobrevivientes de Bahía de Cochinos han insistido en haberse quedados solos, sin el apoyo norteamericano que esperaban y sin el cual era imposible vencer a unas tropas muy superiores en número y armamento.
Invito a ver el documental Alas de libertad, que era una necesidad histórica, y que sin dudas resulta un emotivo tributo al sacrificio de los pilotos de la Brigada 2506, más de medio siglo después de aquella gesta, cuyas verdades aún desconocen cubanos y no cubanos en los cuatro costados del mundo. Un merecido premio contra el olvido.
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