COLUMNISTA

Porosidad fronteriza

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

Al igual que entre Venezuela y Colombia el límite fronterizo entre los dos países es una línea que ocupa poco espacio en la mente de los habitantes locales, acostumbrados a desempeñarse en cualquiera de los dos lados con toda facilidad; de esa misma manera entre China y Corea del Norte los lugareños ven la tierra vecina como una extensión de la propia. La gran diferencia radica en que el paso de aquella línea divisoria está cerrado y la vigilancia que los gobiernos chino y norcoreano ejercen sobre ella es realmente intensa y eficiente.

China la controla con fiereza porque durante la última década más y más jóvenes norcoreanos intentan abandonar la tierra en que nacieron, para tratar de abrirse paso en las muchas tareas que hay por desarrollar en Dandong, del lado chino, donde se halla el más importante centro de actividad económica de la región. Este, además, resulta ser el eje del comercio exterior de Norcorea, toda vez que, desde los centros de intermediación allí asentados, se maneja una tercera parte de todo el comercio del país hacia los mercados externos saliendo por la bahía de Corea. Tan importante como ello es que, a través de las centrales de comercio bilateral, por Dandong pasa cerca de 80% de los intercambios que se efectúan entre China y su vecino.  

Dandong es, pues, un imán para todos aquellos jóvenes y profesionales con futuros inciertos en el lado sur de esa frontera. La falta de libertades, las limitaciones económicas y la ausencia de oportunidades de crecimiento personal, además de las obligaciones militares impuestas por el régimen de Pyongyang –una década de servicio militar obligatorio para cada súbdito– determinan que las nuevas generaciones vean esta frontera, y particularmente a la ciudad de Dandong y a su puerto como una verdadera meca.

El asunto de la migración a través de una frontera prohibida como la que nos referimos no está exento de riesgos. Más bien hace falta mucho arrojo para decidirse a atravesar la línea limítrofe e instalarse del lado chino, pues, a pesar de que muchas veces las autoridades del norte se hacen la vista gorda frente a estos “refugiados”, la ley no se encuentra de su lado y viven con la amenaza de ser deportados a su país de origen. Las sanciones que deben enfrentar en el lado norcoreano son atroces, pudiendo llegar hasta la ejecución, si las autoridades piensan que hay elementos de traición política involucrados. La emigración sin permiso es considerada en su capital un acto de carácter criminal.

Cuando en la hora presente las potencias mundiales plantean la necesidad de que China solidariamente intensifique sus sanciones a Norcorea, para hacer contrapeso a la política de amenazas misilísticas de Kim Jong-un, este país debe enfrentar el serio peligro de emigraciones ilegales masivas, desordenadas y muchas veces corruptas, provenientes del norte de Norcorea. El manejo de tal distorsión es complejo desde el punto de vista político bilateral, pero igualmente desde la óptica humanitaria global.

En este momento son varios cientos de miles los ciudadanos detenidos y encarcelados del lado norcoreano como consecuencia de las deportaciones chinas, un tema que le ha valido al gigante de Asia severas críticas por la violación de las normas internacionales de trato a los refugiados. Lo último que China aceptaría es el deterioro del ambiente social y económico de uno de sus principales puertos, que sería ocasionado por la inconveniente porosidad de su frontera.