“Corresponde a la Asamblea Nacional: Autorizar el empleo de misiones militares venezolanas en el exterior o extranjeras en el país”. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, artículo 187 # 11.
La responsabilidad de proteger es un compromiso político global apoyado por todos los Estados miembros de las Naciones Unidas en la Cumbre Mundial de 2005 para prevenir el genocidio, crímenes de guerra, limpiezas étnicas y crímenes de lesa humanidad. Wikipedia.
La experiencia de estos dos siglos transcurridos desde que Carl von Clausewitz enunciara el primer principio de la guerra –ser la continuación de la política por otros medios–, y un siglo desde que Carl Schmitt desvelara las razones –la política es, en esencia, el enfrentamiento amigo-enemigo–, el orden de los términos sería invertido sin que ni la guerra ni la política sufrieran el menor menoscabo: la política resultó ser la continuación de la guerra por otros medios.
Detrás del poder está la espada y de cada monarca un “soldier of fortune”, un mercenario. Fue la conclusión que Voltaire extrajo e incorporara a su diccionario filosófico. Las crisis despellejan las máscaras ideológicas y dejan las realidades al desnudo. Y si los aventureros, asaltantes y mercenarios, como Nicolás Maduro, no conocen otra forma de hacer política que declarar la guerra y blandir la espada, sus víctimas estarán condenadas a muerte hasta tanto comprendan que les llegó la hora de asumir el envite y acoger el llamado de la violencia mortífera, el terror y la guerra. O serán pisoteadas de manera inclemente. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, lo acaba de definir de manera taxativa: si los venezolanos no sacan las garras, los espera la muerte.
La cacareada guerra asimétrica detrás de la cual el mercenario mayor, Hugo Chávez, ocultara su decisión de atropellar, aniquilar y devastar la patria que jamás reconociera como suya, ha terminado desvelando su más íntima verdad: es la guerra de la delincuencia organizada, del lumpen gansteril, de los bajos fondos del crimen armados hasta los dientes por el Estado criminal, terrorista y narcotraficante, con el específico encargo de hacer tabula rasa con dos siglos de historia republicana. Venezuela, por orden de Fidel Castro, ha estado en la mira de la devastación desde el mismo 1 de enero de 1959. Cuarenta años después, la política, en Venezuela, dejó de ser la forma culta y civilizada que mal que bien venía siendo la norma dominante de la política nacional para enfrentar y dirimir los conflictos entre los distintos factores de poder para degradarse hasta convertirse en la degollina del malevaje mafioso, pandillero y uniformado contra la civilidad republicana.
He allí la asimetría: mientras las tropas mercenarias del castrocomunismo han pervertido toda forma de hacer política a mero pretexto para dilatar, postergar e inutilizar los habituales mecanismos de la política –el diálogo, la negociación, el entendimiento, el acuerdo–, las fuerzas políticas opositoras se han ido desgastando y sometiendo hasta convertir su accionar y sus resultados en mero simulacro. El resultado final es esta absurda superposición de dos presidencias: la factual, de Maduro, odiada y rechazada por la inmensa mayoría ciudadana, aunque plenamente respaldada por los señores de la violencia y la guerra –generales y pranes, delincuentes y soldados, tanques, metralletas y cuchillos–, dueños del derecho a la vida y la muerte de los ciudadanos, de una parte; y la reconocida como legítima y democrática por esa misma e inmensa mayoría ciudadana y más de medio centenar de las naciones del orbe, legítima, institucionalizada y respetada, representada por el presidente de la Asamblea Nacional, diputado Juan Guaidó.
Representan ambos factores en lisa la legalidad y la legitimidad, de una parte, contra la violencia, el crimen y la ilegalidad, de la otra. La Razón contra la Fuerza Bruta. La Legalidad contra el Crimen. El Orden contra el Caos. La Vida contra la Muerte. Eros y Tanatos, el amor y la muerte, en definición del filósofo germano-norteamericano Herbert Marcuse.
No es la primera ni será la última vez que en la historia de los pueblos se confronten las fuerzas del Bien contra las del Mal. Es la esencia de la historia, metafóricamente descrita en los orígenes de nuestra civilización por el bíblico enfrentamiento de Caín y Abel. Si bien siempre travestida por pulsiones inversas: el mal travestido de bien, apelando al odio, al rencor, a las pulsiones destructivas empujadas al abismo por el engaño y la estafa diabólica de la utopía.
Toda esa ferretería justificatoria de la amputación, el asesinato y el suicidio han desaparecido del escenario venezolano. La pandilla que dirige Maduro desde las alturas del poder no tiene otro discurso que el del odio, el rencor, el exterminio, la devastación. Su esencia asesina está a la vista de todos: “el rey está desnudo”. Y mientras cacarea contra el imperialismo, le ha entregado nuestra soberanía al imperialismo cubano y su defensa al imperialismo ruso y al imperialismo chino. Legitima y protege el asesinato de nuestros niños, ancianos, mujeres y pobres de solemnidad con aviones y submarinos rusos y con barcos y aviones chinos.
¿Cómo habríamos de defendernos sin el auxilio solidario de las naciones que comparten nuestra existencial forma de vida, la libertad y la democracia? Imposible. Hemos sido llevados al cadalso. Solo un llamado de auxilio, legitimado por las únicas instituciones legítimas que sobreviven en medio de la hecatombe, la Asamblea Nacional y el presidente interino, pueden destrancar esta siniestra encrucijada. Por eso, el 187 # 11. Debemos invocar la responsabilidad de proteger. Y estar dispuestos a asumir la guerra con todas sus implicaciones, tal como lo ha señalado con su habitual lucidez y sentido de la responsabilidad histórica nuestro amigo Luis Almagro: “Si los venezolanos no toman acciones contundentes, quedarán condenados a repetir la historia cubana”.
A la guerra se responde con la guerra. O la hecatombe asumirá proporciones dantescas.
@sangarccs
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