COLUMNISTA

Por un país sin presos políticos

por Pablo Aure Pablo Aure

Históricamente uno de los rasgos de cualquier sistema autoritario que controle el poder, es la acumulación de presos políticos que son juzgados por cualquier delito, aunque en el fondo el único crimen que han cometido es pensar distinto al régimen. Buscan disfrazar las acusaciones, aunque para todos está clara cuál es la intención.

En el caso del conflicto venezolano la dimensión exacta del tema de los presos políticos, supera por mucho las detenciones de figuras emblemáticas de la oposición como Leopoldo López, Manuel Rosales o Antonio Ledezma. Tiene que ver con más de 100 personas que permanecen detenidas en las oscuras mazmorras de la revolución. Pero además se relaciona con varios miles que están sometidos a medida judiciales injustas.

El Gobierno en su intención de criminalizar a la disidencia democrática ha venido aplicando un sistemático y maquiavélico plan para encerrar a muchos venezolanos, incluso en su mayoría sin ninguna filiación política con el objetivo de enviar un mensaje para que la población se intimide y no reclame ante la crisis.

No se trata sólo se liberar a importantes líderes partidistas, sino de liberar a decenas de personas que siguen detenidas en los calabozos del régimen o en el mejor de los casos están sometidas a medidas judiciales de presentación. En este último caso las cifras se elevan a niveles de escándalo.

En democracia la disidencia no solo es un derecho político, sino también un síntoma de la salud del sistema democrático. Mientras más oposición existe, más controles se imponen sobre el trabajo gubernamental. Mientras más discusión entre personas con distintas ideologías, mejor funciona la comunicación política.

Pero en Venezuela pensar distinto es un crimen. En Venezuela ser parte de la oposición es un delito que atenta contra la revolución. En Venezuela la disidencia ciudadana es un objetivo al que deben aplastar. Para la neo dictadura venezolana sólo existe un objetivo: construir una hegemonía total.

Más allá de los errores que el ciudadano pueda achacarle a la MUD, nos siguen uniendo varios objetivos comunes. Uno de ellos es la libertad de los presos políticos. No sólo queremos una Navidad sin presos políticos, sino que debemos construir una democracia en la cual no existan visos de la criminalización de la disidencia. El cambio sigue siendo inevitable.