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Política y políticos 0,0

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No es del todo cierto que los países exitosos y que forman parte de la economía real lo sean solo porque han acertado en las políticas que han formulado y desarrollado a lo largo del tiempo o porque, además, han contado y cuentan con políticos preparados, capaces de comprender los cambios que el mundo de hoy experimenta.

¡No, eso no es cierto!

El pragmatismo es una de las características de la política y de los políticos de los países exitosos en la economía de la innovación. Fundamentalmente en los países escandinavos y algunos otros países europeos, como es el caso de Alemania, las decisiones políticas y económicas están plenamente fundamentadas con base al mundo real objetivo; que no es otra cosa que el manejo eficiente y verificación del conjunto de información que versa sobre la situación real y del futuro. El éxito económico de estos países está en la capacidad política de arriesgar en desarrollar acciones sobre las tendencias frente a las nuevas tecnologías, y al mismo tiempo en la capacidad de poder establecer políticas que integren nuevos modos de convivencia social y que atiendan las demandas sociales en su conjunto, incluyendo los problemas relacionados con la inequidad y la exclusión social.

No se equivocaron aquellos como Charles Sanders Peirce, John Dewey y William James cuando en el siglo XIX y desde una visión filosófica coincidieron en afirmar que solo es verdadero lo que funciona, refiriéndose al pragmatismo. Se trata, también, de poder analizar la realidad con base a las consecuencias de alguna acción, rechazando todo intento de abstracción que derive del abuso intelectual, cuando se trata de definir el significado real de las cosas y los hechos.

En política, muchas veces, se suele hablar de pragmatismo cuando en verdad lo que sucede es que las decisiones políticas están basadas en prejuicios y menos en la observación de las consecuencias reales.

Pero todo esto no queda aquí, el pragmatismo también es capaz de formar parte de la vida social de un país. El pragmatismo puede definir el carácter social de una sociedad y en consecuencia, puede incentivar el carácter crítico de sus individuos. Esto implica que las orientaciones políticas en la educación, la cultura y la economía pueden estar impregnadas del carácter pragmático. No es casual en estas sociedades –y esto es asunto de la vida cotidiana– que si uno, por ejemplo, hiciera una pregunta relacionada con la adquisición de algún producto, una muy probable respuesta sea sí 100%, o sea no 0,0%. ¡Allí queda todo!

Los países que forman parte del concierto de la economía real actúan en modo 100% o 0,0%. Y es que la innovación pareciera que no es posible si se separa del pragmatismo. Los cambios tecnológicos lógicamente no plantean una regresión a la sociedad del pasado y tampoco –a diferencia de la opinión de algunos expertos– plantean una transición en el sentido estricto de la palabra, que lleva a una sociedad en un período determinado a un estado diferente o mejor del anterior. Los cambios tecnológicos están afirmando que todo lo que el conocimiento detecte es posible llevarlo a la práctica y ello generará más temprano que tarde cambios en la economía, la política y la sociedad. El cambio tecnológico es un hecho, es un proceso concreto que no es posible idealizarlo. Comprender esta realidad y poder actuar sobre ella requiere tanto de inteligencia política como de gobiernos inteligentes para desarrollar acciones en corto, mediano y largo plazo aunque ello implique altos riesgos de inversión.

Así las cosas, uno puede inferir y en muchos casos uno puede reafirmar, que tanto el tránsito como la adaptación a los nuevos códigos de la economía han sido posible en ociedades preparadas culturalmente; sociedades con una cultura política basada en la obtención y el uso del conocimiento.

No parece ilógico pensar que la abstracción y la improvisación –que no son cualidades del pragmatismo– sean también las causas de la incapacidad de muchos países de pertenecer a la economía de la innovación. Y una muestra de ello es pensar que la innovación es posible en el contexto de sociedades poco productivas y poco eficientes en el uso del conocimiento. En estas circunstancias, hablar de futuro desde la política es el símbolo más elocuente de la ignorancia.

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