COLUMNISTA

La política como profesión

por Juan Carlos Pérez-Toribio Juan Carlos Pérez-Toribio

Pocas veces se ha encontrado el país en un momento tan crucial como el que vive actualmente. Aunque muchos dirigentes opositores al régimen nos tengan acostumbrados a acciones que nunca terminan dando resultado por no estar enmarcadas dentro de una estrategia política clara, lo que ha creado una prolongada desesperanza entre la población –que reiteradamente y por tal motivo, los ha terminado tildando de colaboracionistas–, esta vez no podrán zafarse tan fácilmente de su obligación de desplazar a los que usufructúan el poder y asumir definitivamente las riendas del Estado. Los países latinoamericanos parece que se han cansado de los daños colaterales del chavismo y de que sus territorios se llenen de refugiados y desplazados venezolanos. En una clara ofensiva diplomática, prácticamente todos los países americanos han dado muestras de que no están dispuestos a soportar un día más la inestabilidad que provoca esa avalancha, por lo que están obligando a dicha oposición a que asuma definitivamente la misión para la cual fue creada originalmente.

Esta vez parece no haber excusas de ningún tipo. Si las sanciones internacionales a destacados personeros chavistas –así como la actitud de algunos líderes extranjeros que defendían la ayuda humanitaria– pudieron ser interpretadas en ciertos momentos como una ofensiva contra el país entero y calificadas de injerencistas, ya nada de esto es posible. La oposición no se enfrenta ahora a los consejos de los “Think Tank” radicados en Miami ni a los tuiteros rebeldes. Organismos como la OEA, el Grupo de Lima y la UE quieren que actúen y no están dispuestos a oír el burlón llamado al diálogo que ha servido en más de una ocasión para insuflarle aire al régimen. Aspiran a que esa oposición, más allá de esperar los tiempos de Dios, se haya preparado realmente para la toma del poder y no solo actúe hasta donde lo permitan sus intereses y la convivencia con el régimen. Eso ya no parece ser posible. Se acabó. No más. C’est fini!

A principios de 1919, Max Weber dio una conferencia en una asociación de estudiantes del convulsionado Munich de la época, que posteriormente sería publicada en forma de ensayo, titulada “La política como profesión” (“Politik als Beruf”). Allí, además de exponer el delicado equilibrio que debían seguir las acciones del político entre lo que le exigían los fines que decía perseguir, por una parte, y su ética personal, por otra, nos dejaba dicho también que la profesión política es sumamente dura, que dista mucho de la práctica religiosa y de la salvación del alma, y que cuando la escogemos debemos aceptar todos sus riesgos y consecuencias. Esto viene a cuento porque el mundo entero tiene ahora puesto sus ojos sobre nuestros políticos a tiempo completo. Está en ellos demostrar que saben algo más que ir a los medios de comunicación y otorgar entrevistas.

Muchos de nosotros sabíamos que la política no se reducía a eso y decidimos, por tanto, escoger profesiones tal vez más cómodas y seguras, pero los que se apuntaron en unas listas y en algún momento decidieron ofrecer sus nombres para dirigir nuestro destino, deben asumir la responsabilidad del momento, aunque esta exigencia a simple vista parezca injusta.

En fin, esperemos que los que se han dedicado a este asunto tan complejo que llaman política y que por tal motivo han sido escogidos en este momento histórico para que sean protagonistas de la trama que vive el país, no se conformen con los 10 minutos de gloria de los que hablaba Warhol y entiendan que de su actuación depende no solo su futuro político sino el bienestar de todos nosotros.