COLUMNISTA

Poesía y totalitarismo

por Rafael Rattia Rafael Rattia

En las sociedades sometidas bajo regímenes autocráticos, uniformizadores, igualitarios compulsivos, los poetas, narradores y ensayistas tienden a “bajar el perfil”, “autoexiliarse” y no pocas veces a censurarse a sí mismos so pena de ir a parar con sus huesos a las tenebrosas ergástulas de dichos regímenes dictatoriales e intolerantes; pues, en las sociedades antidemocráticas como la venezolana la cultura del disenso y la heterodoxia van poco a poco gradualmente siendo proscriptas del imaginario sociosimbólico representacional de lo que sociológicamente se denomina el universo superestructural de la sociedad.

En un poco más de dos décadas de sociedad regimentada, las élites ilustradas constituidas por intelectuales, artistas y escritores, incluyendo a legiones de científicos y técnicos se han visto la imperiosa necesidad de optar por el transtierro y el exilio voluntario o quedarse en la inmensa colonia penal en que la dictadura partidocrática ha terminado por convertir la que fue una de las más encomiables democracias representativas del continente latinoamericano. Ahí donde hasta hace pocos años había pluralismo estético y policromía argumentativa; donde coexistía pluralidad doxográfica y diversidad epistémica con relación al necesario debate y la inevitable discusión y confrontación de cosmovisiones del mundo y de la vida, la autocracia del madurato sórdido y envilecedor.

De todo hay en esta “revolución” de lentejuelas y baratillo; abundan, aunque cada día escasean más, personajillos de la farsa seudoliteraria cuya función arlequinesca hace piruetas léxicas obscenas intentando infructuosamente hilvanar discursos apologéticos que inútilmente se esfuerzan en salvaguardar los últimos rasgos de apariencia de legalidad “democrática” que el régimen tiránico hace esfuerzos por preservar ante el mundo civilizado.

Los poetas filotiránicos han perdido hasta la decencia de la palabra que en otro tiempo les reconoció la sociedad; el antiguo respeto y admiración que les confirieron amplias capas de la sociedad a sus poetas irreverentes e iconoclastas lamentablemente se ha trocado en réproba animadversión social. Es sumamente triste y desconcertante ver caminar por las calles de este país hambriento y desolado a un “poeta o escritor e intelectual orgánico militante de la falange chavo-madurista” despertando toda clase de anatemas y dicterios por parte de las turbas enardecidas por el escarnio. 

Por otro lado, como contrapartida dialéctica que va a contracorriente de la historia oficial y oficialista existe una voluntad creadora que forja otra realidad mediante la forja de otro registro de sentido por la razón sensible a través de la palabra metaforizadora. En las profundidades abisales de la Venezuela preterida por la tragedia nacional en que la ha subsumido el esperpento “bolivariano” una pulsión estética antiautoritaria y antitotalitaria se resiste a la genuflexión. Una terca e insobornable ética intelectual poseída de una irreductible sensibilidad democrática fraguada en décadas de resistencia moral y política sobrevive a los embates del totalitarismo estatocrático. Desde Ossip Mandelsthan, Vaclav Havel, Guillermo Cabrera Infante, Alí Lameda, Sergio Ramírez y un larguísimo e interminable etcétera de poetas e intelectuales que se han enfrentado al abominable Moloch comunista han marcado la pauta de los espíritus espartaquistas irredentos que no se arrodillan ante la opresiva tiranía de raigambre marxista. Por ello afirmo que ser poeta en tiempos de miseria significa levantar estro lírico a favor del ser y contra la cosificación ideológica que hace del hombre un objeto y fin de la propaganda y del adoctrinamiento estatista y estatizador.

Ser poeta en tiempos de totalitarismo uniformizante y colectivista implica situarse del lado del individuo y de sus pulsiones emancipatorias y consecuentemente contra el todo totalitario del Estado comunista que todo lo envilece y marchita.