(In memoriam)
Al clarear del alba
con la débil luz del amanecer
seis hombres y una mujer
embarazada dormían al pie.
Del acantilado con los
ojos abiertos
soñaban con los rayos
iluminadores del astro rey
y preparaban café para
iniciar la nueva jornada
de lucha emancipatoria.
Nadie de los complotados
imaginaba que el beso de
Judas había sido dado
en la mejilla amoratada
del quijote irredento que volaba
pájaros de acero sobre las faldas
del valle de Santiago de León
de Caracas.
Un colibrí malherido se posó
sobre el marco de la ventana
que daba a la sierra de la montaña.
De los juncos doblados
las hienas sedientas de sangre
que piedras por corazón
portan en el lado izquierdo del pecho
volaron en añicos la casa que
abrigaba los sueños del
amanecer estrangulado por las hordas
mefistofélicas cumpliendo órdenes
y contraseñas del Carnicero nacido en el
vecino país que dice dormir plácidamente
como un bebé
y baila salsa casino y guaguancó sobre
el charco de sangre de jóvenes libertos.
Siete estrellas acribilladas a mansalva
por seis centenares de chacales que gritaban
“patria, socialismo o muerte, muerte, muerte…”