El socialismo es mi pastor, el petro nos salvará. El gobierno tiene su nuevo juguete antimperial: una criptomoneda que no es criptomoneda. Con él, como tantas veces hemos oído, le romperán el brazo a Dólar Today. Alguien debería decirle al gobierno que, por cábala, no debe volver a decir eso.
El petro está llamado a ser el nuevo milagro económico en el mundo. No solamente generará las divisas suficientes para compensar el desastre petrolero, sino también parará la recesión que hoy aflige a Venezuela. Al petro nos lo están vendiendo como el gran salvador de la patria. Ya no importa el precio del petróleo (no tenemos producción para gozar de sus aumentos), al parecer, si tenemos petro, tenemos luz.
¿Qué es el petro? Como siempre, el gobierno no ha brindado la información completa. Si bien es cierto que aún falta el famoso “White Paper” que nos explique sus especificaciones, desde el gobierno nos juran que es una criptomoneda, que funcionará con base en la tecnología blockchain, pero que no podrá ser minado por agentes privados; luego nos señalan que tendrá un colateral, también nos dicen que tiene un potencial gigantesco, que servirá para evitar bloqueos y para obtener un financiamiento ilimitado (ataca inflación y desabastecimiento). Esta multiplicidad de funciones me recuerda al Celestodern, cremita que usaba mi mamá para cualquier cosa que nos ocurriera a mi hermano y a mí cuando éramos pequeños (“curaba” desde raspones y picaduras de insectos hasta dolores de cabeza). Falta que nos digan que el petro combatirá la celulitis y las arrugas.
Sin lugar a dudas, el petro tiene limitantes. Quien quiera invertir en ese título debe hacerlo en divisas (con eso 99% de los venezolanos quedan fuera), debe hacer un ejercicio de fe increíble (comprarle títulos de deuda en el mercado primario a un país que está en el medio de un default desordenado) y además no importarle el riesgo reputacional (proveer de dinero fresco a un gobierno que no respeta instituciones, que es cuestionado por irrespetar los derechos humanos y que es considerado por muchos como una dictadura). Adicionalmente y por si fuera poco, gustarle la garantía que respalda el título (reservas petroleras de un país que sufre un colapso en su industria petrolera, la cual cada día muestra mayor incapacidad en recuperar la producción) y no pararle a las advertencias del gobierno de Estados Unidos en torno a que “el petro parecería ser una entrega de crédito al gobierno venezolano, por lo que los estadounidenses que lo adquieran tendrían riesgos legales”. Hay que tener agallas para considerar el petro como una alternativa interesante de inversión.
¿Qué le garantiza que un gobierno que entró en default, que no presenta un plan de renegociación de su deuda, que teniendo las mayores reservas petroleras del mundo es incapaz de mantener niveles de producción petrolera, le vaya a pagar lo que usted invierta adquiriendo el petro o que usted pueda ejecutar esa “garantía”?
Con el petro, el gobierno afirma que “Venezuela entró en el futuro”. Interesante afirmación del único país en el mundo donde se celebra el centenario de la Revolución bolchevique (ni en Rusia), donde se sigue pensando en socialismo como vía de generación de bienestar, que actualmente sufre una hiperinflación, que padece una crisis económica sin precedentes en la región, donde han regresado enfermedades que hacía décadas estaban erradicadas (y que en el mundo ya ni se mencionan) y en el cual se establecen férreos controles para combatir la inflación y la escasez. Osado hablar de un país como ejemplo del futuro, cuando su gobierno hace de todo por estar en la Edad Media.
Hay que ser bastante ingenuo para pensar que resolver los enormes problemas económicos de Venezuela pasa por la creación de un título de deuda, promocionado como criptomoneda, y no por la elaboración de coherentes políticas económicas, respeto a las instituciones y un rescate del sector petrolero.