Cuando yo era niño en mi casa había un perro, se llamaba Compañero; mi padre era comunista. En la casa de al lado había un perro, se llamaba Camarada; el vecino era adeco. Era una forma de echarse bromas adecos y comunistas de la época. En las tardes se reunían, jugaban dominó, se reían y tomaban cerveza. Compañero acompañaba mi larga caminata hasta el colegio y allí me esperaba a la salida, y echando carreras, retozando, regresábamos al hogar. Desde entonces amo a los perros y tengo muchas vivencias con estos seres divinos.
En los pasados días navideños estuve en Nueva York. Cuando voy allí acostumbro a pasar a dar gracias a Dios en la Catedral de San Patricio, inmensa e icónica iglesia de aquella trepidante ciudad, y allí pude ver que en el pesebre, preparado para la ocasión, estaba la mula, el buey y un perro al lado del Niño Jesús; aquello me dio mucha alegría y a la vez gran tristeza al recordar el sufrimiento que padece mi pueblo y también estos inocentes seres, los animales en general, pero en especial “los peluditos”, como son cariñosamente llamados en Venezuela.
Los animales y Dios
La impresión de ver aquella imagen de un perro velando el nacimiento de Jesús me hizo indagar la relación de los animales con la fe católica y he encontrado que en México, también en España, cada 17 de enero se celebra a San Antonio Abad, llamado también San Antón, el santo patrono de los animales y en esa fecha se acostumbra a llevar a bendecirlos en las iglesias. Es historia santa que el santo patrono nació en el Egipto del año 251 y que dedicó su vida a proteger a los animales domésticos.
San Francisco de Asís
El papa Gregorio IX canonizó y convirtió a san Francisco de Asís en el santo patrón de Italia y Juan Pablo II lo nombró santo patrón de la Ecología, todo por el gran cuidado y amor que mantuvo por los animales y la naturaleza; proclamaba que era deber del hombre proteger toda creación de Dios y los llamaba “hermanos”. Es el 4 de octubre la fecha que se dedica a la celebración de este santo, tradición que proviene desde 1929 cuando la Organización Mundial de Protección Animal la señaló para honrar y dignificar la vida de estos seres.
La tragedia animal en Venezuela
Perros, gatos y toda la fauna que acompaña, complementa y sirve al hombre en la vida están padeciendo la tragedia humanitaria que arrasa a Venezuela. La gente no tiene para subsistir y aún así muchos en sacrificio propio comparten un poco de comida con sus perritos, pero también hay quienes optan por dejarlos a su suerte, los echan a la calle en un estado de sufrimiento terrible porque además del hambre no pueden entender cómo es que le han hecho eso, cómo sus familias los han botado. Es la crueldad de un régimen que tiene a millones de hombres, mujeres, niños sufriendo la tortura del hambre y rompiéndoles el corazón al ponerlos a abandonar a sus animalitos que siempre fueron la alegría del hogar.
El caso Ruperta
Y en los zoológicos es dantesco lo que ocurre: los animales presos, enjaulados, no solo mueren de hambre, como ha sucedido y sucede con leones, tigres, conejos, aves. Emblemático fue el caso de la elefanta Ruperta a la que muy jovencita la apresaron en África y la enviaron a Caracas para encerrarla en una cárcel, que para ella otra cosa no fue el Zoológico de Caricuao. Allí debía cumplir la pena de cadena perpetua, en una tierra extraña, alejada de sus padres, de sus congéneres.
Ruperta fue creciendo en esa prisión en condiciones más o menos aceptables. Le daban comida y de vez en cuando la veía un veterinario que le prescribía medicamentos para librarla de enfermedades. Ella sabía si era fin de semana porque el lugar se llenaba de gente que iba a verla, sobre todo niños que le hablaban, le sonreían y hasta le lanzaban cambures o pedazos de pan que tomaba con displicencia porque sus carceleros le daban raciones de verduras y otros de los alimentos propios para ella. Sobre todo los domingos, Ruperta se contentaba porque la bullanguera muchachada de colegiales le rompía el aburrimiento de la solitaria semana, pero… llegó la revolución.
A sus 46 años, que no son muchos para su especie, ella entró a estado de muerte por desnutrición. No le daban comida, tampoco sus medicamentos. La gente recolectó para llevarle y el gobierno negó permiso para que se le diera; es el mismo falso orgullo por el que no permiten la ayuda humanitaria que todo el mundo quiere enviar a los venezolanos.
En marzo de 2017 denuncié el caso en mi artículo para El Nacional y eso movió mucho a la opinión pública, tanto que me escribieron desde el Santuario de Elefantes Brasil para hacerse cargo de Ruperta. Hice llegar el ofrecimiento, pero también fue inútil. La prisionera siguió bajo las mismas torturantes condiciones de vida y sin poder hacer nada más que barritar cada vez con menos fuerza su dolor y así murió en junio de 2018.
La noticia me la escribió así Marian Valero, artista y proteccionista venezolana: “Hace unos días murió Ruperta, como bien sabes. El mal venció esta vez; nuestra elefanta se derritió de hambre y de pena frente a nuestros ojos impotentes, como lo está haciendo un país entero. Ella, ese animal inocente e infeliz, materializó con su dolor toda esta desgracia que lamentablemente no supimos o pudimos frenar a tiempo. Te escribo para agradecerte, sí. En todos mis encuentros, en todas las instancias en las que expuse su caso, en todo mi apostolado inútil, tú fuiste el único que sintió de verdad la magnitud de su tragedia, que quiso, lo sé, hacer todo lo posible, que libró esta batalla. que era de David contra un cruel Goliat, para ayudarla. Te abrazo fuerte y te considero un compañero de Luz. Yo seguiré librando batallas, por todas las Rupertas que sufren en este mundo. Gracias, desde el alma de ese animal que también es nuestra alma”.
Los perritos abandonados
En todas partes deambulan manadas de perros abandonados y solo unos pocos se salvan por la caridad de personas que, aunque sufren el mismo mal, sus almas tan grandes no les permite presenciar esa tragedia sin hacer algo y se los llevan a sus casas a compartir lo poco que pueden encontrar.
La maldad de quienes se han entronizado en el poder se puede resumir en lo que hace el alcalde de la población de Timotes, capital del municipio Miranda, estado Mérida, que como solución manda regar por las calles en las noche pelotitas de carne impregnada de potentes venenos que los inocentes animalitos se apuran en comer y de cuando en cuando el poblado se estremece y la gente no puede dormir escuchando los aullidos de los perros que retuercen del dolor muriendo con un espumero en sus bocas y en las mañanas los niños, lloran al ver aquellos dantescos espectáculos cuando caminan a las escuelas.
Ayuda humanitaria para animales
El problema es verdaderamente grave. Se dice que del país han emigrado, cuando menos, 3 millones de personas muchas de las cuales han dejado abandonados a sus mascotas, esto nos arroja cifras espeluznantes de la cantidad de esos animales en las inhumanas condiciones que se ven en las calles, incluso se presentan casos de menesterosos que agarran perros y los descuartizan en plazas públicas para comerlos, todo un horror.
La ayuda humanitaria que con muchísima razón y urgencia se pide para los humanos también debe agregar a estos seres de Dios. Las muchas sociedades civiles defensoras de animales deben unirse en este clamor; se puede recurrir a organizaciones similares que hay en el mundo, muchas de ellas muy poderosas, para pedir socorro, un poco de comida para los animalitos que sufren igual que los humanos y aún más porque no pueden gritarlo, no pueden denunciarlo ni protestar ni luchar. Seres que amándonos sufren y mueren en silencio y sin entender la razón de sus tragedias que tanto duele, aún para los que estamos lejos sumidos en la impotencia de tamaña injusticia.
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