Desde el mismo momento en que Oscar Schémel fue elegido miembro de la írrita asamblea nacional constituyente comunal, en representación del sector empresarial, mediante un monumental fraude jamás visto en nuestra historia, comenzó a emitir un conjunto de curiosas declaraciones y opiniones, sugiriendo una trascendente modificación en la política económica del régimen madurista. Estoy convencido de que esa audaz posición en un comunicador y encuestador de su experiencia y conocimiento de la realidad nacional solo busca proteger sus beneficios personales y el de fuertes grupos económicos, enriquecidos a la sombra del chavismo en estos dieciocho años, que han llegado a la conclusión que de no ocurrir una inmediata rectificación de los lineamientos económicos establecidos en el Plan de la Patria, la catástrofe electoral de Nicolás Maduro sería inevitable. Esa es la razón por la cual considero de interés analizar esos planteamientos para interpretar sus verdaderos objetivos y a la vez determinar sus posibles equivocaciones.
A los pocos días de ser elegido fue invitado a una sesión del Consejo Nacional de Economía Productiva, en la cual expuso en una ponencia sobre la crisis económica lo siguiente: “En la asamblea nacional constituyente todavía no hemos entrado a debatir las líneas estratégicas de la carta magna. Hoy, las demandas de soluciones y respuestas con respecto a los problemas de desabastecimiento e inflación se han acentuado. El foco vuelve a estar en la gestión, el foco vuelve a estar en la economía y en la esperanza de una solución. La gente quiere respuestas. La población está sufriendo los embates de una inflación desmedida. La mayoría de los venezolanos aprueban una economía mixta y están de acuerdo con un consenso entre el sector privado y público. El Estado debe conducir la economía, que gobierne con el mercado y no contra el mercado. Si se posterga este debate puede ser determinante en el resultado de las elecciones regionales y comprometer gravemente el triunfo del chavismo”.
Para fortalecer su planteamiento empezó a utilizar su programa Análisis Situacional y editoriales casi diarios, orientados a presionar un cambio en la política económica del gobierno de Nicolás Maduro. En ellos trató aspectos aún más delicados y contrarios a las medidas económicas recientemente establecidas por el propio Nicolás Maduro. Entre ellos resaltan: “Es imperativo revisar los controles. Los controles no han servido porque no controlan nada. El control cambiario no ha logrado controlar el precio del dólar, el control de precios no ha servido para dominar la inflación, si se establecen excesivos controles y se prolongan en el tiempo, generan corrupción e improductividad. Es necesario establecer garantías a la propiedad privada y respetar las leyes económicas”. Como se podrá apreciar, sus propuestas parecen más las de un economista neoliberal que las de un militante convencido de las bondades del socialismo del siglo XXI, pero ¿es sincera su intención de contribuir en la solución de nuestros graves problemas económicos?
Durante varias semanas he tratado de encontrar respuesta a esta inquietud. He leído con detenimiento sus editoriales. En ellos se repiten algunos aspectos de interés: “El triunfo arrollador de la oposición en la elección de la Asamblea Nacional se debió a un voto castigo contra Nicolás Maduro por el mal desempeño en el terreno económico”; “la oposición sigue en su discurso tradicional de hace 20 años, discurso basado en la denuncia y la crítica, que antes no funcionaba por los altos niveles de valoración positiva de la gestión de Hugo Chávez. Hoy es un discurso que de alguna manera interpreta el descontento y el malestar que existe en el país”; “el chavismo debe actualizar su discurso, las banderas de hace 15 años no son las mismas de hoy”. Creo conveniente aclarar que no era la valoración positiva de Hugo Chávez, sino los altos niveles de los precios del petróleo, los que opacaban el contenido del discurso opositor. Además, estos criterios me hacen pensar que el objetivo del sector empresarial boliburgués es presentar un mensaje renovador que logre penetrar en los sectores de clase media para obtener algún beneficio electoral en los próximos comicios regionales.
Estoy convencido de que esa estrategia, la cual quiere presentar como bandera una engañosa propuesta económica, va a fracasar estruendosamente. Los venezolanos conocemos perfectamente bien que para lograr superar la tragedia venezolana se requiere, antes que nada, reemplazar el gobierno de Nicolás Maduro y su corrupta camarilla. Además, sus propuestas no son nada novedosas. Numerosos economistas opositores han planteado repetitivamente la necesidad de desmontar el control de cambio y el control de precios, garantizar la propiedad privada y el predominio del mercado, sin que se le haya prestado atención, ni mucho menos los haya apoyado el señor Schémel. En todo caso, estos aspectos coincidentes no son suficientes para lograr superar la tragedia venezolana. Se necesita, además, fortalecer las reservas internacionales a través de importantes créditos y fundamentalmente crear confianza para que puedan regresar las inversiones extranjeras y venezolanas. Estas dos condiciones son imposibles de alcanzar en la dictadura chavista.
Pero si eso fuera posible, existe otro riesgo: que el chavismo trate de imponer el modelo chino. Una dictadura totalitaria de partido único, sin libertad individual ni pluralismo político, en medio de una sociedad de mercado que respete la propiedad privada. Esa solución, es la aspiración de Raúl Castro para Cuba: restablecer relaciones comerciales con Estados Unidos sin debilitar la dictadura castrista y el partido único. Llego a creer que en definitiva esa es la aspiración de Oscar Schémel y de los empresarios chavistas: preservar el chavismo, limitar los derechos políticos individuales y mantener el control de la riqueza del Estado para continuar enriqueciéndose a sus expensas. Los venezolanos tenemos aspiraciones distintas: reinstaurar un régimen democrático, con absoluto respeto de los derechos humanos y de las libertades ciudadanas, con una sociedad de mercado en pleno desarrollo, en donde impere la libertad de comercio y la honestidad. Además, cómo olvidar lo ocurrido en estos dieciocho años. La tragedia de nuestro pueblo, sin importar la clase social, se resume en hambre, muerte, inflación, delincuencia, violación de derechos humanos y diáspora. La única solución posible es un cambio de sistema político. Esta verdad la conoce perfectamente bien Oscar Schémel.
Sin embargo, en el supuesto de que la propuesta del señor Schémel fuera sincera y yo estuviera equivocado, entonces me permito sugerirle que amplíe su planteamiento a Maduro y a su camarilla, sobre la necesidad de dar respuestas apropiadas a todos los problemas nacionales que mencioné anteriormente. Solo así reconocería su sincera contribución a la solución de esta insoportable tragedia nacional.
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