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Pérdida de soberanía

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El viaje al pasado emprendido por la sociedad venezolana nos ha conducido a situaciones experimentadas hace más de un siglo. No se trata solo del retroceso colosal en términos civilizatorios que nos ha devuelto a una suerte de estadio de  premodernidad, también hemos perdido la capacidad y posibilidad de resolver entre nosotros nuestros conflictos y problemas sin injerencias foráneas.

Hemos devenido en peón de los intereses geopolíticos y económicos de las potencias de turno y de otros actores de escasa relevancia  (me refiero a Cuba, por supuesto) en el concierto mundial de las naciones, esto último es inconcebible y forma parte de lo inédito y grave del drama nacional.

Cuando evoco el pasado, me refiero a lo ocurrido en el gobierno de Cipriano Castro, Venezuela padeció sanciones de varias potencias europeas por una suerte de default. El conflicto no se resolvió por la decidida resistencia y acción del régimen de turno (como siempre ha querido hacernos ver una narrativa patriotera) sino por la aplicación de la Doctrina Monroe.

No me gusta que Venezuela esté en la palestra internacional no por sus logros sino por sus carencias de todo tipo, que  necesitemos ayuda internacional, estar aliado con un personaje como Trump por necesidad, que otros tengan que decidir por nosotros sean chinos, rusos, cubanos  gringos o europeos. Una cosa es la solidaridad (acción bienvenida y que agradecemos) otra muy distinta la condición de minusvalía en la que estamos colocados.

Todo esto ocurre porque unos personajes atrasados, incultos, ineficientes, corruptos e indolentes decidieron que Venezuela les pertenece a perpetuidad aunque los intereses nacionales no lo aconsejen ni el cuerpo social lo desee ni admita. Quienes gobiernan permitieron la participación en asuntos de gobierno de funcionarios de otros Estados, como ocurrió con la Cuba castrista en ámbitos y esferas sensibles para la seguridad nacional o entregaron e hipotecaron nuestros recursos nacionales a China y a Rusia. A este rosario de desaciertos debe agregarse la joint venture con agentes del crimen organizado internacional como los grupos guerrilleros colombianos, la protección en territorio nacional de grupos terroristas internacionales y la alianza con regímenes políticos antidemocráticos como Irán, Turquía y Siria. Con lo cual el Estado venezolano ha devenido en  forajido y en una amenaza para la seguridad nacional e intereses de otros Estados.

Después de haber cometido todos esos despropósitos el chavismo decidió  dar un golpe Estado al desconocer las competencias de la Asamblea Nacional electa en diciembre de 2015, impedir  por medios ilegales la realización del referéndum revocatorio, crear un Parlamento paralelo (eso es en realidad la constituyente electa) y el toque final fue la convocatoria de unas elecciones presidenciales amañadas el 20 de mayo de 2018.

La consecuencia trágica de todos esos despropósitos fue y es el bloqueo de todos los mecanismos endógenos, legales y pacíficos para resolver la crisis política. Todo en medio de una pavorosa tragedia social consecuencia de un modelo económico obsoleto, ineficiente y probadamente creador de pobreza donde quiera que se ha aplicado.

Venezuela necesita recuperar su soberanía y dar pasos ciertos para superar la tragedia humanitaria que padece. Eso solo será posible mediante el cese de la usurpación y la restauración del imperio de la Constitución vigente.

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