COLUMNISTA

Pensar el presente

por Leopoldo López Gil Leopoldo López Gil

Tal como han evolucionado las cosas en nuestro país, parecería prudente revisar los acontecimientos y tratar de entender las causas de tanta equivocación, destrucción y discordia entre la población y su anhelado bienestar.

Los antiguos romanos cuando querían que algún evento o hecho no fuese olvidado por las generaciones futuras, erigían un monumento, producían un escrito o decretaban una ley con la siguiente leyenda: “Ad perpetuam rei memoriam”, es decir, para no olvidar o lo que equivaldría a decir hoy “nunca más”.

Las futuras generaciones de venezolanos deben ser prevenidos en la estulticia general que ha reinado durante los últimos cuatro lustros a un país rico con una sola virtud, convertir toda riqueza común en patrimonio privado de los gerifaltes y reducir el país a un pueblo miserable.

Ciertamente merece un enorme monumento recordatorio para las camadas sobrevivientes, uno tan poderoso como el cuadro Guernica, que tan magistralmente logró Pablo Picasso, que transmite todo el horror y sufrimiento de un pueblo en guerra.

Estudiar mucho el cómo y por qué se descarriló el tren de la democracia para montarnos en una carreta de burros tiránicos requiere superar la rutina de estudiar lo que ocurre, es decir, el presente, con solo el manual de la experiencia.

Es preciso comprender cómo un golpista fracasado que contaba con solo 2% de popularidad en 1997 logra ganar las elecciones presidenciales un año después. Pensar el presente es tarea obligada pues la continuidad durante tres lustros más de un gobierno impopular, ineficiente, corrupto y patológicamente cleptómano es incomprensible con los manuales de la experiencia.

Cierto es que algunos tiranos han sido idolatrados al punto de robóticamente ignorar su errores y aplaudir año tras año sus reelecciones, y de hecho prolongar las agonías de sus pueblos, como también es cierto que al lograr alguna brecha de libertad son rechazados y hasta ejecutados por masas enfurecidas.

Dos condiciones son indispensables para arrebatarle el mando usurpado a la diosa Democracia. La primera, la más fácil pero que rinde su efecto de manera contundente y permanente, es simplemente educar; educar adecuadamente sobre los valores y principios republicanos, democráticos, de igualdad, fraternidad y justicia. Educar para lograr un ciudadano de pensamiento crítico y voluntad propia.

La segunda, esa que tanta falta ha hecho a la dirigencia venezolana desde la fundación de la nación, es la UNIDAD, en mayúsculas, saber sacrificar todo por la patria, incluyendo comprender que para construir un todo no se juntan partes, se pegan como una sola cosa indivisible.

Si logramos pensar en el presente estaremos en buen camino para construir el mejor futuro, por ello labremos juntos un “in memoriam perpetuam” pronto en cada joven venezolano.