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Pekín observa el inicio de la II Guerra Fría

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El tema del momento en la palestra internacional no es China, sino Rusia y Estados Unidos. Ello en razón de la tan cuestionada rueda de prensa que sostuvieron los dos mandatarios al final de su histórica reunión de Helsinki el lunes de esta semana. Donald Trump ha sido severamente castigado por la prensa occidental, y por la de su país en particular, por no haber sostenido una posición más frontal frente a su alter ego en temas de seguridad.

En China, el huracán mediático del resto del mundo no ha tenido reverberación. El suceso apenas si ha recibido atención y únicamente para registrar el encuentro, mas no sus resultados. El gobierno se ha cuidado de no asumir posiciones, y la prensa, controlada desde lo alto del partido comunista, apenas se ha limitado a reseñar los componentes de los dos comunicados oficiales, mas no las diatribas que fueron suscitadas por la prensa a raíz de ello. Es torpe pensar que el asunto los deja fríos. Las relaciones políticas, diplomáticas, militares y económicas entre las dos más grandes naciones del planeta se han tornado crecientemente conflictivas. No es sino lógico pensar que el debilitamiento de su más conspicuo adversario, el gobierno de Donald Trump, juega a favor de quien se queda quieto y observa. Es exactamente de esa manera que han estado reaccionando en Pekín, lo que no quiere decir que en el palacio de gobierno no se estén frotando las manos.

Algunos analistas de peso dentro de la política China aseguran que para los asiáticos la II Guerra Fría ya ha hecho entrada en el escenario mundial. Este nuevo estadio de las relaciones internacionales se viene haciendo presente desde 2014, cuando ocurrió la anexión unilateral de Crimea por parte de Rusia y el impacto que ello alcanzó en Estados Unidos y en sus aliados europeos. Estos sabios consideran, por igual, que la militarización de las islas en disputa de los mares del sur de China por parte de la potencia asiática en mayo de este año fue otro de los elementos que intervinieron en el incremento de la beligerancia de Estados Unidos en su contra, y que ello constituye otra de las piezas claves de la situación de conflicto de preguerra que prevalece en el ambiente.

Mientras Estados Unidos, dentro de la administración Trump, ha venido perdiendo aliados de manera sostenida por más de una razón geopolítica, y en particular por la agresividad comercial de la política America First, China y Rusia han estado trabajando en favor de una alianza que les produzca beneficios a los dos lados de la ecuación, y cada uno de ellos cuenta con su propio conjunto de países amigos. En el caso de China, además de “amigos” hay que hablar de “clientes” que le son tributarios, dada la importancia comercial que el gigante consigue ostentar en el momento actual.

Las autoridades chinas en materia económica han invertido bien su tiempo en la consolidación de otras alianzas provechosas. Desde 2014 ya se habían comenzado acercamientos con la Unión Europea para conformar una alianza comercial. En estos encuentros preparatorios de la alianza que han estado teniendo lugar este año, el sentido de urgencia está ahora muy presente en cada uno de los dos lados amenazados por políticas arancelarias estadounidenses que son devastadoras tanto para Europa como para China.

Pareciera, pues, que está en evolución un escenario repleto de simbolismos en el que los alfiles se alinearán a uno de dos lados: China + Rusia y sus aliados, por una parte; y Estados Unidos, por la otra, acompañados de los suyos. El sentimiento global dentro del gobierno de Pekín es que Putin salió fortalecido de su encuentro con el jefe del Estado americano, lo que no lo convierte en un titán, pero le otorga capacidad de maniobra en temas estratégicos sensibles para China, particularmente en el área de energía, seguridad y armamento nuclear.

Quienes escriban en el futuro la historia de estos días, deberán reconocer cómo este singular encuentro entre Rusia y Estados Unidos, más allá de haber fortalecido al rival norteamericano, le otorgó oxígeno a China en lo que parecen ser los prolegómenos de una intrincada disputa por la supremacía mundial dentro del contexto de una II Guerra Fría.

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