Han transcurrido 20 años desde la llegada del régimen. El balance es muy duro y triste. Es algo que no puede disfrazarse. En lo personal, es muy difícil aceptar que estos 20 años, que han podido ser de productividad y crecimiento profesional, han sido todo lo contrario.
Amo el derecho, de hecho es algo que incluso me definiría. Por mis inclinaciones hacia el derecho privado, en estos 20 años pude dedicarme a asesorar en fusiones, adquisiciones e inversiones en general, campo fértil para el desarrollo del derecho privado, ejemplo de libre iniciativa y emprendimiento. Pero lejos de esto, mi ejercicio profesional ha sido la asesoría para sobrevivir las asfixiantes regulaciones y, en muchos casos, para liquidar compañías. En momentos así necesariamente debemos mirar ejemplos de vida.
Justo en este sentido quiero recordar a Pedro Mantellini González, quien recientemente falleció en la ciudad de Caracas. El Dr. Mantellini González fue abogado, fiscal general de la República (1979-1984), uno de los impulsores del arbitraje comercial en Venezuela, entre tantas otras iniciativas en pro del derecho.
Nótese que el Dr. Mantellini González fue fiscal general de la República durante el período democrático, período acotado por muchos elementos, entre ellos el tiempo, era finito. La designación del fiscal general de la República era hecha por el Congreso por el período constitucional, la alternabilidad en los cargos de esta envergadura era clave.
A lo largo de su vida demostró un incansable amor por la carrera del Derecho, pero no solo como un simple trabajo que cualquiera pudiera ejercer para subsistir, sino como necesaria para consolidar y mantener una sociedad libre.
Por mis preferencias profesionales y académicas no puedo dejar de ver en la trayectoria de este jurista la importancia que le confirió al derecho como límite al poder del Estado y no al servicio de este para mantenerse en el poder.
En la obra Camino de servidumbre, Hayek destacaba el lamentable papel de los abogados como ingenieros sociales en la construcción de ese camino a la servidumbre durante el régimen nazi. Esto solo fue posible al desnaturalizar el derecho como profesión.
Pedro Mantellini González, en sus aportes al gremio, enfatizaba que el abogado no debe ver la profesión solo como un medio de subsistencia sino como algo arraigado en lo más profundo de su ser, como un permanente querer y: “El que no entienda de esa manera la profesión de abogado, bien en el ejercicio diario, bien en el desempeño de una función judicial o administrativa, al servicio del Estado o de los particulares, no es un abogado ni puede catalogarse como tal. Será un práctico en el manejo de las disposiciones legales, será un individuo habilísimo en la comparación de los casos concretos con esas normas que rigen la vida ciudadana, pero nunca será un abogado […] Solamente en ese momento, cuando el hombre que ha escogido esta profesión para materializarse en la vida, para completar su espiritualidad, se siente íntimamente realizado, es cuando se es verdaderamente un abogado” (La formación de los profesionales del derecho y el ejercicio de la abogacía en Venezuela, en: Discursos y Ponencias. Caracas, 1999).
Como fiscal general de la República insistió en el necesario check and balance (pesos y contrapesos, equilibrio de las ramas del poder público) propio de un Estado de Derecho. Al referirse a la función de los fiscales públicos afirmó: “Nosotros vigilamos la legalidad de los actos no solamente del Poder Ejecutivo, sino inclusive los del Poder Judicial. En los juicios, el fiscal es notificado para que informe la posición que tiene frente a los reclamos que intenta la parte. Por lo demás, el fiscal tiene la autoridad de poder intentar demandas de nulidad de leyes, de alzarse contra lo que el Congreso haya aprobado si estas leyes resultan en su opinión inconstitucionales, nosotros tenemos el derecho de exigir a todos los funcionarios públicos, inclusive a las empresas del Estado, toda la colaboración que nos fuere necesaria. Y este apoyo tendría que estar sostenido por el deseo de que funcione la organización, y este apoyo están obligados a darlo” (entrevista concedida a Carlos Rangel y Sofía Imber el 17 de noviembre de 1983, ver: http://cic1.ucab.edu.ve/cic/php/buscar_1reg.php?Opcion=leerregistro&Formato=w&base=imber&cipar=imber.par&Mfn=3957&Expresion=_(!I1983-11), Archivo Digital Sofía Imber y Carlos Rangel de la Sala Virtual de Investigación de la Universidad Católica Andrés Bello, consultada el 11 de diciembre de 2018).
Obviamente, no puedo dejar de mencionar el papel fundamental que cumplió para desarrollar el arbitraje comercial (mecanismo de resolución de conflictos por particulares) en Venezuela. Mantellini González vería en el arbitraje, incipiente en el país, una oportunidad de entregar un litigio en manos de alguien que no tiene el poder del Estado; la conveniencia de lo que significaba para las actividades mercantiles en Venezuela y para atraer capital extranjero e invertirlo en Venezuela.
El Dr. Mantellini González dedicó su vida a servir al país, a los valores superiores republicanos, al respeto al verdadero derecho, el de los grandes principios que informan la vida civilizada. Esto también era su vida familiar. Era abuelo de dos buenos amigos y me consta el amor, respeto y admiración que hijos y nietos le tenían. Pedro Mantellini González parecía de esos hombres que ya no existen, de otra época. Con sus más de 90 años, leía junto con uno de sus nietos a Ayn Rand con la misma curiosidad intelectual que le hizo emprender numerosos proyectos más joven. Esto es ejemplo de lo que era como intelectual pero también como hombre de familia.
En la Venezuela de hoy podría decirse que el país y el derecho han sufrido un gran daño. Todo nuestro ordenamiento jurídico ha sido transformado para sostener un poder ilegítimo. Pero a los que amamos el derecho y este país nos queda la esperanza de que el día de mañana tendremos las bases para reconstruir esta sociedad. Pedro Mantellini González contribuyó a lo largo del siglo XX e inicios de este a crear esas bases. No partiremos de la nada cuando nos toque reconstruir, porque tengo la confianza en que formaré parte de los que reconstruirán.