COLUMNISTA

Parto deshumanizado en hospitales públicos

por María Yanes María Yanes

La maternidad es la experiencia que consolida un sentimiento sublime y maravilloso en la mujer. No solo desde su inicio, cuando comienza a gestar en su vientre una nueva vida,  sino también hasta el momento en que llega al mundo ese ser único y extraordinario.

El parto natural es un acto fisiológico e involuntario, el cual es obvio que se desarrolle y culmine en las mejores condiciones posibles, para la madre y el recién nacido, en el momento que es recibido y tenga el beneficio inmediato del apego precoz a la madre. Lo más resaltante es que predomine la autonomía o la decisión definitiva de la mujer con relación a las condiciones de atención que aspira en el momento del parto que incluyen, por ejemplo, las referidas a la postura que quisiera adoptar en el instante que se presente el periodo expulsivo o el nacimiento del bebé. Es decir, si quiere colocarse en posición acostada, de pie o hasta en cuclillas, si así lo desea. También decide la presencia de su pareja o cualquier persona del entorno familiar íntimo. Por supuesto, esto sumado a un requisito demasiado importante como es el respeto a su intimidad, privacidad y dignidad, lo cual debe estar siempre presente en ese acto tan prodigioso de traer a su hijo al mundo, por lo que las circunstancias mencionadas representan algunas características importantes de lo que se denomina parto humanizado.

 No obstante, para alcanzar el objetivo de que ese acto fisiológico adquiera la connotación de humanizado, el adecuado control prenatal debe ser fundamental durante los nueve meses de gestación, en el que la pareja o familiares en unión de la madre reciben la educación idónea, con el propósito de prepararse para la ocasión esperada. El pasado mes de julio “el gobierno” lanzó el programa Parto Humanizado, para el cual se aprobaron más de doce mil millones de bolívares a fin de iniciar la primera fase.

El programa se vinculará con otros como Misión Barrio Adentro 100%, Sistema de Misiones, Plan Chamba Juvenil, Carnet de la Patria, etc. Percibimos que es otro mecanismo más de improvisación y populismo dentro de la más grave crisis de salud que haya tenido Venezuela, además sin tener como base un sistema de salud estructurado para llevar a cabo cualquier programa y mucho menos sustentado en puras promesas, con una pésima planificación y discriminación, pues al vincular el carnet de la patria solo tendrán  derecho a un parto humanizado las madres que lo posean. Viene la pregunta obligatoria ¿En nuestro país existen las condiciones básicas para ofrecer este tipo de programa? De paso, de una gran complejidad y responsabilidad porque recae sobre dos variables de suma importancia como son la salud materna e infantil, especialmente en el neonato.

La pregunta que también nos hacemos ¿Este programa obtendrá resultados favorables en estas dos variables? La respuesta será negativa mientras persista el profundo deterioro de la infraestructura en los centros públicos de salud, sobre todo de atención materna e infantil, la fuerte escasez de medicamentos e insumos, así como las pésimas y desatinadas “políticas sanitarias” que implementa este “gobierno”.

Conocemos el colapso de las salas de parto de los hospitales públicos, a nivel nacional. Hemos visto a través de las redes sociales imágenes impactantes de madres que han tenido que parir a las puertas de un hospital, en el suelo o en un banco, lo que expone su pudor y privacidad. Los casos que se complican durante el trabajo de parto aumentan de manera importante y no hay capacidad de respuesta para atenderlas.

Importante resaltar que Venezuela es uno de los países de América Latina con el mayor número de embarazo adolescente, considerado de alto riesgo. Uno de los objetivos del mencionado programa es impedir la “violencia obstétrica”, con lo que intentan satanizar el acto médico ginecobstétrico. No obstante, esa expresión de violencia se aplica más a una crisis que se generó en este sistema de “gobierno” a través de la cual en los hospitales públicos no se cuenta con los recursos materiales y humanos suficientes para atender de una manera digna a una mujer embarazada. El parto humanizado, según opinión de médicos especialistas en esta área, va más allá de poder contar con recursos para la atención materna de manera integral, digna y de calidad. La mujer embarazada no dispone de los medicamentos esenciales necesarios en el control prenatal para mantener las óptimas condiciones de salud, con el fin de tener un parto seguro. Si no hay respuesta y solución a esta grave situación, el parto deshumanizado en los hospitales seguirá siendo el reflejo de la seria crisis que atraviesa Venezuela, con consecuencias preocupantes como el aumento sostenido de la tasa de mortalidad materna.