COLUMNISTA

Para iniciar el siglo XXI

por Tomás Páez Tomás Páez

Lo único moderno del socialismo venezolano es el adjetivo, todo lo demás es rancio, tullido. Calca, ruega y obedece a la dictadura más longeva de la región, la cubana. Caso único en la historia, invasión financiada por los invadidos. Es el socialismo de toda la vida y sus epítetos son muerte y desprecio. Seguramente piensan que al barnizarlo de modernidad pueden revivir un modelo vetusto y atrofiado, la acostumbrada estrategia de publicidad mentirosa, diría Vaclac Havel.

Como otros regímenes totalitarios, el venezolano ha destruido el círculo virtuoso entre propiedad, libertad y desarrollo. El colectivismo impuesto en China provocó, en solo tres años, la mayor de las hambrunas del siglo pasado y solo pudo revertirse cuando Deng Xiaoping impulsó la propiedad privada y la empresa bajo el eufemismo de la “economía familiar”. Con esa decisión comenzó el período de prosperidad, alcanzando el derecho de propiedad y, en el año 2007, rango constitucional.

Mientras esto ocurría en China, ese mismo año la dictadura venezolana sometía a referéndum la reducción y eliminación de ese derecho en Venezuela, parte de la estrategia de guerra declarada por el régimen a la propiedad privada, a la empresa y el mercado. Han sido dos execrables décadas de expropiaciones, invasiones, confiscaciones, estatizaciones y reestatizaciones. En ellas adquirió notoriedad el término “exprópiese” y el resultado fue todas las empresas en números rojos y la escasez intrínseca al modelo.

Semejante devastación la encontramos con Mugabe en Zimbabue. Allí eran necesarios 250.000 dólares del país para adquirir un dólar norteamericano. En Venezuela son necesarios más de 3.000 bolívares, a los que hay que sumar los 8 ceros eliminados en dos tandas, la primera de 3 ceros y la segunda de 5. Como en ese país, la hiperinflación en Venezuela ha destruido el ingreso, reducido el salario de la mayoría de la población a 6 dólares mensuales y ha erosionado el ahorro. No contentos con ello, se han empeñado en destruir la empresa, fuente creadora de trabajo y riqueza.

El conjunto de leyes concebidas para crear el Estado comunal fue premonitorio, pues estipulaba el trueque como relación de intercambio económico. Este adquiere sentido cuando el dinero pierde valor, que es lo que ha ocurrido en Venezuela. Pero no olvidemos que hace ya mucho que la humanidad creó la moneda y el dinero con la finalidad de facilitar el ntercambio y el comercio, porque el trueque resultó tener un carácter muy poco práctico.

Hoy, después de días sin luz, de comida perdida, aparatos destruidos, niños y mayores muertos como consecuencia de esa falla, enfermos sin poder acceder a su tratamiento, comprendemos su motivación: arrasar con el país, dejarlo a oscuras y en el oscurantismo. Han devuelto el país a la prehistoria, a la época del fuego o a Egipto en el siglo XIV a.C., momento en el cual apareció la vela para iluminar la vida.

Lo ocurrido en el sector eléctrico, desde hace un buen tiempo, ahorra mil palabras. Este, como la mayor parte de los sectores del país, está militarizado. Durante el día el resultado está a la vista de todos y, en la noche, gracias a las velas y las hogueras. Las batallas contra iguanas, ratas y matas de bambú las han perdido, sobradamente, los responsables del suministro adecuado de energía.

El país a oscuras, un apagón nacional, el resultado final de un ciclo iniciado hace unos cuantos años. ¿Recuerdan la luminosidad de Caracas? ¿Se acuerdan del momento en el cual desparecieron las luces y avisos luminosos en las grandes ciudades? ¿Recuerdan cuándo comenzaron a establecer horarios a las escaleras mecánicas de los centros comerciales y luego los apagones permanentes, continuos? ¿Cuándo aparecieron las iguanas primero y las ratas después?

Nos han dejado sin electricidad y sin petróleo, cuya producción amenaza colocarse por debajo del millón de barriles diarios, cuando hace 20 años era de 3,4 millones de barriles. Por un lado desmantelan la industria, se reduce la producción en más de dos tercios y, por otro, insisten en el dato según el cual Venezuela cuenta con las mayores reservas probadas del mundo y los “gringos se las quieren llevar”, mientras Cuba lo recibe religiosamente. Esas reservas adquieren sentido en la medida en la que hay gente debidamente calificada, tecnologías adecuadas y recursos suficientes para extraerlas y hacer uso de ellas.

Mientras se vanaglorian de un hecho casual, poseer petróleo en el subsuelo, cada vez más inutilizado pues la producción ha mermado, en el mundo el debate del siglo XXI es otro, el de la progresiva sustitución del petróleo por otras energías más amigables con el ambiente: eólica, hidráulica, calórica, etc. La dictadura ha desarmado la capacidad energética, destruido la industria petrolera y el sector eléctrico.

Un sector da cuenta de tales cambios, una pieza clave de la transformación en marcha es el vehículo y allí se avanza la sustitución de la gasolina por electricidad, ambos desmontados por la actual dictadura. Las estimaciones de la magnitud de este cambio superan a aquellas ocasionadas con la sustitución de los vehículos de tracción animal por el auto de gasolina. La información de Bloomberg NEF lo confirma: se necesitaron cinco años para la venta del primer millón de vehículos; para el cuarto millón solo un semestre.

Las estaciones de gasolina se modifican y surgirán nuevos y diversos oferentes, comenzando por el propio lugar de residencia. Mientras en Venezuela desaparecen las estaciones de gasolina –se calcula que en operación hay aproximadamente 1.600–, en el mundo florece la infraestructura de estaciones de carga y recarga eléctrica: más de 70.000 puntos de recarga en Alemania, Reino Unido, Francia y España y más de 50.000 en Estados Unidos.

La involución ha sido integral: transporte, salud, ambiente, Internet, educación. En este último ámbito los ministros de Educación de la dictadura han sido explícitos: educar es adoctrinar, ideologizar. La educación en el mundo se ocupa de producir la innovación y el desarrollo tecnológico, las invenciones y patentes, y del desarrollo de las competencias fundamentales del individuo a lo largo de la vida.

Desarrollar competencias y habilidades lingüísticas e idiomas, científicas, tecnológicas y matemáticas, digitales, de aprendizaje y de aprender a aprender, sociales, cívicas, democráticas y de desarrollar el emprendimiento. Existe una gran conciencia de que ha cambiado el mundo del trabajo y las empresas y de que estas demandarán de sus trabajadores un mayor nivel de competencias y habilidades para mejorar la productividad y la calidad.

En la esfera de Internet el régimen amagó con decretos para desarrollar el sector, convertidos en letra muerta muy pronto. Veamos algunos resultados. En el año 2004, de los 7.000 centros educativos fichados, privados y públicos, en el estado Vargas solo 2,5% poseía laboratorios de computación (no necesariamente acceso a la red, a esta última se la considera un gasto suntuario). La desinversión en el sector explica su deterioro y que el servicio de Internet en Venezuela se encuentre entre los más lentos del mundo. La lentitud, la caída constante del servicio y la persecución a la libertad de expresión hacen de Venezuela el país peor posicionado a nivel regional y global.

La mejora en la calidad de la educación es un camino cierto a la equidad y una garantía de que habrá mejoras en la salud, en la reducción de la desigualdad y posibilita el acceso a mejores condiciones de vida. La sociedad actual ha sido definida como la del conocimiento y la información y ello convierte a Internet en una pieza clave. Una mirada rápida a la región confirma que en la velocidad de descarga de datos Venezuela ocupa el segundo lugar, de abajo hacia arriba, solo por encima del régimen cubano.

Mientras esto ocurre en Venezuela, el mundo avanza en la revolución 5G, lo cual supone miles de millones de artefactos conectados, conexiones más rápidas y en todos los ámbitos, en Venezuela presenciamos la desinversión. Refiriéndose al país mantenido, Yoani Sánchez afirmaba en Madrid que en Cuba había unos pocos puntos con servicio wifi, muy por debajo de los que se ofrecen en una calle de esa ciudad.

El plan de recuperación del país va a requerir muchos recursos y la participación de todos para colocar nuevamente en el sendero de la decencia y la modernidad, del respeto a los derechos humanos fundamentales, es decir, en el siglo XXI.  Condición indispensable, sine qua non, es salir de esta dictadura, digna representante de la barbarie. La acción estertórica de llamar públicamente a los “camisas roja”, a quienes le han dado armas, una delicada y peligrosa concesión, de quienes por Constitución ostentan el monopolio del poder, revela el desespero de quienes representan la Edad de Piedra para frenar el ingreso de Venezuela al siglo XXI.

@tomaspaez