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Panorama venezolano desde Cuba

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El Comité Central del Partido Comunista de Cuba (o sea, Raúl Castro) está muy preocupado. Ha hecho publicar en Granma, su tribuna, una “Declaración del gobierno revolucionario” con el objeto de “detener la aventura militar imperialista contra Venezuela”.

Los operadores políticos cubanos radicados en Venezuela saben (y así se lo han hecho saber a La Habana) que Nicolás Maduro está liquidado sin remedio. No tienen forma de salvarlo. Juan Guaidó tuvo el respaldo de 87% de los venezolanos, pero, según las encuestas, en los últimos días aumentó más de 3 puntos. Ya exhibe 90,08% frente a 3,75% satisfecho con Maduro. 

Por la otra punta, 51 de las mayores y más acreditadas democracias del planeta reconocen a Guaidó. Asimismo, es el gobernante legítimo de acuerdo con la Constitución del país, mientras la Asamblea Nacional, la única institución oficial del país internacionalmente aceptada, lo ha convertido en “presidente interino”.

La hipótesis que todos manejan (incluido el régimen cubano) es que el 23 de febrero, o antes, cuando lleven la ayuda humanitaria a los venezolanos, el mínimo respaldo que posee Maduro se desmoronará. 

En ese punto, la dictadura cubana podrá darle a su colonia la orden de utilizar la violencia, pero Estados Unidos, Brasil, Colombia y otras naciones libres latinoamericanas entrarán en combate junto los demócratas venezolanos e impedirán rápidamente un triunfo de los golpistas de Maduro. Esto acabaría con la infraestructura de las FARC, el ELN y los islamistas.

Ya navega cerca de Venezuela una escuadra estadounidense que incluye un portaviones, mientras en Cartagena fondean decenas de buques de guerra y varios submarinos. Al fin y al cabo, es imprescindible ponerle fin al éxodo de los venezolanos hacia Colombia y Brasil, y eso no se logrará mientras Maduro mantenga el poder secuestrado y la hiperinflación destroce la economía del país. 

Raúl Castro no sabe qué hacer. Resistir inútilmente le parece una sangrienta idiotez, pero la vorágine acaso lo arrastre, como le sucedió a Cuba en Granada en 1983. Los rusos no pueden darle protección real a Maduro. Se limitarán a declaraciones retóricas que serán utilizadas por los camaradas de todos los países para reclutar pacifistas ingenuos o acanallados agitando el fantasma de una guerra mundial. 

No habrá tal conflicto. El acuerdo tácito entre Moscú y Washington es que “los rusos” actúan en Ucrania o en el Cáucaso y “los americanos” en su inmediata zona de influencia, es decir, en Venezuela y América Latina. A los chinos lo único que les interesa es cobrar los 65 000 millones de dólares adelantados al inútil de Maduro y asegurarse el suministro de materias primas. Si lo logran con Guaidó, excelente. Para pagar y vender cualquiera es bueno.

Ahí no terminan las cuitas de Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel. El 24 de febrero adoptarán una nueva Constitución mediante un referéndum señalado para ese día. La consulta electoral ya ha sido totalmente deslegitimada por Transparencia Electoral, una institución dirigida por el politólogo argentino Leandro Querido, y por los opositores –entre otros– Rosa María Payá, José Daniel Ferrer y Guillermo Toledo.

Todos, pese a carecer del menor acceso a los medios de comunicación, les han pedido a los cubanos que voten NO a una Constitución que consagra el partido único y posee unos candados legales que hacen imposible modificar ese régimen absurdo. El “aparato” castrista, por su parte, mediante un sistema triple de sondeos constantes, ha logrado saber que una parte sustancial de los cubanos se dispone a votar NO, y la respuesta ha sido brutal: palo y tentetieso.  

¿Cómo han conseguido burlar a los cancerberos propagandísticos del régimen? Por algo que, en su momento, señaló Yoani Sánchez: porque la revolución digital es casi imposible de detener, incluso en Cuba. Basta un simple teléfono “inteligente” para que penetren mil mensajes, Facebook, Twitter, Instagram y el resto de las herramientas que sirven para acallar la propaganda de los regímenes totalitarios. Y basta un simple error para que caigan los muros y surjan las “primaveras” liberadoras sin que nadie sepa cómo y sin que nadie sepa cuándo.

Es posible que el fin de la tiranía venezolana afecte a Nicaragua, a Bolivia y a Cuba. Esos son los restos del socialismo del siglo XXI. ¿Se inmolarán Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel defendiendo la causa perdida de Nicolás Maduro? El último párrafo del análisis-advertencia publicado en Granma asegura que lo harán. Yo los creía más inteligentes. 

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