Los que se oponen, radicalmente, a una intervención humanitaria argumentan que de aplicarse este principio en territorio nacional “produciría una estela de muertes”. Lo contradictorio surge, cuando al mismo tiempo que se lamentan, van exclamando que “si no nos ayudan desde afuera, no quedará nadie vivo en Venezuela”. Como no quedaron vivas las 9.000 toneladas de carne y leche, dañadas por los efectos mortíferos del apagón. Hecho dramático en un país donde la gente se desespera por conseguir un pedazo de pan.
Y por aquello de que “no solo de pan vive el hombre”, además de enlatados, la gente deja el pellejo por tratar de conseguir agua potable. Por eso la desesperación ahoga y de chapuzón se meten en el sucio y contaminado rio Guaire.
En medio de esta calamidad, Maduro sigue acusando al imperio. Pasamos de la iguana al zamuro, para llegar nada más y nada menos, que al propio Capitolio gringo. Allá, donde tiene su aposento el senador Marco Rubio. “Él es el culpable”, sentencia iracundo Maduro. Y aparece Jorgito, el psiquiatra, comunicando que en un país donde el estudiantado no cursa completo el calendario escolar tiene que suspender sus caminatas hacia la escuela “por medidas de seguridad”. Y en medio de esas cínicas excusas, el presidente. @JGuaido sigue dándole directo al mentón a Maduro y este se defiende ordenando a sus lacayos iniciar juicio contra el verdadero, el legítimo presidente, un juicio en su falso e ilegitimo TSJ.
Pero el auténtico juicio lo hace la ciudadanía en las calles después de confirmar que los anaqueles están vacíos, que no hay agua, ni luz, ni gas doméstico, no hay comida ni medicinas, esto llegó al llegadero. “Pero tengo a Unasur», grita Maduro, tratando de hacerse el loco después de que el presidente Lenin Moreno asegura desde Ecuador que “dejarán el pelero” en ese mamotreto creado por “el galáctico”.
Maduro llama a La Habana, pide refuerzos, por eso la misión de agentes del G-2 se incrementa. “Se están alzando, esos militares que tanto ayudamos, ahora nos quieren dar la espalda, hay que someterlos, que sepan lo que les espera si nos traicionan”, amenaza Maduro, en tono jadeante, ante unos atónitos colaboradores que se limitan a decir sí, con una mecánica inclinación de sus cabezas. Los chinos miran desde lejos, pero sin dejar de hacer cálculos para recuperar parte de esos 65.000 millones de dólares que tienen en la olla. Y los rusos no se quedan atrás, por eso se entienden con la administración Trump, jurando y perjurando que no tienen intención de instalar bases misilísticas en Venezuela.
Pero la verdad no se oculta, a menos que se mire hacia otro lado haciéndose el desentendido. Esta es la hora en que la estrategia debe centrarse en finiquitar la usurpación y eso no será por las vías truculentas electoralistas. La ciudadanía apoya eufóricamente a Juan Guaidó, le asigna, tácitamente, una tarea que no puede ser distraída: salir de Maduro cuanto antes. Para tales efectos están dadas las condiciones. Primero, un respaldo determinante de la ciudadanía, que espera que se avance en el cese de la usurpación. Segundo, un reacomodo de las fuerzas opositoras en torno a la figura de Juan Guaidó como exponente de esa ruta. Tercero, un cerco internacional que se cierra buscando asfixiar al dictador y su camarilla.
¿Qué falta? Que la Asamblea Nacional habilite al presidente Juan Guaidó, para que tenga a la mano el plácet de solicitar el respaldo de una fuerza internacional capaz de ayudarnos a doblegar las mafias y escuadrones armados que martirizan a los venezolanos. Lo otro es dejar que nos sorprendan los hechos arbitrarios que limiten el desempeño de la misma Asamblea Nacional y del presidente legítimo. O sea, que cuando se pretenda debatir respecto a la conveniencia de aplicar o no el artículo 187, ya sea demasiado tarde, bien porque la tiranía asalta la Asamblea, limite a sus diputados o secuestre al propio Guaidó.
Otra estrategia es invocar el Concepto de Responsabilidad de Proteger, tenemos de entrada la comprensión indubitable del secretario general de la OEA, Luis Almagro. Ese principio encaja perfectamente en la tragedia de nuestro país, donde se cometen al mismo tiempo exterminio (impedir ingreso de alimentos y medicinas el pasado 23 de febrero en Cucuta y Santa Elena de Uairén), limpieza étnica (asesinato de nuestros pemones), genocidio silencioso (la hambruna y escasez de medicinas, causantes de miles de muertes), crímenes de guerra (asesinatos de Oscar Pérez y sus compañeros en El Junquito) y la confirmación de que Maduro dirige un narcoestado, forajido, que ha cometido crímenes de lesa humanidad y está evidentemente relacionado con actividades de tráfico de drogas y terrorismo.
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