El general Vladimir Padrino López acaba de declarar que no permitirá que el país “caiga en el caos”. Habría que responderle que el país cayó en el caos hace ya muchos años, y que el siglo XXI, en líneas generales, ha sido una época de creciente y accidentado caos. De hecho, quienes llevaron a Padrino López a las máximas posiciones militares son los principales responsables de haber sumido a Venezuela en el caos. Y me refiero, claro está, al señor Maduro y a su predecesor.
Una situación caótica, desde el punto de vista de una nación, es una situación de máximo desorden y confusión, que degenera en una realidad amorfa, que desde luego corroe cualquier capacidad efectiva y duradera de desarrollo en lo político, económico y social. La nación venezolana sufre una situación caótica por acción y omisión de la hegemonía despótica, depredadora, envilecida y corrupta que la sojuzga. Y de hecho, ese caos es la razón fundamental por la que el conjunto de los venezolanos rechaza al poder establecido y se ha puesto en marcha para superarlo.
En otras palabras, el caos no es consecuencia de las protestas, sino su causa más activa. El caos de la economía de escasez e hiperinflación, el caos de la crisis humanitaria en lo social, el caos de la violencia criminal completamente desbordada, el caos de la masiva e impune corrupción, el caos que impulsa a centenares de miles de venezolanos a salir del país, el caos de un desgobierno que está estrechamente ligado con la delincuencia organizada, el caos que significan todas estas cosas, y muchas otras, es lo que motiva la movilización popular, el ejercicio constitucional del derecho a la protesta, el ánimo comprometido del pueblo para promover un cambio de verdad.
Esto lo sabe de sobra el general Padrino López, quien con sus declaraciones pretende colocar a los bueyes detrás de la carreta. Si de verdad el referido ministro estuviera dispuesto a enfrentar el caos, debería enfrentar, en primer lugar, a su agente más notorio, o al señor Maduro. Pero no solo no hace nada al respecto, sino que conduce la ofensiva represiva más barbárica de la historia contemporánea de Venezuela, no se sabe si por convicciones o por intereses, que lo mismo da, porque la represión violenta, la represión homicida, no conoce de esas diferencias.
¿Qué hace Padrino López, por ejemplo, en relación con el caos de violencia que generan los “colectivos armados”? La impresión general es que no hace nada en tan crucial materia, y esto equivale a echarle fuego a la gasolina del caos. El ministro de la Defensa tiene una responsabilidad suprema en el tema de la seguridad de la población, y esta seguridad ha sido destruida, desde hace muchos años, por los llamados “colectivos armados” y por el hampa imbricada en el oficialismo. Esto sí que es un caos reconocido, pero que Padrino López no puede o no quiere ver.
Por otra parte, la Constitución de un país se supone que es la armadura que facilita que ese país pueda salir adelante, a pesar de las tensiones y las dificultades. Pero la Constitución venezolana de 1999 tiene más agujeros que un colador –cortesía del despotismo hegemónico– y por eso, además, el país ha ido cayendo por el barranco del caos, al menos en cuanto a su estructura social y económica. Y ahora, con la supuesta “constituyente de Maduro”, se busca sepultar de manera definitiva esa Constitución, y encima por medios inconstitucionales. ¿Y qué ha dicho Padrino López? Que todo eso es constitucional, o sea, ha refrendado la destrucción final de una Constitución ya duramente vapuleada o agujereada por la hegemonía roja.
Todo esto sí hace que Venezuela “caiga en el caos”, para usar la expresión del ministro Padrino López. Maduro y su predecesor tienen la paternidad del caos venezolano del siglo XXI, pero al caos se le está notando un padrino cada vez más visible, entre tantos otros. Y ese padrino es el general Vladimir Padrino López. Una responsabilidad de marca mayor.
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