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Juan Manuel Santos promete a Timochenko entregarle el país a cambio de la firma del pacto Santos-FARC en presencia de Raúl Castro
Alfred Nobel fue un fabricante de cañones, padre de la dinamita y los premios que llevan su nombre; además, registró casi 400 patentes de las que sobreviven Dinamita Nobel y Akzo Nobel, la mayor compañía de pinturas decorativas e industriales del mundo. El Nobel de la Paz es uno de los cinco premios instituidos por el dinamitero, conferido a más de 100 personas y organizaciones desde 1901. 5 de ellos, latinoamericanos: Carlos Saavedra Lamas, Adolfo Pérez Esquivel, Alfonso García Robles, Roberta Menchú Tum y Juan Manuel Santos.
El argentino Carlos Saavedra Lamas fue el primero de los laureados suramericanos al Nobel de la Paz en 1936. De origen pseudoaristocrático, se recibió de doctor y fue profesor de Derecho Constitucional. Senador, luego de ser ministro de Justicia y Educación, llegó al gabinete de Relaciones Exteriores como canciller del gobierno de Agustín Pedro Justo, un presidente elegido bajo la acusación de fraude, durante el año final de la dictadura de José Félix Uriburo, que había derrocado a Hipólito Yrigoyen, inaugurando la Década Infame, que concluiría con el derrocamiento de otro presidente constitucional, Ramón Castillo. Cuando Argentina se unió a la Sociedad de Naciones en 1932, Saavedra Lamas desempeñó un papel importante en la condena a la guerra de Italia en Etiopía en 1936, promoviendo el principio del Derecho Internacional de condenar las guerras de agresión, pero su labor se vio empañada por constantes acusaciones de corrupción y de haber entregado, Justo y su vicepresidente Roca, la economía argentina a los ingleses, con el agravante de haber defendido, Saavedra Lamas, la neutralidad del gobierno durante la Guerra Civil Española, olvidando que la mayoría de los españoles que vivían en Argentina eran partidarios de la República.
El católico Adolfo Pérez Esquivel, furibundo partidario de la Teología de la Liberación, fue Nobel en 1980 por su defensa de los Derechos Humanos ante las dictaduras militares. En su discurso de aceptación dijo que lo recibía «en nombre de los pueblos de América Latina, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad». Enemigo de las dictaduras de derecha, pero partidario de las de izquierda y los gobiernos populistas, ha apoyado a Chávez y Maduro en Venezuela, Lula en Brasil, a los Kirchner en Argentina y a los Castro en Cuba. Fue detenido y encarcelado en Brasil, en Ecuador, en Buenos Aires, donde le torturaron y estuvo a punto de ser arrojado de un avión durante la tiranía de Jorge Rafael Videla, que lo puso en prisión 14 meses. Es presidente de la Liga Internacional para los Derechos Humanos y la Liberación de los Pueblos, miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos y Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg. Por su iniciativa comenzaron procesos penales contra la dictadura militar argentina en Italia, España y Alemania.
Un añoso burócrata mexicano, Alfonso García Robles, conocido en los pasillos de las cancillerías como Mr. Disarmament, fue Nobel en 1982 a causa de su participación en la Sesiones Especiales para el Desarme de la Asamblea de las Naciones Unidas y la firma del Tratado de Tlatelolco en 1967 sobre la no proliferación de las armas nucleares.
Los hermanos Santos Calderón con Fidel Castro
Para conmemorar los primeros 500 años de la conquista española en América, como los suecos habían hecho al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, los noruegos eligieron una latinoamericana, esta vez, maya quiché de Guatemala, la señora Rigoberta Menchú Tum. Gabriela Mistral, Premio de Literatura chilena, era descendiente de los calchaquíes incásicos del norte de Valparaíso. En su autobiografía, Menchú ha sostenido que fue esclavizada desde niña como trabajadora agrícola en plantíos de café, y su madre, partera de oficio, y su padre fueron torturados y asesinados por escuadrones de la muerte al servicio de los terratenientes. Su padre fue una de las 37 personas quemadas vivas con fósforo blanco en la Masacre de la Embajada de España en 1980. No obstante, varios periodistas y antropólogos han cuestionado la veracidad de sus afirmaciones, tanto en artículos publicados en The New York Times, por Larry Rohter y en Rigoberta Menchú and the story of all poor Guatemalans, de David Stoll. Uno de sus numerosos reconocimientos es el Premio Odebrecht, de la corrupta compañía brasileña.
El último de la lista es la joya de la corona: Juan Manuel Santos, presidente de Colombia durante ocho años, gerente y artífice del llamado Pacto de Paz entre él y las FARC, el grupo narcoguerrillero más grande la historia humana.
Santos, dicen biógrafos y aduladores, es el más grande político que ha tenido la nación suramericana, superando incluso al propio libertador Simón Bolívar. Político, en el sentido que definió Balzac: un ser totalmente inmoral que muda, para lograr sus apetitos, de opinión, defendiendo causas opuestas y contradictorias. Y como José Fouché, elimina los estorbos y/o personas, incluso parientes y cómplices para satisfacer su insaciable codicia de honores, premios y riquezas.
Hijo segundón, de un seudoheredero de la fortuna de un tío abuelo afecto a la vereda contraria, por motivos que aún desconocemos, terminó el bachillerato en una escuela naval, en la que en aquellos tiempos iban a parar los calaveras de las familias punalúas del Altiplano que, sometidos al régimen militar, enderezaban su vida desordenada. Al cumplir 24 años, y para sacarle de la competencia en la futura disputa por la hegemonía en la conducción del periódico familiar, El Tiempo, el dueño mayoritario, su tío, Hernando Santos Castillo, lo hizo nombrar en un regio cargo en Londres como delegado de la Federación de Cafeteros, donde permaneció casi 10 años, 2 de ellos como secretario de la Embajada de Colombia ante Isabel II. Allí, viviendo en un soberbio piso de Cadogan Place a una cuadra de Kings Road, degustaba macallande, malta, aspiraba, entre otras yerbas, los Turkish Blend Cigarettes, usaba trajes hechos a la medida por los sastres de Savile Row, lucía camisas Harvey & Hudson, o paseaba, en su alfa romeo rojo, con las numerosas chicas bogotanas que pasaban a verlo.
Nicolás Maduro conversa con Juan Manuel Santos acerca de cómo quedará la Constitución colombiana tras la firma del pacto de paz Santos-FARC
Acosado por su philarguria, haciendo gala de egoísmo y megalomanía, con la llegada al gobierno de Belisario Betancur, se hizo nombrar subdirector del diario familiar e inició sus vínculos con la izquierda latinoamericana que pasaba por La Habana, utilizando las amistades de su hermano Enrique, que venía de concluir su aventura subversiva con Alternativa, una revista al servicio de las ideas del M-19. Allí acomodaba editoriales y atendía políticos que pedían favores o querían llegar a acuerdos y negocios. Aun cuando desde esos años nunca descartó la idea de ser presidente de Colombia, su aspiración secreta ha sido ser secretario general de las Naciones Unidas, cargo que para él significa una suerte de dominio del mundo y para el cual siempre tuvo en mente pactar la paz con las FARC y ganar el Premio Nobel.
La estrategia para ingresar de lleno en la política de los presidentes que le antecedieron fue primero atacarles con furia y luego exigirles el pago de su mutismo con la concesión de altos cargos o dignidades. Tras sus intrigas como subdirector de El Tiempo y apoyado por el viejo amigo de la familia, el ministro de Hacienda del cuatrienio de César Gaviria para la apertura económica, Rudolf Hommes, se creó para Juan Manuel Santos el Ministerio de Comercio Exterior donde estuvo tres años, haciéndose nombrar también designado a la Presidencia con el apoyo de tres parlamentarios que controlaban la Contraloría General de la República y que estaban al servicio del Cartel de Cali, de los hermanos Rodríguez Orejuela: Eduardo Mestre, Rodolfo González y Rodrigo Garavito, encarcelados luego durante el Proceso 8.000. La traición a Ernesto Samper y sus alfiles concluiría con la búsqueda de Santos, de una alianza para derrocarlo, con Carlos Castaño de las AUC y el esmeraldero Víctor Carranza.
Al ser elegido Andrés Pastrana presidente, Santos y el aliado de las FARC, Álvaro Leyva, inventaron la entrega a la guerrilla de un enorme territorio de 40.000 hectáreas, conocido como la Zona de Distensión de El Caguán, recibiendo a cambio, de tan brillante iniciativa, ser nombrado ministro de Hacienda. Santos dijo que se había retirado de la veeduría de la zona para salvar como ministro de ese despacho el gobierno de Pastrana, hoy uno de sus enemigos más acérrimos y quien acusa a Santos de traidor y corrupto.
Igual sucedió con Álvaro Uribe, a quien criticó siguiendo las instrucciones del defensor de Samper, Horacio Serpa, que siendo presidente del Partido Liberal expulsó a más de 15 congresistas por apoyar la primera reelección de aquel. Derrotado Serpa por la acción de Santos, se hizo nombrar ministro de la Defensa para el segundo período de la Seguridad Democrática, usando el cargo para crearse una imagen de enemigo de las FARC, al tiempo que desprestigiaba y debilitaba las Fuerzas Armadas con la persecución de unos 30 generales acusados de implementar los falsos positivos, en un plan liderado por su futuro comisionado de paz, Sergio Jaramillo, uno de las más feroces enemigos del Ejército Nacional que haya existido jamás y de quien se sospecha ha estado, como Leyva, al servicio de cabecillas farianos como Catatumbo y Timochenko.
Desprestigiado Uribe con los falsos positivos, una corte suprema controlada en la sombra por las FARC a través del Cartel de la Toga, presidido por Leónidas Bustos, Francisco Ricaurte y Camilo Tarquino, defensores del Proceso de Paz Santista, condenaron o intimidaron a los candidatos uribistas Andrés Felipe Arias y el gobernador de Antioquia, Luis Alfredo Ramos.
Santos fomentó, él mismo, la fallida candidatura a la Presidencia del corrupto y loco usuario de alucinógenos Antanas Mockus, hijo de un falso latinista y una escultora alcoholizada, con el fin de salir elegido sucesor de Álvaro Uribe, a quien elogiaba como el mejor presidente que había tenido Colombia, mientras su hermano Enrique celebraba la muerte de Alfonso Cano con Pablo Catatumbo y se sentaba en La Habana con Sergio Jaramillo y el vicepresidente de Samper, Humberto de la Calle, inundando de favores políticos y económicos a congresistas, senadores, el ejército, la policía y las fuerzas de seguridad del Estado, hasta alcanzar la firma de los delincuentes, a quienes concedió a perpetuidad libertad carcelaria creándoles una Corte Suprema de Bolsillo llamada JEP, que pretende condenar, hasta el desprestigio, a todos aquellos que defendieron la República de sus garras, secuestros, violaciones, asaltos y asesinatos.
Pacto repudiado por el pueblo en el plebiscito del 2 de octubre de 2016 y que Santos burlaría con una votación del Senado 58 días después, aprobando el Pacto del Teatro Colón, consumando así la infamia, que le llevaría, luego de la corruptela del Premio Nobel de Paz, a la secretaria de las Naciones Unidas.
Como se sabe, Kaci Kullmann, hoy fallecida, fue presidente del Comité Nobel que otorgó el galardón, y de Statoil, uno de los mayores abastecedores de petróleo crudo del mundo y un importante proveedor de gas natural para el continente europeo, a quien Santos concedió una jugosa participación en los negocios de petróleo y gas en la Guajira colombiana, según El Tiempo del 4 de septiembre de 2014.
Todo se ha consumado menos su nombramiento en las Naciones Unidas. Ni uno solo de los grandes capos de las FARC está preso, ninguno ha podido ser extraditado y apenas se ha podido dar de baja a uno de los declarados, por propia voluntad, fuera del pacto Santista. Colombia sigue en una guerra sinigual contra el narcotráfico, cuyos más grandes jefes son ahora protegidos por el Estado.
Comentan que Franklin Delano Roosevelt, al referirse a un dictador nicaragüense dijo: “Somoza may be a son-of-a-bitch, but he’s our son-of-a-bitch”.
Santos y Timochenko inauguran La Habana Republic of Colombia
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