Vuelve al ataque el llamado Foro de Sao Paulo. A pesar de sus importantes derrotas electorales en Colombia, con Iván Duque; en Brasil, con Jair Bolsonaro; en Argentina, con Mauricio Macri; en Chile, con Sebastián Piñera. Países que conquistara en la década pasada gracias al respaldo financiero del chavismo venezolano, alcanzando el desiderátum: la práctica conquista del Pacífico y del Atlántico latinoamericanos, del Río Bravo a la Patagonia. Cuando en pleno apogeo de su estrategia de intervención y conquista de nuestra región llegara a dominar el primer organismo multinacional de la región, en manos del militante socialista chileno José Miguel Insulza. Miembro destacado del Foro de Sao Paulo.
Lejos habían quedado los temores difundidos por Francis Fukuyama, quien afirmara en 1992, dos años después de la constitución del Foro, que con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la Unión Soviética desaparecía el polo alternativo que dominara desde Moscú hasta Pekín, poniendo sus misiles en La Habana, permitiendo construir así el contrapeso al poder de Estados Unidos y las potencias occidentales dominantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Fue el principal incentivo desarrollado por Fidel Castro en alianza con un Lula da Silva enfilado a la conquista del poder en Brasil: articular en un organismo colectivo multinacional la contra ofensiva de las fuerzas marxistas latinoamericanas a los esfuerzos por fortalecer las democracias liberales en nuestra región, luego de que una alianza de fuerzas civiles y militares derrotaran tras la muerte de Ernesto Guevara y Salvador Allende el primer embate emprendido por Cuba mediante la combinación de la guerra de guerrillas liderada por Ernesto Guevara y el asalto electoral a los países carentes de condiciones para el inicio de la lucha armada, ejemplarmente puesto en práctica con la victoria de la Unidad Popular en Chile.
Si Venezuela fue un factor crucial del embate castrocomunista para la ocupación y dominio de la región –“denme el petróleo venezolano y conquistaré América Latina”, le afirmaría Fidel Castro al matrimonio formado por la venezolana Elisabeth Burgos y el francés Régis Debay a mediados de los años sesenta–, la victoria de Hugo Chávez, el asalto al Estado venezolano y sus fuerzas armadas, y la aplastante derrota de las fuerzas democráticas venezolanas en 1989 dieron el vamos a la conformación y desarrollo del Foro de Sao Paulo, instrumento de intervención obediente a la tradición injerencista y globalizadora del comunismo internacional desde la fundación de la Tercera Internacional por Lenin y Stalin al frente de la Unión Soviética a comienzos de los años veinte del siglo pasado.
Si bien iniciaba su proceso intervencionista en plena crisis de los sistemas de dominación liberal capitalistas en América Latina, debía hacerlo en países estructuralmente dominados por dicha forma de producción y desarrollo desde su conformación e implante colonial, el desalojo de las fuerzas colonialistas y la conformación de las repúblicas independientes. De allí el asalto a los Estados republicanos, la fractura de sus fuerzas de dominación y la constitución de dictaduras supraestructurales, como la imperante en Cuba y trasplantada a Nicaragua y Venezuela. En tal sentido, el Foro de Sao Paulo ha sido un instrumento interventor supranacional, esencialmente desestabilizador, provocador de crisis de dominación en todas y cada una de nuestras sociedades, agudizador de conflictos sociales y promotor de procesos revolucionarios castrocomunistas en todos nuestros países. Le es inherente su carácter antidemocrático y anticonstitucional, sin otro objetivo que coadyuvar al desarrollo de condiciones sociopolíticas capaces de desarticular y aniquilar las condiciones de supervivencia de la paz y el desarrollo económico de nuestras sociedades. Permitir su existencia es tolerar la intromisión y la desestabilización de nuestras sociedades.
Vienen sus agentes filocastristas a Caracas sin otro objetivo que fortalecer el quebrantado régimen dictatorial venezolano. Aislado por el rechazo mundial y acechado por las democracias occidentales que exigen en todo el mundo la inmediata renuncia del tirano. En parte, representando gobiernos anti democráticos, como los de Cuba, Bolivia, Nicaragua y Uruguay, en parte representando organizaciones narcoterroristas, como el ELN y las FARC colombianas, los tupamaros uruguayos y los montoneros argentinos, así como los partidos marxistas de toda la región: neo peronistas argentinos, miristas, socialistas y comunistas chilenos, lulistas brasileños, comunistas y socialistas mexicanos, bolivianos, peruanos, ecuatorianos, centroamericanos, nicaragüenses, hondureños. Y seguramente fuerzas castrocomunistas y socialistas españolas, portuguesas y europeas. Y por último, aunque primero en la lista de sus prioridades, el chavismo y el madurismo venezolanos, a cuyo auxilio se presentan. Esperando, obviamente, la debida recompensa: decenas de millones de dólares para mantener con vida la lucha contra la estabilidad democrática en sus respectivos países.
Asombra que los grupos y organizaciones políticas liberales de nuestra región no hayan sido capaces de organizar su contraparte: un foro de discusión, análisis y acción políticas destinadas a coordinar el combate a nivel continental contra las fuerzas antidemocráticas representadas por el Foro de Sao Paulo. Confiados en la existencia de un sistema de dominación institucionalizado, en las formas de la ideología y la cultura inmanentes al sistema sociocultural e ideológico que nos rige, en los factores hegemónicos de nuestra cultura democrático liberal se dejan penetrar, influir y confundir por antivalores ajenos a nuestra más auténtica y profunda idiosincrasia.
Fieles a la tolerancia inherente a nuestra cultura, volveremos a asistir al despliegue del odio y el ataque de un foro de asalto, devastación, enfermedad y muerte. No le permitamos envenenar nuestra forma de pacífica convivencia. ¡Fuera el Foro!