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Otra vez la dolarización

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Les confieso que pensaba que el tema dolarización ya había pasado de moda. Sin embargo, Francisco Rodríguez lo trajo nuevamente al tapete. A Francisco hay que reconocerle que es el primer economista venezolano respetado que se muestra a favor de la dolarización.

En lo personal, lo he escrito y dicho muchas veces: no me gusta la dolarización (creo es la peor candidata para eso) para Venezuela. No soy el único, Ronald Balza es tal vez quien más ha escrito sobre los inconvenientes de dolarizar, pero también lo han hecho Asdrúbal Oliveros, Pedro Palma, Omar Zambrano y Kamal Romero.

En la región tenemos tres casos de dolarización: Panamá en 1904, Ecuador en el año 2000 y El Salvador en 2001. Llama la atención que no hay economía grande del continente que haya dolarizado su economía. Es más, ninguno de los países que han padecido una hiperinflación en esta parte del mundo (Chile, Nicaragua, Bolivia Argentina, Brasil y Perú) dolarizó. Recordemos: Grecia estaba dolarizada (euro) y eso no impidió que cayera en una crisis muy seria.

Hay abundante literatura sobre el tema. Por ejemplo, Mauricio Rodríguez y Jonathan Dombrow (Dollarization and Real Estate Market Performance: Evidence from Housing in El Salvador) encuentran que ciertamente la dolarización en la mayoría de los casos ha incidido positivamente en la disminución de la inflación, pero que también ha afectado negativamente al crecimiento de la economía. También tenemos el análisis que hacen Goldfajn, I., Olivares, G., Frankel, J. & Milesi-Ferretti, G. M. (Full dollarization: The case of Panama. 2001, Economía), en el que, si bien destacan el “impresionante” control de la inflación, concluyen que en el caso panameño “la dolarización no garantiza disciplina fiscal y que la eliminación del riesgo cambiario tampoco elimina el riesgo de default o la alta volatilidad de los spreads de deuda soberana”. En el estudio comentan que las limitaciones que conlleva la dolarización “no son suficientes para evitar crisis de balanza de pagos, o incluso problemas con respecto al pago de la deuda externa a causa de déficit fiscales persistentes”. Por otra parte, están Jeffrey Sachs y Felipe Larrain, quienes argumentan en su artículo “¿Por qué la dolarización es más una camisa de fuerza que una salvación?” (Dolarización Informe Urgente, Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales, 2000) que la dolarización solo tendría sentido en 1- países con economías estrechamente ligadas a Estados Unidos y que por lo tanto experimenten shocks muy similares; 2- países con economías pequeñas en las que la mayoría de los precios son fijados en dólares y en las que la mayoría de los bienes se transan en el comercio internacional: 3- países con mercados laborales flexibles; 4- en países donde no se pueda confiar en que el banco central maneje su propia moneda. Los autores resaltan que la dolarización es “meter a la economía en una camisa de fuerza monetaria”.

Ciertamente la dolarización trae tasas de inflación bajas, pero no garantiza crecimiento económico y el Estado pierde dos armas muy importantes: la política monetaria y la utilización de su tasa de cambio para contrarrestar shocks externos. Adicionalmente, generaría una pérdida de competitividad relativa de las exportaciones de ese país, una menor utilización de la capacidad instalada y posiblemente cierre de empresas (desempleo).

Si revisamos la data de inflación y crecimiento económico desde el año 2000 hasta 2017 entre los países de esta parte del mundo, encontramos que los países dolarizados salen muy bien en el control de la inflaciòn, pero no en el de crecimiento económico.

La dolarización no trae en su maleta un fortalecimiento institucional ni manejo fiscal responsable, aspectos claves para la Venezuela actual y del futuro. Hay que reconstruir el país, la dolarización inhibe herramientas para eso.

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