El país democrático se dirige hacia una colosal abstención en caso de que Maduro insista en su fraudulenta elección. Tal conducta no es producto de una campaña de “los guerreros del teclado”, sino de la convicción de que en esa elección, como en las de gobernadores y municipales recientes, no hay ninguna posibilidad de elegir y cuando se elige se obliga a los elegidos a traicionar su mandato (los cuatro gobernadores de AD) o se les impide asumir el cargo (caso de Juan Pablo Guanipa en Zulia). La abstención se perfila como una respuesta juiciosa de una sociedad harta del engaño y la manipulación. Incontables ciudadanos alérgicos a la abstención ahora la estiman inevitable y ventajosa.
La secuencia es clara tanto para los participantes en la mamarrachada del diálogo de Rodríguez Zapatero como para quienes lo enfrentaron, unos desde el comienzo y otros en su transcurso. Maduro y su corte imperial no quieren ni logran admitir elecciones limpias de ningún modo. Solo aferrar el poder a rajatabla, como el náufrago que no suelta el madero después de la tragedia, es la única opción que tienen quienes no tienen cobijo ni dentro ni fuera del país. De haber elecciones, para Maduro solo hay un resultado admisible; inaceptable para el país mayoritario e inaceptable ya –¡por fin!– para la mayoría de las naciones.
La lección del 16 de Julio y sus consecuencias deberían estar aprendidas. Casi 8 millones de venezolanos rechazaron y desconocieron la constituyente de Maduro, demandaron la acción de los militares, aprobaron la renovación de los poderes públicos (CNE) y la conformación de un nuevo gobierno de unidad nacional. Todo se lo pasaron por el arco de triunfo en el momento en que se siguió la farsa del diálogo, cuyo previsto fracaso no fue suficiente para desmontarlo hasta que Maduro, con tiempo ganado para sus trapacerías finales, lo pateó. Por cierto, no es virtud no haber aceptado lo que no se fue a buscar; es, apenas, instinto de sobrevivencia de los abajo no firmantes; si no, que lo diga Julio Borges.
Otra vez huele a final, aunque no se puede asegurar. La inquietud internacional ahora se expresa en movilizaciones militares hacia las fronteras, para decir “por aquí estamos por si no nos han visto”. Por otro lado, las filas rojas descompuestas con deserciones hasta de los colectivos, que andan alzados. Los militares en discusión casi abierta para ver “cómo se sale de esto”. Los ciudadanos en furia cotidiana. Antes era imposible imaginar cómo se salía de Maduro, ahora es imposible imaginar cómo se puede quedar.
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