Oriana Fallaci, mujer excepcional que fue testigo presencial de los acontecimientos más relevantes y angustiantes del siglo XX, estar en el lugar donde se sucedían los conflictos bélicos de mayor riesgo y relatarlos en primera persona eran, para la Fallaci, la esencia de su vida.
Periodista y escritora, que comenzó su extensa carrera como corresponsal para diarios de su natal Italia, poco después fue llamada para cubrir guerras, luchas armadas, e infinidad de hostilidades en todas las latitudes; de oriente a occidente y de sur a norte, fue una fiel observadora que en vida nunca dejó de sorprender al mundo entero.
El entorno en el que crece está inundado por la ideología fascista de Benito Mussolini, esa que acentúa la autoridad de un jefe o caudillo, que trata la Democracia con desdén y defiende al Nacionalismo expresado en un racismo agresivo como vía para desarrollar la unidad nacional; las ideas de Oriana desde muy joven fueron antifascistas, durante la Segunda Guerra Mundial fue partisana[1] y se unió a la Resistencia contra la ocupación nazi en su Toscana, de la que es originaria, todo esto gracias al fiero activismo de su padre.
Su escritura es angustiante, polémica, siempre desde una visión liberal y laica, que toma posiciones humanitarias y que nos deja entrever el alma de una mujer apasionante, llena de vida, que en cada palabra, frase, párrafo que brota de su pluma va plasmando la realidad en una realidad universal, su realidad, la realidad personal de cada ser humano finalmente.
Día a día, con la muerte constantemente al acecho, siempre soldado sin armas en uno u otro país en guerra civil o en conflicto bélico, Oriana Fallaci vivió momentos terribles producto del absurdo espectáculo de la guerra, ya fuera en la India, Oriente Medio, Pakistán o América Latina, lo único verdadero y constante era la muerte, esa que es la misma no importa qué rasgos físicos tenga, color de piel, idioma o motivación.
Fue así como se forja con tesón, adrenalina y sudor su historia periodística, cincuenta años de arduo trabajo, en los que dejó una extensa y muy reconocida obra con la que abordó todo tipo de géneros periodísticos: opinión, reportaje, entrevista, crónica, y teniendo siempre como telón de fondo la noticia trascendental que requiere ser divulgada y expuesta a la opinión pública.
Es en 1969, y luego de tener ya en su haber tres libros que surgieron a partir de acontecimientos verídicos relatados por aquella joven periodista, cuando se aventura a publicar un excepcional y tremendo libro lleno de una fuerza y una rabia que tienen como principal destinatario al género humano: Nada y así sea, «las cuatro últimas palabras de una terrible plegaria nacida de la más profunda desesperación», y solo al participar de la lectura de tan inquietante obra, nos volvemos partícipes de la plegaria.
Nada y así sea, escrita a partir de anotaciones en cuadernos de lo acontecido durante el periodo en que Oriana cubrió la guerra del Vietnam a finales de la década de 1960, relatada en primera persona en un tono acompasado y con un ritmo adecuado a lo que se va describiendo, una constancia fiel de los horrores de la guerra, de la rabia de una mujer para con el género humano por sus absurdos, y de cómo ella halla la respuesta a una pregunta que es la que sostiene la narración, que asume el perfil de una novela cuyos personajes son todos absolutamente reales.
«¿Qué es la vida?»; es la pregunta que su hermana de apenas cinco años le realiza a Oriana Fallaci, quien de manera torpe le da respuesta a tan colosal cuestionamiento. Al siguiente día partiría como corresponsal a Vietnam, insatisfecha y con muchas interrogantes sobre la existencia y con ganas de darse a ella misma la respuesta que no podía darle a su pequeña hermana.
Cerca de un año vivió al borde de la muerte, sufriendo las incoherencias de la guerra, los caprichos de hombres sin escrúpulos, las consecuencias del napalm, la rabia y el orgullo de los vietcong contra los siempre “bien intencionados” norteamericanos, el desafío de sobre-vivir “un día más”, y es sólo al final, y después de abandonar aquel país asiático, cuando va a México a informar sobre el movimiento estudiantil de 1968, y luego de los trágicos sucesos del 2 de octubre hallaría una respuesta válida para aquella plegaria.
Oriana Fallaci, una mujer fuera de lo ordinario que escribió libros extraordinarios, catalogados en su mayoría como obras de memoria periodística, forjados a partir de una voz lucida, coherente, humana, que sensibiliza y abre un canal profundo en la mente, el corazón y el espíritu.
En vida logró entrevistar a numerosos líderes y celebridades del siglo pasado, colaboró para diferentes diarios de muy reconocido prestigio, sus obras son valoradas, vendidas y traducidas en más de treinta países, y luego de casi una década de silencio, decide romperlo tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001, del que fue testigo como ciudadana neoyorquina, con La rabia y el orgullo.
Al final de su vida mantuvo dos fervientes luchas: una en contra del cáncer de mama, que la llevó a la muerte en un hospital de Florencia el 15 de septiembre de 2006, y la otra, en contra del fundamentalismo islámico, que la marginó de la vida pública por las constantes amenazas recibidas en su contra de parte de grupos extremistas y suicidas.
Fallaci logró mantener hasta su último día de vida, una mente lucida y consiente de si misma, tan lucida y conciente como su caligrafía, que nos habla de guerra, muerte, rabia, coraje, y de tantas otras cosas de lo que esta compuesta la vida y que a Oriana Fallaci le sirvieron para apreciarla, aún a pesar del dolor que infringe el ser humano a su semejante y eso no lo cambia nadie ni nada.
Una extraordinaria periodista que dejo constancia de los horrores del siglo XX y que su lectura nos recuerda lo frágiles e irracionales que podemos llegar a ser durante nuestra existencia. Su obra es un verdadero canto a la vida, que la Fallaci aprendió en la guerra, y nosotros no necesitamos ir a una para amarla, evitar la guerra… y nada y que así sea.