Tenía que suceder. Haber abandonado la calle, desactivado el descontento popular, cancelado la vía electoral, dejar libres los espacios ya conquistados por la democracia, haber destruido a priori cualquier intento de unidad, haber criminalizado, en vez de corregido las deficiencias de la MUD y considerado como colaboracionista a todo aquel que no apostara única y exclusivamente por la “salida de Maduro ya”, sin saber ni cómo, ni cuándo, haber tomado la vía abstencionista sin una agenda de acciones bien definidas y partiendo de la base falsa de que dictadura no sale con votos, haberse limitado a conjugar deseos que no preñan, solo podía llevar al desasosiego popular, a la desesperanza, a convertir los anhelos de cambio en una repetitiva frustración y a un considerable debilitamiento de la plataforma opositora, a pesar de que más de 80% de la población quiere un cambio de gobierno.
Imposible negar que con todos los hechos incomprensibles que rodearon la división de los grupos que persiguen el mismo fin con diferentes métodos, la oposición, lamentablemente, perdió coherencia, perdió espacios, perdió maquinaria, perdió credibilidad y se convirtió en una fácil presa para que un régimen, dispuesto a todo, clausure partidos políticos, apriete aún más el cerco represor y más intolerable su aparato de censura, más abusivo su secuestro de los medios, logrando con ello desconectar a la oposición del pueblo, desaparecer, acosar, acusar sin pruebas, y hasta torturar y “suicidar” a los líderes más recios, más carismáticos, más claros y decididos, ofrecer y dar las migajas de siempre a un pueblo que, ocupado en su supervivencia y abandonado por la oposición, no le queda otra opción que recibirlas y, en no pocos casos, agradecerla.
Si bien es cierto que muros afuera la comunidad internacional ha catalogado el régimen como una dictadura. Que el régimen ha ido perdiendo todas las batallas y va de derrota en derrota, en la OEA, en la OIT, en la ONU y posiblemente en la Corte Penal Internacional, hecho que se debe a la acción incesante de líderes que fueron animadores protagónicos de la MUD, como el hoy perseguido Julio Borges, a los que habría que añadir los de el también perseguido Diego Arria, solo para nombrar algunos que tienen posiciones diferentes dentro de la oposición, hecho que debería servir de ejemplo para reactivar la unidad, también es cierto que muros adentro vemos a un régimen que niega la crisis, manipula la realidad a su antojo, trata de aniquilar a una oposición dividida que no hace esfuerzos por evitarlo, estimula hasta el paroxismo las diferencias y los irracionales desencuentros de los grupos opositores, para así mantenerlos en un estado de discordia que los inutiliza y, lo que es más trágico, declarando su disposición de ir a una guerra civil que contaría con el apoyo de las FARC, el ELN, tal como lo han expresado dirigentes de esas organizaciones que ya están aquí ocupando parte de nuestro territorio, todo esto sin contar con que esperan el momento oportuno para imponernos una Constitución copiada de la cubana, con lo que los derechos ciudadanos quedan definitivamente conculcados.
Lo que estamos viendo es que el cerco de la dictadura se cierra sin llaves a la mano para abrirlo, y ante esta realidad, más que perturbadora, trágica, es impostergable responder una sola pregunta: ¿Qué hacer, muros adentro, para desactivar el percutor del cañón comunista montado por un régimen dispuesto a todo, y sin asomo de remordimiento contra una población arrastrada por el tsunami de la supervivencia y una oposición que, hasta ahora, ratifica aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? ¿Serán capaces los dirigentes de los distintos grupos de oposición, hoy enfrentados en un careo sin sentido, de escuchar el anhelo de todo un país por la unidad en torno a una alternativa de poder creíble, que pueda convencer a un pueblo que, inmerecidamente, sufre la barbarie comunista?
No son muchos los caminos que quedan a la oposición, de eso debemos tomar plena consciencia. Profundizar la brecha divisionista manteniendo las mismas diferencias que hasta ahora han tenido, tiene infinitamente menos sentido que buscar los puntos de encuentro necesarios para enfrentar a un régimen que, aun debilitado y repudiado como está, se toma el atrevimiento de ocupar todos los espacios, de criminalizar todo aquello que no sea de su agrado, y decir con la mayor desfachatez que del poder no hay quien los saque porque para eso tienen las armas.
Es bueno que cada grupo opositor se vaya bajando de su propia nube y se instale en el verdadero escenario en el que le toca combatir, y esa realidad nos dice que no es verdad que el régimen está a punto de caer, que si bien es cierto que más de 85% de la población quiere un cambio de gobierno, no es menos cierto que el régimen es dueño del micrófono principal, que tiene el carnet de la patria, las bolsas CLAP, las bonificaciones y las migajas que reparte tan irresponsablemente, tiene las armas, no se siente solo, tiene de su lado gobiernos como los de Rusia, China, Cuba, su principal doliente, y los ya citados grupos terroristas, y todo eso y mucho más, sumados a la decisión tomada de llevarnos a una guerra civil, si fuese el caso.
Estamos claros en que el camino que tiene la oposición por delante requiere sangre, sudor y lágrimas, y lo primero que tiene que hacer muros adentro es salir de la inercia, romper el silencio, activar el espíritu de lucha y hablarle con la verdad a un país que la está esperando. El problema radica en identificar cuál es la verdad para una multitud que lo único que pide y quiere es que el país mejore, que haya transporte, que no se vaya la luz, que tengamos agua, que se construya un eficiente sistema de salud, que haya trabajo, que haya seguridad, que cese la discriminación por razones políticas, que se destierren la corrupción y el abuso de poder, que no se criminalice la protesta, que no haya presos políticos, que se respete la Constitución, que los hijos no tengan la necesidad de marcharse porque aquí, más que en ninguna otra parte, están las herramientas para construir su futuro, y todos podamos vivir en paz y en democracia.
¿Tendrán todos y cada uno de los líderes de la oposición una consciencia clara de su debilidad para emprender una tarea de tal magnitud, o persistirán en su soberbia quienes creen ser dueños únicos de la verdad? ¿Quiénes tendrán el coraje de reconocer su responsabilidad en el desasosiego de una población que sufre y a la que solo le queda el recurso de sobrevivir con todo lo que esa acción implica? Personalmente creo que si hasta ahora casi todas las estrategias intentadas por la oposición unida fracasaron, fue por las interferencias de intereses ajenos a la agenda, derivados de esas luchas del liderazgo, por llevar el agua a su propio molino, lo cual fue una insensatez que no se puede repetir.
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