COLUMNISTA

Obreros de Hiram Abif. La manifestación del no manifestado

por Mario Múnera Muñoz P.G.M. Mario Múnera Muñoz P.G.M.

Cábala en hebreo es «recibo». Es una interpretación mística del Pentateuco, con la cual se pretende revelar los mensajes a la humanidad de los planos superiores o divinos. Es una transformación espiritual y una comprensión del Universo y de su creación. Sus senderos no suben, ni bajan, ni separan, ni unen, pero si no se recorren, no llegarán a sí mismo.

La Cábala es un sendero a nuestro interior, solo comprensible en el silencio de la meditación. Se puede considerar mística, si se mira desde la óptica que es la comunicación del ser humano con Dios, que está más allá del intelecto, de la razón, más allá de lo físico: suprafísico o metafísico, como la historia hebrea tiene también orígenes metafísicos. No es una ciencia especulativa, ni técnica mística. No pretende alcanzar lo divino, solo se conforma con acercarse a Él.

La interpretación de la revelación del mensaje está sometida al estado de conciencia y cualificación del estudioso. Dios penetra la realidad inferior, porque la realidad divina y la realidad humana son diferentes, hasta que el ser humano comprende a Dios, y este pasa a ser la realidad del mundo. Por lo tanto, la Cábala une al ser humano con Dios, es una unión «de lo no manifestado con lo manifestado». Ocuparse de este estudio significa instrucción y aplicación al no saber, porque lo que es verdadero es simple, por lo tanto, la Cábala es la ciencia de la verdad.

El cabalista es un ser humano que posee la Intuición de lo divino. En la Cábala, Dios es Dios, no hay nada que esté por encima de Él. Dios se llama Ayón, que en hebreo significa «nada», pues Dios está más allá de la razón, más allá de lo físico y de la misma existencia. No es movimiento, ni es inmovilidad, es «la nada absoluta». Es la totalidad de lo que es y no es. Como dice el Tao Te King: » Es la inmensidad en el gran lleno, en la inmensidad en el gran vacío». No tiene atributos, porque estos solo son parte de la existencia y esta es finita. Hay un dicho rabínico que reza: “El lugar de Dios es el mundo, pero el mundo no es el lugar de Dios».

La Cábala nos transmite que la razón de la existencia se debe a que «Dios deseaba contemplar a Dios», la no existencia, porque «el rostro no contemplaba el rostro». Dios extrajo de su lugar al Todo Absoluto, para que permitiera que apareciera un vacío en que pudiera manifestarse el espejo de la existencia… Este acto divino visualizó simbólicamente la luz infinita que rodea el vacío, del cual emana un rayo de luz que penetra desde la periferia hacia el centro y se manifiesta en diez etapas distintas de emanación, que se conocen como «las céfiro», donde se expresan los atributos divinos.

Las relaciones entre las céfiro se rigen por tres principios divinos: la voluntad, la misericordia y el rigor o justicia. También se le conoce como los tres pilares: la voluntad mantiene el equilibrio. La misericordia expande, fuerza expansiva. El rigor constriñe el flujo de la emanación, pasiva. De esta manera organizan los diez atributos divinos. Se le ha denominado a las diez céfiro la imagen de Dios, pero se le conoce como: “árbol de la vida».

La Cábala tiene un lenguaje simbólico y no puede explicarse por qué están más allá de lo físico, por puras abstracciones. 1- «Meter»: la corona, contiene todo lo que fue, es y será. Es la primera emanación y el último retorno. El atributo de Dios se expresa como: «Yo soy el que soy», y su rayo se expande bajo la influencia de la misericordia. 2- «Hokhmah«, la sabiduría. Está en el espíritu divino y humano, es el intelecto interior activo: tiene destellos de genio, inspiración y revelación. Su contrapeso es el lado de la severidad. 3- «Binah«, el entendimiento. Intelecto de capacidad pasiva, receptiva y reflexiva. Humanamente se manifiesta a través de la razón y de la tradición.