El arte real es el simbolismo y el rito. El símbolo le sirve al masón para desprenderse de lo cotidiano, de su entorno, para expandir conciencia. El arte real que se basa en el símbolo no te exige ser un monje, ni vivir en retiro, solo te propone una actitud de vida orientada hacia las virtudes, hacia el amor, la compasión y la bondad. Te propone a conocerte a ti mismo para poder comprender el mensaje de luz y verdad que te transmite el sendero iniciático. Te conduce a tu libertad interior y autorrealización, al contactarte con lo primigenio. Te coloca en un estado de plenitud, sin obviar tu vida profana. Para ser iniciado en los altos misterios en la antigüedad, era para personas muy cualificadas, de ahí que se le consideraba muy elitista. Y la iniciación pasaba por unas pruebas físicas muy fuertes, las cuales tenían como objetivo controlar «el egoísmo».
En este artículo no toco la palabra «ego», porque le daremos otra connotación diferente a lo que se le designa con su definición. Una breve explicación sobre el ego. El ego es algo psíquico que es de suma importancia en el ser humano, pues lo impulsa a su desarrollo en sus actividades en este plano, a tener buena salud, estudiar, progreso material y espiritual. En nuestro camino por este plano giramos bajo tres términos: autoestima – ego – egoísmo. Como puedes observar el ego está en el centro, está sometido a dos actitudes que le hacen daño y adquiere ese calificativo negativo, que no le corresponde.
Si no tienes autoestima, tu ego se daña y tiende a opacarse. Si tienes egoísmo, tu ego se deteriora y eres una persona que distorsiona tu entorno. Para desarrollarnos en el arte real es muy importante saber manejar y comportarnos con el ego, porque si el ego no está funcionando como debe ser, tu arte real no te evolucionará en el sendero iniciático.
¿Cómo llevar un ego bien equilibrado?, ¿cómo domesticarme a mí mismo? Con una actitud de vida basada en las fuerzas del cariño, amor, respeto, compasión y bondad. Si dirigimos nuestra vida pensando en el bien del mundo, estamos haciendo nuestro arte real. Es como una religión sin templos, sin dogmas y sin complejas filosofías. Los iniciados son liberados mediante la luz de la verdad. Hay que distinguir el signo de símbolo. El signo evoca una idea. En una familia, el padre es el símbolo. En una obra teatral sobre la familia, el papel que interpreta al padre es un signo. El símbolo provoca una presencia. El poder del símbolo de provocar una presencia no es cosa de creencia, es de práctica y el practicante sabe por experiencia cuánta verdad encierra. No es necesario creer, lo que se requiere es poner en práctica el arte – oficio.
Como toda verdadera ciencia, lo simbólico se prueba con experimento. La masonería es una institución basada en la razón, pero tiene su inconfundible señal de verdaderamente iniciática.
Algunos sostienen que la francmasonería no tiene esoterismo y nos acusan de tener un doble entendimiento que consiste en ver doble todo: «Lo iniciático y lo esotérico», y la masonería, en su definición es «iniciática» porque es un sendero hacia la luz, y también es «esotérica», porque es un sendero al interior de mí mismo. Consideramos, que de acuerdo con nuestro estado de conciencia, donde vemos mucho más allá de lo físico, la masonería posee una genuina tradición iniciática.
La tarea más expresa de nuestros rituales es la de descubrir sus genuinos secretos y restituirlos, porque los mismos secretos no pueden ser transmitidos y enseñados en una masonería operativa, igual que en la masonería especulativa o simbólica. En la operativa la técnica de oficio de enseñanza era «sensorio-corporal, la liturgia estaba reducida al mínimo. En la simbólica, lo único sensorial es la ceremonia, donde la iniciación abarca todo el hombre: mente-emoción-sentidos, y la falta de operatividad se ve compensada por: simbólico-liturgia.