Entre tantas expresiones que rebosan de ambigüedad engañosa, nos topamos con una que es inequívoca. Es inaceptable, pero esta declaración no admite interpretación en cuanto a su significado. La verdad es que no se anda con muchos rodeos la presidente de la pretendida constituyente de Maduro, Delcy Rodríguez, cuando manifestó, por la calle del medio, que “nunca entregaremos el poder”…
Después no se molestó en matizar o rectificar en algo, cuando muchos le reclamaron sobre el particular. Es que es público, notorio y comunicacional que tanto la citada declarante como los personajes de su círculo piensan exactamente así: “Nunca entregaremos el poder”…
No es de extrañar, el predecesor de su jefe proclamaba que iba a mandar hasta el dos-mil-siempre. Estos jerarcas de la «revolución bolivarista» harán todo lo que puedan hacer para mantener sus privilegios, en especial su impunidad. Han abusado tanto del poder, han cometido tantos crímenes bajo su amparo, han depredado tanto el patrimonio nacional, que saben muy bien que no tienen alternativa al poder, que no sea la condena universal, y no simbólica sino muy real.
Condena que puede venir como conclusión de innumerables procesos judiciales que están avanzando en muchos países, en donde la justicia es independiente, e incluso en jurisdicciones de carácter internacional, cuyos tratados fundacionales han sido suscritos –que no aplicados– por Venezuela, bajo el dominio de la hegemonía roja.
Tienen casi 20 años suministrando evidencia tras evidencia de que no tienen la más mínima intención de entregar el poder –y mucho menos por la vía electoral– y sin embargo todavía se encuentran por allí los que se rasgan las vestiduras para impulsar una transición armónica hacia la democracia y la reconciliación de todos los sectores políticos… Eso no va a pasar, si los dueños de la hegemonía pueden evitarlo, y a eso se dedican mañana, tarde y noche. Pero claro, el aprovechamiento opresivo y envilecido del poder no es ilimitado.
La palabra “nunca” no tiene validez en la dinámica política. Esta es cambiante por naturaleza, aunque una determinada realidad pueda estabilizarse o consolidarse por mucho tiempo. Pero es que nunca quiere decir para siempre, y el para siempre es algo muy arriesgado en la retórica y no existe en la trayectoria histórica. Hay regímenes que han durado demasiado y hay otros que se ufanaban en durar para todas las vidas, y no pasaron de algunos años, así estos se hicieran largos y penosos.
El punto importante, sin embargo, no es lo anterior, sino la disposición de los jerarcas del poder a permanecer en él, cueste lo que cueste. En particular al conjunto del país, que está siendo destruido para sostener a la hegemonía. Le atribuyen a Guzmán Blanco la conseja de que Venezuela era como un cuero seco, que al ser pisado por un lado se levantaba por el otro.
Y tuvo razón el general Guzmán, su propia experiencia lo testifica. Pero es que la referida conseja tiene el mérito de describir muy diversas circunstancias en variados países, comenzando, claro está, por el nuestro. “Nunca entregaremos el poder”, repiten como loros los jerarcas de la hegemonía roja. Ya veremos hasta cuándo lo van a seguir repitiendo.
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