A Juan Pablo Guanipa y a Andrés Velásquez, en reconocimiento a su valiente conducta en defensa de la voluntad popular
La Sala Situacional de Miraflores, constituida fundamentalmente por cubanos y algunos asesores de izquierda radical de origen europeo, planificó, con detalle y sin escrúpulos, la estrategia madurista para superar la crisis política, iniciada en diciembre de 2015, después del triunfo opositor en las elecciones parlamentarias. Su primer paso fue establecer tres objetivos como factores orientadores de esa estrategia: neutralizar la nueva Asamblea Nacional, recuperar la mayoría electoral y fracturar la Mesa de la Unidad Democrática. Las primeras acciones fueron orientadas a alcanzar el primer objetivo: designar inconstitucionalmente a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia y a los rectores del Consejo Nacional Electoral, la inhabilitación de los diputados electos del estado Amazonas y la declaración de desacato de la Asamblea Nacional. Al alcanzar el primer objetivo se planificó una importante ofensiva que se inició con la ilegal suspensión del referendo revocatorio; el empleo de una violencia criminal para reprimir la protesta ciudadana; la elección fraudulenta de una írrita asamblea nacional constituyente comunal; y la convocatoria apresurada a la elección de gobernadores, violentando los lapsos legales establecidos y sin incluir la necesaria elección de las asambleas legislativas de los estados.
Las rectoras del Consejo Nacional Electoral convencidas de la segura derrota de los candidatos a gobernadores del PSUV, decidieron no solo plagar todo el proceso electoral de abusos e ilegalidades, sino perpetrar un descarado fraude numérico de los resultados, cuyo caso más emblemático fue el ocurrido en el estado Bolívar. En consecuencia, las elecciones de gobernadores fueron sorprendentemente desfavorables para la oposición. Naturalmente, ha surgido la polémica sobre las causas de la derrota. La opinión pública, en general, cree que dichas causas se encuentran repartidas entre el abuso de poder, la abstención de amplios sectores opositores y el fraude generalizado. No satisfecho con eso, sin haberse aclarado todavía lo ocurrido, Nicolás Maduro, nuevamente haciendo gala de su talante arbitrario y dictatorial, exigió a los gobernadores electos de la oposición, su juramentación ante la írrita asamblea nacional constituyente comunal, so pena de ser inhabilitados políticamente. Lamentablemente, la decisión de los cuatro gobernadores de los estados Táchira, Mérida, Anzoátegui y Nueva Esparta, Laidy Gómez, Ramón Guevara, Antonio Barreto y Alfredo Díaz, pertenecientes a Acción Democrática, de aceptar juramentarse en contraposición a la actitud digna de Juan Pablo Guanipa, de Primero Justicia, gobernador electo del estado Zulia; y el enfrentamiento entre Henry Ramos Allup y Henrique Capriles han mostrado públicamente las graves tensiones existentes en el seno de la Mesa de la Unidad Democrática.
Ante estos graves hechos, distintos actores políticos han opinado que se requiere establecer una nueva estructura organizativa para la conducción de los sectores opositores que supere los problemas internos surgidos en la Mesa de la Unidad Democrática. Soy de los que creen que no hay tiempo para hacerlo. El régimen madurista está convencido de que es el momento propicio para consolidar su poder y ganar tiempo para enfrentar la inmanejable crisis económica que vive Venezuela. Su estrategia está clara: derrotar a la oposición democrática en las elecciones municipales a realizarse en diciembre y adelantar las presidenciales a principios del año próximo. Este reto obliga a realizar pequeños cambios en la estructura organizativa de la Mesa de la Unidad Democrática para dedicar todo el esfuerzo de su liderazgo a impulsar un amplio y exigente debate entre todos los sectores sociales que permitan definir una línea política para enfrentar exitosamente al régimen madurista. Los dilemas siempre han sido los mismos: ¿es posible aceptar competir en unas elecciones sin que se modifiquen las actuales condiciones electorales? ¿Existe algún margen de maniobra para poder negociar este único punto con el régimen madurista? La oposición democrática, a excepción de lo ocurrido en 2005, ha participado multitudinariamente en los procesos electorales, pero siempre con serios cuestionamientos al ventajismo oficial y a las dudas surgidas de los escrutinios.
¿Cuál debe ser la línea política que se adopte, en este momento, para enfrentar al madurismo? Particularmente pienso que la dirigencia opositora debe constituir un fuerte movimiento nacional e internacional para exponer la situación actual y exigir el cabal cumplimiento de las normas establecidas, incluyendo una capacitada e imparcial observación internacional, como condición sine qua non para poder participar en ese próximo proceso comicial. Sin embargo, entiendo que dar una respuesta a esta pregunta no es sencillo. Exige tener una mayor información de la que yo dispongo. Lo que sí está claro es que en la Mesa de Unidad Democrática conviven partidos políticos con distintas ideologías y diferentes objetivos. Esa ha sido la causa fundamental de las contradicciones de la Mesa de la Unidad Democrática. Es un aspecto que debe ser superado. No es posible mantener una coalición política si no existen coincidencias en aspectos fundamentales. Al establecerse una línea política, después de un amplio debate, todos los miembros de la alianza deben aceptarla y apoyarla. Si la línea política establecida contradice aspectos ideológicos o compromete intereses de un grupo en particular, la única solución posible es apoyar decididamente la línea política aprobada o retirarse de la coalición.
Es verdad que la unidad tiene una importancia casi mítica en la lucha contra el régimen madurista. Preservarla es fundamental, pero no es posible seguir permitiendo las contradicciones internas. Si la actual crisis en la MUD se hace inmanejable se podría preservar la unidad exclusivamente en el campo electoral, permitiendo que cada partido político mantenga suficiente libertad de acción para realizar el tipo de oposición que considere conveniente. Imaginarse distintos escenarios es imprescindible. La polémica periodista Thays Peñalver realizó en su último artículo un inteligente análisis histórico: “Calle y voto, voto y calle son dos, repito, apenas dos de las herramientas esenciales. Pero hay que dejar de mentir con que Maduro se va en dos semanas porque votemos, o porque saltemos a las calles, o porque recemos a los militares. El ciclo de Maduro que –repito, ha terminado– concluye en una implosión como toda revolución. La calle es en extremo necesaria pero no es ‘La Salida’. Toda toma de la Bastilla conduce a Napoleón. De la crisis constitucional rusa, del caos y el desmembramiento, surge Vladimir Putin como una necesidad… Se tiene que educar al elector, en que la calle debe ser usada para conquistar espacios, derechos y garantías, constante y decididamente. Pero si es usada por los políticos solo para cambiar al régimen y este no sale, las dos salidas obvias que quedan son Maiquetía y la abstención”. Comparto plenamente este análisis, aunque difiero en el final. Si el régimen no sale en esa oportunidad, saldrá en la siguiente. El liderazgo debe tener suficiente fuerza para lograr, aún en la derrota, sembrar el optimismo. Lo inaceptable es rendirse. Venezuela merece cualquier sacrificio. En todo caso, la lucha continúa. Adelante…
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