De nuevo el régimen de Nicolás Maduro recurre al diálogo con factores de la Mesa de la Unidad Democrática para mantener el poder. El presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, monseñor Diego Padrón, señaló que “los actores en el diálogo político, tanto del gobierno como de la oposición, perdieron la confianza del pueblo venezolano”. Monseñor Padrón considera que la falta de confianza se debe a que no hay sinceridad (palabra y acción van de la mano), por parte del régimen de Maduro ni de la MUD, en la hoja de ruta para salir de la grave crisis social que atraviesa Venezuela.
Antonio Ledezma, alcalde metropolitano de Caracas, señaló desde Madrid que no cree en un diálogo entre Maduro y la oposición. “Hay que replantearlo”, porque con el diálogo “han surgido más presos políticos”.
Hoy, una parte importante de la grave crisis política en Venezuela está determinada por la desconfianza de la mayoría en los principales actores políticos del oficialismo y la oposición.
En lo que respecta a los líderes de la MUD, los juicios de valor que más han afectado son la palabra con la acción (sinceridad) y el histórico de los compromisos (credibilidad). El manejo de los resultados del referéndum del 16 de julio, la participación en las elecciones regionales el 16 de octubre, y la juramentación de los gobernadores electos ante la asamblea constituyente han destruido la confianza en el liderazgo de la MUD. Mientras que el régimen de Maduro no es sincero, no tiene credibilidad, ni competencia. No cumple con los acuerdos del diálogo, por ejemplo, en noviembre 2016: “La liberación de algunos opositores encarcelados, colaborar para el ingreso de medicinas y alimentos al país, la celebración de nuevas elecciones legislativas en el estado Amazonas y el nombramiento de dos nuevos rectores del Poder Electoral”.
Cada vez que Maduro ha recurrido al diálogo alarga su “vida útil” en el poder. Con los anteriores evitó la aplicación de la Carta Democrática Interamericana y el referéndum revocatorio presidencial. Mientras que la dirigencia de la MUD ha perdido parte del capital político, disminuyendo la credibilidad de sus líderes.
En esta ocasión, el diálogo busca desmontar la presión internacional y las sanciones de Donald Trump, Canadá y la Unión Europea contra el régimen autoritario de Maduro. La responsabilidad del desmontaje y/o flexibilización de las mismas estaría en manos de los actores de la MUD que participan en la reunión de República Dominicana. Para lograrlo, la MUD utilizará el relato del “canal humanitario de alimentos y medicinas, (…) y la transformación total del modelo económico para detener la crisis social y el empobrecimiento generalizado en el país” [Julio Borges]. Porque el régimen de Maduro atraviesa por otro momento difícil, al no disponer de suficientes dólares para hacer frente al servicio de la deuda externa e importaciones de bienes y servicios el próximo año, y la hiperinflación. No tiene flujo de caja.
Los ingresos por exportaciones petroleras netas en 2018 estarán alrededor de 15 millardos de dólares con un precio de la cesta venezolana promedio año de 52 dólares por barril [OPEP]. Y las reservas internacionales registran el nivel más bajo desde 1990, con 145,6 toneladas en oro monetario, 1,2 millardos de dólares en derechos especiales de giro (SDR en inglés) en el Fondo Monetario Internacional (FMI), y 300 millones de dólares en reservas líquidas, según datos públicos.
Por lo que el proceso de renegociación de la deuda soberana y de Pdvsa requiere de la suspensión de las sanciones financieras impuestas por la administración de Trump hace tres meses. Porque el régimen necesita emitir nueva deuda en dólares para canjear los bonos por nuevos títulos con vencimiento posterior.
Asimismo, las sanciones de “baja intensidad” –embargo de armas y cualquier material destinado a la represión interna– de la Unión Europea hace 12 días perturban a la nomenclatura del régimen, porque todo está listo para “penalizar a individuos concretos” –una acción que aislaría aún más a la élite de la nomenclatura del régimen de las democracias occidentales (Canadá, Estados Unidos y Europa).
Por ello, el régimen de Maduro ve con mucho nerviosismo la libertad de Ledezma, porque desde el exilio será determinante en el éxito del nuevo diálogo propuesto por Maduro y los dirigentes de la MUD. A tal punto que el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores expresa: “Denunciamos ante la comunidad internacional (…) que grupos minoritarios de la extrema derecha de sabotear los esfuerzos y avance en el diálogo político en Venezuela (…) Exhortamos al gobierno español a abstenerse de promover dichas acciones que tratan de minar la paz en todos los venezolanos”.
La oposición tiene un nuevo aire. Necesita reconstruir la confianza con el país. Deberá alinear la palabra con la acción y cumplir con los compromisos acordados con las mayorías. Porque ir al diálogo para desmontar las sanciones terminará por afianzar el régimen de Maduro. Hay que replantearlo sin “agendas ocultas”, con objetivos claros y una hoja de ruta que permita la autorregulación del mismo, para asegurar “la salida democrática, constitucional, electoral y pacífica”.