Por definición y por experiencia, con el señor Maduro no pueden haber «años nuevos», sino solamente años viejos. Años marchitos por la ruina económica, la catástrofe social, el despotismo político, la rampante corrupción y la destrucción generalizada de la nación venezolana. Quien no se haya dado cuenta de esto, no se ha dado cuenta de nada.
No obstante, el señor Maduro desea, en declaraciones oficiales, que 2019 sea un «año grande para Venezuela». Y en un convencional mensaje de fin de año volvió a utilizar ditirambos y rimbombancias para tratar de caracterizar todas las maravillas que, según él, vendrán para Venezuela en 2019. La entrevista con Ramonet debe ir por allí. En el mejor de los casos eso es pura paja. En realidad, es pura tragedia.
Solo una cosa sí podría hacer Maduro para que 2019 tuviera siquiera una mínima oportunidad de ser un año grande para Venezuela. Y esa cosa es irse del poder. No me refiero a irse por obra de su espontánea voluntad, pero por lo menos aceptar irse del poder. Ello permitiría la posibilidad de que comenzara una nueva etapa en el país; que pudiera iniciar el muy complejo camino de la reconstrucción integral de nuestra patria.
No creo que Maduro tuviera eso en mente cuando proclamó la grandeza del año 2019… Pero sería lo único que podría hacer grande o bueno al año que pronto comienza. Que haya un cambio político de fondo que, desde luego, sería imposible sin la salida de Maduro. ¿Hay condiciones para eso? Claro que las hay: ruina económica, catástrofe social, despotismo político, rampante corrupción y destrucción generalizada de la nación venezolana, son condiciones más que suficientes.
Ahora bien, ¿hay voluntad política para alcanzar ese cambio? En factores reconocidos del espectro oficialista, que se han separado de Maduro, sí parece haber voluntad en ese sentido. Entre los factores principales de la oposición política esa voluntad luce minoritaria. Por ello, cobra mucha importancia el reciente pronunciamiento de los juristas con conocimiento en derecho constitucional, al reiterar el carácter ilegítimo, del régimen de Maduro.
Ojalá y sean debidamente atendidos por los que están, prioritariamente, llamados a hacerlo. En la base social del país esa voluntad existe, pero espera una conducción decidida para poder manifestarse.
Para que Venezuela tenga, en rigor, un “nuevo año”, es indispensable que el ripioso régimen que Maduro encabeza, sea superado, sea dejado atrás. De lo contrario, es imposible que haya nada nuevo, nada innovador, nada esperanzador. Y lo que se necesita no es solo un nuevo año, sino una nueva época, un nuevo período de nuestra historia. Uno que nos abra los caminos del desarrollo y la democracia.
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