Estamos viviendo, sin duda, un fenómeno atípico para quienes nos observan y se relacionan con el gobierno transitorio de Juan Guaidó. Ello es un asunto complejo visto a través de los ojos de terceros, aun en el caso de que entiendan a cabalidad y que compartan el hecho de que el gobierno interino es la salida legal más cabal y ortodoxa para el restablecimiento de la paz y la normalidad en nuestro país y su retorno a la democracia y al crecimiento.
No existe incomprensión de parte del mundo que nos rodea en torno a la situación “sui generis” que atravesamos ni de la necesidad de ponerle punto final al gobierno que usurpa el poder en Venezuela para iniciar una etapa de solución de su emergencia humanitaria y de reinstitucionalización del país. Es claro igualmente para todos que sin ello Venezuela permanecerá en el caos que afecta al conjunto de la población que aún permanece dentro de las fronteras y al conjunto de la diáspora dispersa por el planeta.
La mejor muestra de cuánto el entorno externo entiende nuestra crisis es que cerca de 60 de los más destacados países de la escena internacional reconocen al gobierno del presidente interino, lo que por imperio contrario quiere decir que desconocen al régimen que aún actúa desde el país y maneja a su guisa las cuentas nacionales.
En lo externo, el presidente de la Asamblea ha dado un importante paso al designar a un grupo de representantes para interactuar formalmente frente a otras naciones y hacer evidente los fines y propósitos de la nueva administración del mandatario interino, Juan Guaidó. Buena parte de este grupo de embajadores se han encontrado con reacciones diferentes de parte de los países dentro de los cuales van a desempeñar sus tareas.
Una de las razones puede deberse al hecho de que uno de los pasos que aún falta por completarse es el de la designación de un canciller que cuente, a su vez, con un equipo de primera línea para generar políticas externas y abordar profesionalmente las dificultades políticas particulares y específicas de cada destino. El esfuerzo que viene realizándose a este fin por parte de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea es encomiable y habría que calificar de heroico el desplegado por el parlamentario Francisco Sucre. Ello es así por la complejidad de la escena internacional, por el peso grande que Venezuela hoy tiene dentro del concierto de naciones dada su situación política, económica y social y sobre todo por la atipicidad de la relación que se intenta mantener y desarrollar con terceros países. Todo ello sin contar, además, ni con sedes adecuadas ni con medios económicos que lo hagan posible.
La realidad es que lo que se está desarrollando por fuera de nuestras fronteras resulta ser un factor esencial de la resolución de nuestros conflictos y de nuestro retorno a la vida democrática y, por tal motivo, necesitaríamos emplear, de manera organizada, todo el talento del que disponemos en la esfera formal del conocimiento de la geopolítica mundial. Esta sería la menor manera de apoyar a nuestros nuevos representantes en la doble tarea de establecer relaciones formales con los gobiernos frente a quienes están acreditados, a la vez que dotarlos de las herramientas necesarias para atender a la inmensa diáspora venezolana en esos países, lo que es una función principalísima e impostergable de su función. Ni hablar de la importancia de la resolución pronta de las dificultades logísticas y económicas que estos embajadores deben enfrentar en el exterior en el cumplimiento de sus tareas.
Nuestros mejores capitanes en las lides internacionales deberían ser convocados a fin de convertirse en un centro de pensamiento, de acción y de resolución de dificultades para quienes les toca desempeñarse por fuera de nuestras fronteras en la difícil tarea de evidenciar el plan que se intenta acometer con la transición propuesta por el presidente Juan Guaidó y de llevar a los escenarios gubernamentales, empresariales y a las academias, además de a los organismos multilaterales, los postulados del Plan País y su manera de viabilizarlo.
El sector externo, hoy por hoy, debe ser cuidado con esmero porque buena parte de nuestro desempeño futuro se hará con la participación de esas terceras naciones y organizaciones que nos han tendido la mano. Pero con el concurso, también, de aquellos que aún no han entendido ni comparten el fin último de recuperar la libertad y el derecho al progreso perdidos en nuestro país.