El extraordinario éxito de la concentración, convocada por la oposición democrática, para conmemorar los 205 años de la Batalla de la Victoria y el Día de la Juventud, el optimismo mostrado por Juan Guaidó en sus palabras al ratificar, con coraje, que la ayuda humanitaria entraría a nuestro territorio el próximo 23 de febrero y que Nicolás Maduro abandonaría el poder, en el menor tiempo posible, obliga a pensar que existe un plan perfectamente diseñado que definiría, en poco tiempo, el destino de Venezuela. Por supuesto, no lo conozco. De todas maneras, creo de interés discutir el desarrollo que han tenido últimamente los posibles escenarios que he planteado, a fin de poder determinar la influencia que cada uno pueda tener en la solución del grave enfrentamiento existente entre el madurismo que controla, aparentemente, los factores de poder a nivel nacional, y una oposición democrática que ha logrado consolidar el apoyo de las grandes mayorías nacionales y un sólido respaldo internacional. Ellos son: la negociación, la salida militar y la intervención militar multilateral. Lamentablemente, la testarudez de Maduro, al no querer aceptar la convocatoria a elecciones generales, amenaza con conducir a Venezuela, indefectiblemente, a un período de violencia de consecuencias impredecibles.
La negociación pareciera no tener mayores posibilidades de éxito. Nicolás Maduro siempre buscó utilizarla, aviesamente, con el único propósito de ganar tiempo y engañar a la comunidad nacional e internacional, aferrándose a propuestas imposibles de aceptar por la oposición democrática, con el consecuente fracaso de todos los intentos de diálogo. El papa Francisco, respaldado por la Conferencia Episcopal, evidencia esa conducta engañosa, con absoluta claridad, en su última carta en respuesta a una misiva enviada por Nicolás Maduro, mediante la cual le pedía su apoyo para unas nuevas negociaciones. Esta actitud fraudulenta del régimen ha traído por consecuencia la radicalización de las posiciones políticas, en rechazo a esta forma de solución que hubiera conducido, pacíficamente, a unas elecciones democráticas, justas y equitativas, como solución de la tragedia venezolana. Ante el temor cierto de que puedan surgir hechos de violencia, un sector de la oposición planteó recientemente la realización de un referéndum consultivo para que “el soberano” defina si se debe ir o no a elecciones generales. También se ha discutido la posibilidad de constituir un gobierno de unidad nacional entre el madurismo y la oposición democrática. Ambas opciones han sido mayoritariamente rechazadas por la opinión pública.
La salida militar se ha transformado en la alternativa de solución que busca y desea la mayoría de los actores internacionales que tiene intereses vitales en la solución del grave problema venezolano. La razón es muy sencilla. Fracasada la negociación, es la alternativa de más bajo costo para Venezuela y la región. Además, la Fuerza Armada Nacional, históricamente, ha sido un factor fundamental en la solución de las grandes crisis políticas. Justamente, ese es el llamado que nuestro pueblo les hace a los cuadros militares para que colaboren en impulsar un cambio político respaldando el llamado a elecciones generales. También, mis compañeros de armas deben entender que el destino de nuestra institución se encuentra en un grave riesgo. A propósito de esta realidad, ha circulado un video que muestra a Diosdado Cabello en un mitin organizado por él en la Escuela de Aviación Militar, en el cual los jóvenes cadetes y del PSUV entonan cantos político partidistas y dan vivas a Nicolás Maduro. Ese ejemplo muestra la conducta amoral y cómplice de los altos mandos de estos veinte años, que han realizado todos los esfuerzos para convertir a la Fuerza Armada Nacional en un cuerpo de milicias al servicio de un partido político, olvidando que nuestra organización es una institución del Estado y no de un gobierno o persona en particular. Afortunadamente, ese esfuerzo ha resultado infructuoso. La prueba está representada por la gran cantidad de profesionales militares detenidos y torturados por oponerse a ese atentado contra el profesionalismo y la institucionalidad.
Los venezolanos se preguntan, angustiados como se encuentran, qué puede estar ocurriendo en el seno de la Fuerza Armada Nacional. Para mí mismo es difícil saberlo. Lo que sí sabemos es que Hugo Chávez dedicó gran parte de su vida profesional y política a la destrucción de los valores y principios tradicionales de la institución armada para controlarla y ponerla al servicio de sus más oscuros intereses. Sin embargo, a pesar de haber obtenido algunos logros, ese esfuerzo no rindió los frutos esperados. Simplemente, no es posible borrar en veinte años los valores y la forma de pensar arraigados en el profesional militar por más de un siglo. Se ha impuesto la tradición sobre las nuevas ideas. Además, el rotundo fracaso de la gestión de Nicolás Maduro, con su nefasto modelo económico y político planteado, es rechazado por los propios cuadros militares. El único aspecto en el cual se le puede reconocer un éxito importante al régimen chavista-madurista es en el de la conformación de una organización de inteligencia para la represión, que no estratégica ni de combate, para controlar la vida privada de los cuadros militares y sus familiares que les permite ejercer el amedrentamiento y la represión, en particular para aquellos sospechosos de disentir del régimen. Sin embargo, este es un aspecto que se ha debilitado considerablemente, gracias a los efectos de la inmensa crisis nacional, por lo cual creo que, en determinadas circunstancias, importantes sectores de la Fuerza Armada Nacional podrían reaccionar en contra del régimen madurista.
La intervención militar multilateral se presenta, en este momento, como el escenario más probable. Es curioso, nadie quiere que ocurra porque todos entienden la tragedia que significaría para nuestro pueblo, para Venezuela y para la región, pero la terquedad de Nicolás Maduro y los intereses de la mafia que saqueó nuestra patria posiblemente obligarán, en un tiempo relativamente corto, a que la alianza militar constituida por Estados Unidos, Brasil, Colombia, la mayoría de los países de América y de Europa se decidan a ejercer su fuerza política, económica y militar a fin de quebrar la voluntad de lucha de la debilitada dictadura madurista. Sus supuestos aliados, Rusia y China, actuarán de manera diferente. Rusia amenazará los intereses norteamericanos en el Asia y en Europa buscando obtener beneficios geopolíticos sin intervenir activamente en las acciones militares. China actuará de una manera mucho más discreta. Es posible que emita algunas declaraciones criticando la intervención, pero sus intereses económicos en el mercado norteamericano y en el de un futuro gobierno democrático impedirán cualquier respaldo al régimen madurista. Cuba se retirará con rapidez de Venezuela. Bolivia y Nicaragua se limitarán a dar altisonantes declaraciones.