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Nelson y su «vida de rico» en Venezuela

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Nelson voló desde Caracas hasta Miami con la promesa que su amigo lo recibiría en su casa y le daría un trabajo. Esto nunca sucedió. Ya con el mar Caribe de por medio, con su maleta, 700 dólares en los bolsillos y la promesa de ayudar a su familia en Venezuela decidió quedarse. ¿Y ahora qué hago? No conozco a nadie más en esta ciudad.

Su amigo nunca le contestó el teléfono. Esa primera noche tuvo que quedarse en el hostal más barato que consiguió y la noche siguiente lo que hizo fue quedarse hablando con el empleado del lobby, al que le pidió dormir en uno de los sofás de la recepción, todo por ahorrarse el dinero. Alrededor de dos meses antes Nelson había logrado irse de vacaciones con su esposa a la isla de Margarita, a uno de estos famosos resorts que alquilas por una semana. La última noche bajó a la piscina para tomarse unos tragos y allí conoció a este señor (llamémoslo “Fulano”); ambos se cayeron muy bien, tanto que terminó invitando a Nelson y a su esposa a quedarse unos días más con todos los gastos pagos.

Fulano siempre estuvo vestido de marca, luciendo lentes y relojes costosos. Nelson no. Él se encargaba de la ruta para surtir de mercancía las tiendas de una famosa franquicia de ferretería y artículos del hogar; y a pesar de que vivía tranquilo, nunca se había podido dar los gustos y lucir como su amigo Fulano. “Miami debe ser muy buena, se debe hacer burda de billete”, le decía a Fulano entre shots de tequila y cubalibre, tanto así que terminó siendo convencido de irse a Miami a trabajar con él por un tiempo, y que además tendría un techo donde quedarse.

Nelson se había sacado la visa americana “por si acaso”, pero nunca había pisado Estados Unidos, y en cuestión de días planificó todo para los meses que estaría trabajando en suelo norteamericano. Nada salió como esperaba. Hoy en día su esposa también está en Estados Unidos, trabajando al igual que él, y con la meta de ahorrar lo más que puedan para devolverse a Venezuela y darse la vida de reyes que nunca han podido darse.

Con tantas reconversiones, carnets de la patria, 1 millón por ciento de inflación, desabastecimiento, inseguridad –y todos los problemas que ya conocemos– me queda la duda de si su vida ideal en el país es tan viable como él cree, pero bueno, creyó en un fulano que conoció bebiendo en un hotel en Margarita. ¿Fue un acto de irresponsabilidad, desespero o valentía? Solo él lo sabrá. Hay gente que vive más de la fantasía, por más que la realidad toque a su puerta.

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