Quisiera precisar un par de conceptos relacionados con nuestra propuesta de la semana pasada sobre la necesidad de que la oposición, que representa a la gran mayoría de los venezolanos, y el gobierno, que detenta el poder y la fuerza, se sienten con aval multilateral en una mesa de negociación para buscarle una salida integral a esta madre de las crisis a la que está sometida la nación.
Claro que es un tema áspero. La mayoría de las negociaciones que se originan después de conflictos, tragedias y dictaduras son amargas, pero siempre será mejor que una confrontación mayor en la que no habrá ganadores sino más dolor y sufrimiento para el pueblo venezolano. Es duro para quienes no son los responsables históricos ni han gobernado sentarse a buscar salidas a los problemas causados por una pésima gestión y una errada visión política de la sociedad. Pero es nuestra realidad.
Negociar no es desprenderse de la razón, entregarse al adversario y mucho menos ser pusilánime, como un amable lector se expresó para desahogar su ira. Es una oportunidad para el gobierno, que está hundiéndose con el país; para la oposición, que puede ayudarnos a salir de esta tragedia; pero fundamentalmente lo es para Venezuela en su conjunto, que no se merece tamaña crisis, pobreza y conflictividad. Entregar la verdad nunca, pero razonar siempre, hay salidas civilizadas hasta para las peores confrontaciones.
El otro punto que quería señalar es la referencia que hizo el señor Maduro ante un grupo de sus partidarios sobre la diáspora venezolana. No sé quién lo asesora, pero tratar de humillar a quienes se han ido del país con comentarios como «están lavando pocetas como esclavos y mendigos» es una afirmación no solo irrespetuosa, sino alejada de la realidad; que los jóvenes que se han ido buscando oportunidades tengan que realizar trabajos difíciles para insertarse en las nuevas sociedades no denigra. Quienes hemos tenido padres o antepasados emigrantes, incluido el señor Maduro, debemos ser prudentes y respetuosos al referirnos a nuestra diáspora, especialmente cuando la partida de la mayoría de nuestros jóvenes, nuestros hijos y los hijos de toda Venezuela recae en los hombros de quien sometió al país a tamaño deterioro.
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