Al meditar sobre el desastre que padecemos las mayorías en Venezuela, solo pienso en una solución: los demócratas debemos acordar unas reglas de juego para llevar a cabo la reconstrucción de nuestra anhelada libertad y vencer a la dictadura. Aunque sé muy bien que son tantos los problemas que nos amargan la existencia y destruyen nuestra dignidad de vida, que su superación no puede depender de un solo hecho sino de muchas respuestas y acciones. El daño generado por el chavismo-madurismo ha sido muy grave. A pesar de ello, sigo creyendo que si logramos un consenso le daremos mayor efectividad a nuestra lucha. No será garantía de rápida victoria, pero sí seríamos coherentes, organizados y la comunidad internacional se animaría a dar los pasos “definitivos” contra el régimen.
Es urgente reconstruir la Mesa de la Unidad Democrática, pero ambicionando algo más que una alianza electoral. Hay que aprender de los aciertos que nos permitieron obtener la victoria electoral de 2015, y de los errores que nos llevaron a desaprovecharla en los dos años siguientes. Considero que un elemento fundamental a revisar son los mecanismos de toma de decisiones. Hay muchas denuncias que nos hacen recordar lo que nos llevó en parte a este desastre: el “cogollismo”, es decir, no escuchar a todos los actores y por tanto decidir sin su aprobación. No es fácil, sin duda, pero debemos crear un método que logre combinar participación y eficiencia en la lucha, y un pacto ayudaría a aceptar las consecuencias de asumirlo. Sea cual sea la decisión, todos debemos respetarla.
Se ha dicho mucho que no estamos preparados para establecer algo parecido a un pacto de Puntofijo. Es lamentable, pero es una realidad al referirnos a un consenso con el chavismo-madurismo. ¿Y entre nosotros? Creo que debemos hacer todos los intentos para lograrlo entre los demócratas. Se nos va la vida y el país en ello, y esto es real, porque la actual dictadura no solo destruye las libertades, sino también las condiciones en que se sustenta la vida: alimentación, salud y seguridad. ¿Por qué no somos capaces de ver la gravedad de la situación? Hablamos tanto de ello, pero a la hora de actuar seguimos dispersos. Un primer paso sería conocer nuestros principios y valores comunes: la nación que soñamos; y después lograr establecer las diferencias que nos ayudarían en lo referente a los mecanismos de conciliación. Tanto hablar de la necesidad de un verdadero diálogo y no vemos la oportunidad que tenemos de establecerlo entre todos los opositores.
Un tema que debemos discutir y llegar a unas líneas comunes es lo relativo al ejercicio del voto. Por mi parte, las últimas “elecciones” me han generado muchas dudas en lo que se refiere a su efectividad, pero no tengo vocación de abstencionista. En artículos anteriores he ofrecido los argumentos que sostengo a favor del voto en medio de las peores condiciones, y considero que no han perdido vigencia. Pero es algo que se debe discutir y acordar una estrategia común. En ese sentido, las elecciones locales del próximo 10 de diciembre creo que nos van a dejar varias enseñanzas, porque todo indica que caeremos en errores que ya creíamos superados. Y, por otro lado, en algunos lugares los vecinos están mostrando una relativa organización y espero que eso les dé resultados.
El pacto entre los demócratas, una vez redactado en un gran esfuerzo de participación ciudadana, debe ser llevado a votación para que obtenga el respaldo popular. Pero dicha consulta debe ser bien clara (y realista) en las preguntas, para no generar las falsas expectativas que produjo en algunos la consulta del 16 de julio de este año. De esta manera, los partidos y las organizaciones que lo firmen se verán animados a cumplirlo, y se lo pensarán dos veces a la hora de violarlo. No podemos seguir de brazos cruzados, hay que soñar con un mejor país y establecer los medios adecuados para hacerlo realidad.
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