La percepción política de los venezolanos ha sufrido una profunda transformación en estos tres últimos años. Así lo demuestran todas las encuestas. No creo que el triunfo en las elecciones regionales y municipales del oficialismo indique un proceso de recuperación popular del madurismo. Tampoco señala un real debilitamiento de las fuerzas opositoras. Al contrario, su fortaleza se ha incrementado ante el impresionante crecimiento de un amplísimo sector social que se identifica como independiente, pero que rechaza inequívocamente al régimen chavista. Ambas circunstancias, aunadas al creciente mea culpa de los chavistas honestos, constituirán un factor que influirá, de manera decisoria, en el resultado de las elecciones presidenciales de este año. Este inmenso desastre, conocido como la revolución bolivariana, ha creado tal decepción en el pueblo chavista que puede transformarse en uno de los actores fundamentales para lograr el importante cambio político que marcará, este año, el futuro de Venezuela.
Incorporar a ese chavismo decepcionado a la lucha democrática no es fácil, pero es posible si se interpreta cabalmente las razones de su decepción y se transmite un mensaje coherente que le dé respuesta a sus particulares inquietudes. Esta caótica situación de los venezolanos se ha producido por dos razones fundamentales: la fracasada ideología socialista y un perverso manejo de la economía, caracterizado principalmente por un inaceptable despilfarro, acompañado de una galopante corrupción, que ha tenido por consecuencia la actual inmanejable hiperinflación. Además, la incapacidad del Estado para encontrar una solución al ineficiente funcionamiento de los servicios públicos, principalmente, salud, electricidad, gas, transporte y seguridad. Los partidos democráticos deben explicarles a los sectores populares chavistas, de una manera clara y sencilla, las verdaderas causas de la crisis económica y social, planteando reales alternativas para mejorar su situación.
Ahora bien, conquistar la voluntad de esos dos grupos sociales, independientes y chavistas decepcionados, requiere vencer varios escollos. El enemigo a vencer será, fundamentalmente, la abstención. Veamos los aspectos que influyen en la manera de pensar de ese multitudinario grupo social que se presenta como independiente. En primer término, se discute la posibilidad real de que pueda ocurrir un fraude electoral ante el ventajismo oficial. Por ello, es imprescindible, para abatir la abstención, que los partidos democráticos logren estructurar una organización ciudadana lo suficientemente militante, creíble y eficiente en la defensa del voto, para así convencer a los venezolanos de que, de ocurrir una votación masiva, las posibilidades de fraude serían significativamente minimizadas.
El segundo aspecto a considerar es la credibilidad de los partidos políticos. La crítica, con razón o sin ella, es muy severa. Esa crítica se ve fortalecida por el fenómeno mundial de la antipolítica. En Venezuela se utilizó para debilitar la estabilidad de la democracia civil, en la década de los noventa, favoreciendo el triunfo de Hugo Chávez. La relación, entre la masa de votantes independientes y los partidos políticos, es difícil. La solución de este problema exige que la dirigencia política acepte discutir públicamente aspectos fundamentales en la conducción de la oposición, tales como: la forma de elección del candidato presidencial, los aspectos más importantes del programa de gobierno, la escogencia del equipo de campaña y, de manera fundamental, cualquier materia que se requiera negociar con el régimen madurista. Si se logra establecer una mutua confianza, entre dirigentes y electores, se garantizaría una presencia masiva de votantes que traería por consecuencia la segura derrota de Nicolás Maduro.
El tercer aspecto en discusión se refiere a determinar si el imprescindible cambio político se debe alcanzar a través de elecciones o mediante el uso de la fuerza. El creciente desprestigio de la Fuerza Armada Nacional ha venido debilitando la tesis histórica de que la solución de la crisis nacional podría surgir de una acción militar. Lo mismo ha ocurrido con el uso de la protesta violenta. Curiosamente, se han venido fortaleciendo otras formas de lucha: la protesta pacífica; las negociaciones, conducidas con perspicacia e inteligencia; y las elecciones, evitando el riesgo de un posible fraude. Estas inquietudes de los sectores de oposición independientes deben de ser analizadas, con detalle, por los partidos políticos para promover un trascendente diálogo que les permita recuperar su natural liderazgo. La dirigencia política debe insistir en lograr que los sectores independientes perciban una sincera y real unidad de discurso que ratifique su entrega por el restablecimiento de la democracia y la derrota del madurismo. A través de ese mensaje sería posible conquistar la confianza y la voluntad de los que anhelamos el fin de esta tragedia.
El aspecto más importante en la discusión que surge en los sectores decepcionados y honestos del chavismo se refiere a las condiciones que tendría un proceso de transición política después del final del gobierno madurista. Es natural que se encuentren temerosos de posibles represalias. Nuestro futuro candidato presidencial debe darle solución a esa creciente inquietud izando la bandera de la reconciliación nacional, con el fin de garantizar a todos los venezolanos, incluyendo a los chavistas, el ejercicio de sus derechos políticos, económicos y sociales. Ese ambiente de concordia nacional debe permitir que Venezuela se reconstituya, como lo pauta la Constitución de 1999, en un verdadero “Estado democrático y social de derecho y de justicia, que propugne como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Es fundamental que el nuevo gobierno logre crear las condiciones que le permita enfrentar la inmensa crisis política, económica y social que vive nuestra patria, con la eficiencia y eficacia necesarias, para poder garantizar un destino promisorio a nuestras futuras generaciones.