La complicación de los últimos años y particularmente en 2017 es que un asunto interpreta y hacen los políticos, y otro lo que va desarrollando el mundo, que está en pleno proceso de cambios, mientras en Venezuela cierta dirigencia de parte y parte parece empeñada en que todo siga igual o, al estilo gatopardiano, en hacer los cambios necesarios para que todo siga como está. Afortunadamente las excepciones existen.
Los opositores/MUD más o menos organizados en una unidad de temporales conveniencias buscan que el mando regrese a sus manos para gobernar como lo hicieron sus antecesores, aquellos que perdieron el gobierno y la fe ciudadana por confiarse solo en sus propios intereses y percepciones cupulares.
Quienes los sacaron del mando hace ya casi dos décadas, y que, por una mezcla bien usada de ingenuidad popular, torpeza partidista y asesoría castrista siguen aferrados a él, tratan de embaucar a quienes, si no por comisión sí por omisión y pequeñeces los han ayudado a mantenerse al frente del país, sentados sobre charreteras militares, estructura social comunista y endeudamiento abrumador. Los países dan para mucho pero no para tanto.
Dictaduras más feroces y poderosas han terminado diluyéndose entre muros despedazados y necesidades ciudadanas insatisfechas, la castrocomunista cubana está muriendo de vieja y la venezolana muestra síntomas gravísimos de indigestión, que no se alivia con Alka Seltzer, no se consigue, ni laxantes tampoco hay, ni siquiera la discreta sal de fruta ENO ni el explosivo y contundente bicarbonato.
Ya ni siquiera somos una dictadura petrolera, hemos caído a las profundidades de la absoluta corrupción, hiperinflación, economía destruida, vergüenza de deudores incapaces de pagar, un Estado que no puede alimentar ni cuidar adecuadamente a su población.
Ese es el llegadero que ha sido 2017, es la compleja y peliaguda realidad que se nos viene encima en 2018. El mundo está cambiando, la tiranía castrista agoniza en Cuba, la china conserva el mando, pero abre puertas gigantes a la iniciativa empresarial; el autoritarismo putiniano sueña con una Rusia superpotencia –a sabiendas de que misiles, tanques y batallones envejecen, se oxidan–, Moscú incentiva, entre corrupciones y liberalidades, que su economía crezca, progrese y alimente a sus ciudadanos.
Todos saben que el poder ya no está en el control de los pueblos ni en el impagable dominio de los ejércitos, sino en los estómagos llenos y las necesidades satisfechas de los ciudadanos. Los países tienen dificultades, tropezones, errores y aciertos políticos, pero las economías avanzan por su propia cuenta en Europa, Latinoamérica, Asia y África.
Excepto en nuestro país, porque algunos de nuestros políticos –más bien politiqueros– siguen interpretando el poder como control y no confían en la libertad de una economía que ninguno entiende de manera adecuada.
Deseo para Venezuela, sus ciudadanos y nuestros lectores un próspero año nuevo, aunque sabemos que la prosperidad no nace jamás del manejo y control de la miseria. Por eso, nuestro más franco y honesto deseo es que los dirigentes aprendan de una vez por todas esa lección. Que lo único que la economía necesita para generar bienestar es libertad. Como no lo entenderán, porque va contra sus propios egoísmos y temores, es hora de que se vayan de una vez por todas. Todos.
Agradecemos a todos la gentileza y paciencia de leernos, a Dios porque permite que aprendamos de las desgracias, de estas casi dos décadas de errores que jamás podrán ser olvidadas por los venezolanos. Y eso es bueno para un país que sigue siendo joven, porque cambiar es tarea de jóvenes decentes, de principios éticos morales y buenas costumbres ciudadanas.