El régimen pena la crítica con expulsiones y marginamientos. Se sabe. Es la vocación autocrática y policial. Dentro de la oposición debería ser distinto; pero no lo es. Especialmente entre quienes siguen sin chistar lo que dice –o decía– la MUD. Progresivamente, los factores que la dominan marginan –cuando pueden– el pensamiento y las actitudes críticas.
Hay escribidores, articulistas, políticos de la tercera edad, jóvenes atrevidos e improvisados, analistas y periodistas que funcionan como la infantería que ataca toda disidencia y que funciona como el Santo Oficio en defensa de las decisiones de la MUD; sean unas o las contrarias. En las semanas recientes se pudo ver un episodio nuevo de la vieja intolerancia.
Los dirigentes habían dicho en los meses de la protesta que jamás aceptarían ir al disparate de las elecciones regionales. Toda la oposición compartió tal criterio. Luego cambiaron de política y adoptaron la tesis de las elecciones regionales. Otros factores de la sociedad se opusieron a esa súbita mutación. Pues, nada, comenzó el pelotón de censores a arremeter en contra de los que opinaban distinto. Más adelante, un número importante de ciudadanos expresó su decisión de no votar; allí se desató una de las más lamentables e inútiles guerras, esta vez en contra de “los abstencionistas”. Misteriosamente, cuatro días antes de las elecciones, al observar el desastre de la MUD que atacaba a una parte de la propia oposición llena de dudas, los jefes ordenaron detener la campaña en contra de los que se negaban a votar. Esta conducta duró poco tiempo, porque una vez conocidos los resultados, se achacó la catástrofe de esa política de nuevo a los abstencionistas, siendo que los números mostraban que la abstención no era la causa del desastre sino el colosal fraude que esos dirigentes de la MUD decían que no era posible, dada la vigilancia que los testigos mantendrían (y no mantuvieron) en todas las mesas electorales. Viraron otra vez al evidenciarse el fraude.
El nuevo episodio es que, contra toda previsión, los partidos que ayer participaron en las regionales ahora son “abstencionistas” para las municipales, y la infantería de la antigua MUD se mueve, sin el más mínimo asomo autocrítico, a respaldar la posición que ayer apenas les revolvía el hígado.
Lamentablemente, los incondicionales se han convertido en acríticos portadores de la represión intelectual para servir –falsamente– a la unidad, dinamitada por sus dueños. Y la crítica “interna” no sirve porque no hay nada “interno” que no sea del dominio público.
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