En nuestro país, un mondongo es una sopa espesa que tiene como ingrediente principal la panza de res, y es laboriosa y compleja de preparar. A mucha gente le encanta –confieso que a mí no, pero entiendo bien que un mondongo de calidad es un plato muy especial. De manera más coloquial, la palabra mondongo también se utiliza, ocasionalmente, para identificar a un enredo indescifrable. “Esto se volvió un mondongo”, se dice a veces para dar a entender que un problema se complicó tanto que ya no hay cómo encontrarle una solución. Quizá sea una acepción anticuada y por tanto en desuso, pero no importa, igual la voy a utilizar para referirme preliminarmente a los recientes “anuncios” del señor Maduro, en relación con asuntos económicos, financieros, monetarios, etcétera, que él empaquetó con la etiqueta de “programa de recuperación y prosperidad económica”, o algo más o menos así…
Venezuela está sumida en un caos económico y en una catástrofe humanitaria en medio de una bonanza petrolera. Tal hazaña tiene por agentes principales al predecesor y al sucesor. Pero en general a la hegemonía que despotiza y depreda a la nación venezolana. Eso lo sabemos todos, comenzando por los boliplutócratas que controlan el poder. Frente a esta situación, ahora Maduro y los suyos han inventado un enésimo plan económico y social, que no parece tener pies ni cabeza, que no es posible definir en cuanto a su orientación ideológica, y que se fundamenta en una metralla de mentiras, incluidas la “guerra económica” y demás excusas en las que nadie cree. Anuncia que le quitarán cinco ceros al bolívar, que habrá un nuevo cono monetario, y resulta que hace falta una batalla campal para conseguir algún dinero en efectivo que, encima, no vale nada por causa de la peor hiperinflación del mundo, históricamente hablando, sobre la que no hay información oficial, o sea que está en tinieblas, en incertidumbre dañosa.
Al mismo tiempo, declara y decreta el señor Maduro que se modificará el régimen cambiario o, mejor dicho, el régimen de ilícitos cambiarios, sin entrar en detalles. En tantas oportunidades se ha anunciado lo mismo, que ya el tema parece una caricatura de mala factura. Las distorsiones son tan brutales, que el valor de la gasolina de 26 camiones cisternas, apenas alcanza para comprar un cafecito. Y entonces nos prometen, otra vez, que ahora sí vamos hacia la revolución productiva, al fortalecimiento de las reservas internacionales, a la sustitución del modelo rentista-petrolero y otras cuestiones cuya densidad no atisban Maduro y los suyos, y por eso cuando las proclaman, todo suena a pura fanfarria.
¿Dónde están los billetes?, se preguntan los venezolanos que no tienen ni para comer. Pues están en los bolsillos o en las cuentas de los depredadores de la hegemonía roja que, por lógica elemental, no pueden ser los mismos que van a sacar a Venezuela del caos económico y de la catástrofe humanitaria en la que la han sumido. De nada valdrá que se le “asigne” a lo que queda del BCV, un “bloque” de la faja petrolífera del Orinoco. Eso es propaganda de burda índole, con la cual convencerán tanto como con la nombrada criptomoneda, el “petro”: a nadie, porque nadie tiene un átomo de confianza en esas tramoyas, a menos que intenten sacarle negociados turbios, que, sin duda, deben estar en todo el andamiaje de los referidos “anuncios” del señor Maduro. Sin excluir el “censo del transporte”, que no se puede saber qué utilidad tendrá, cuando ya hay carretillas de burros y chivos llevando a la gente en medio país.
¡Qué mondongo tan espeso! Tiene un olor a rancio que se percibe a gran distancia. Ese mondongo es venenoso, porque incluye más veneno para la economía y la sociedad. O para expresarlo como debe ser: para el caos económico y la catástrofe humanitaria.
Al respecto, lo único que podría ser considerado como una noticia auspiciosa –lo único–, es que se produjera un cambio político de fondo que superara a la hegemonía roja.
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