Estoy sentado frente a la computadora, tratando de escribir unas líneas, para poder explicar la realidad que embarga a mi país. Doy vueltas, me levanto de la silla, me vuelvo a sentar, miro al techo y sigo sin ideas. Camino, una y otra vez, dejando ya un surco en el suelo, donde mis huellas no representan el tiempo transcurrido, sino la desesperación de poder explicar una verdad que escapa de toda lógica. Luchar contra la ignorancia es peor que enfrentar los molinos de viento. ¿De qué puedo escribir? Ya todo es tan repetitivo, que si la devaluación de la moneda, que si la hiperinflación, que si la reconversión. De verdad, los venezolanos tenemos ya la paciencia acatarrada de tanta improvisación y engaño.
Siempre es el mismo guion, donde los revolucionarios se presentan como redentores de los pobres ante aquellos que por pensar distinto representan ese mal que quiere la destrucción de Venezuela y arrebatarle los beneficios que da el bolivarianismo al pueblo.
Una y otra y otra y otra vez nos esmeramos en explicar el engaño y la farsa, a través de los pocos medios de comunicación que quedan libres. Es política de este gobierno bloquear páginas web, levantar procedimientos administrativos a medios de comunicación y obligar la eliminación de programas de radio y televisión que sean incómodos al régimen.
Mientras, en el sistema nacional de medios públicos hay un sinfín de programas que día a día expresan abiertamente su ideología y, además, despotrican de todo y de todos que osen hablar mal de cualquier prócer de la revolución. En medios de comunicación privados no hay programas parecidos a La hojilla, Con el mazo dando o Zurda konducta, solo por nombrar los más conocidos. El miedo de perder la concesión, sufrir demandas por difamación o, en el peor de los casos, prisión por ejercer la libertad de expresión obligan a la autocensura. Ya la verdad que se expresa en los medios de comunicación es otra, solo la que pueda apuntalar al socialismo del siglo XXI. No hay derecho de pensar, comparar y evaluar, el venezolano solo le debe preocupar bajar la cabeza y aceptar como verdad absoluta los postulados del comandante eterno y supremo.
De vuelta sobre mis pasos, me dirijo de nuevo hacia la computadora, me siento, miro el teclado a ver si las letras me inspiran en esbozar ideas. Nada. Muchos planteamientos rondan en mi cabeza, pero me he dado cuenta de que siempre es lo mismo. Trato de explicar con palabras la falsedad, la burla, el fraude y la estafa del petro, la derogación de la Ley de ilícitos cambiarios y la subida abrupta del sueldo mínimo.
Empiezo con esa entelequia, con la creación de una criptomoneda, supuestamente para hacer frente y ganar la guerra económica, pero que en realidad nadie sabe qué es, dónde está, qué respaldo tiene y cuánto vale, su única finalidad es para conseguir préstamos que los grandes acreedores no quieren proporcionar al gobierno venezolano. Por eso, no hay que olvidar que el gobierno es socialista, y ejerce un estricto sistema de regulación de precios y control cambiario con una profunda animadversión al libre mercado. ¿Y hablan de libertades económicas?
Van abrir casas de cambio para que puedas vender dólares pero no comprar; entonces, otro embuste más. Trataron de engatusar de nuevo al país, dando a entender que empezaría una cierta apertura económica, pero el control de cambio sigue más vigente que nunca. Nadie, absolutamente nadie va a cambiar dólares a la tasa oficial, pudiendo obtener más bolívares en el mercado paralelo. En pocas palabras, más devaluación. De nuevo, les explico, economía controlada no funciona, solo favorece la corrupción.
Sigo dando vueltas en mi silla y algo me produce cierto escozor, trato de buscar las palabras adecuadas para poder explicar el último punto de esta pequeña disertación. Y naturalmente, en mi cabeza la cifra de 180 millones de bolívares fuertes o en su defecto, 1.800 bolívares soberanos, retumban en mis oídos. La pregunta que me hago es: ¿qué hizo en realidad Maduro? Con el aumento del sueldo mínimo colmó de falsas esperanzas al alicaído y pesimista trabajador, pero golpeando de forma directa al empresario, porque la finalidad era desviar la rabia hacia el patrono que se verá imposibilitado de pagar en lo inmediato el aumento. Porque para honrar estos compromisos, los propietarios de compañías, industrias o negocios se verán en la obligación de aumentar el costo de los productos y los servicios, generando a su vez más inflación. Pero –nunca falta un pero– no olvidemos que siguen los controles de precios, por ende, nadie va a producir a pérdida. Espero equivocarme, sin embargo, de nuevo el fantasma de la escasez hará su aparición, pero se le suma además el cierre de empresas y el despido de muchos trabajadores.
El gobierno dice que asumirá la nómina de las pequeñas y medianas empresas por 90 días. Pero, ¿con qué dinero pagará los sueldos? Naturalmente, con devaluación, pues es el único que genera dólares a través de la venta del petróleo y los colocará en el mercado paralelo, no en el Sistema de Divisas de Tipo de Cambio Complementario Flotante de Mercado (Dicom), junto con la emisión de dinero inorgánico. Más de lo mismo, en pocas palabras, más inflación, con el pronto regreso de los 5 ceros que serán colocados a la derecha del bolívar soberano.
Miro el techo de nuevo, trato de reflexionar sobre la realidad que nos toca vivir en esta nación y me llega una frase de Don Quijote: “Mira, Sancho, por el mismo que denantes juraste, te juro que tienes el más corto entendimiento que tiene ni tuvo escudero en el mundo”.