COLUMNISTA

Modelos para exportar

por Raúl Fuentes Raúl Fuentes

Después de más de medio siglo de desatinos y despropósitos, el régimen cubano sigue tratando de convencer a quienes quieran escuchar su disco rayado que la culpa de su fracaso no se debe a la inviabilidad de una utopía anacrónica, sino a la sañuda incomprensión imperialista con sus embargos y sus leyes Torricelli y Helms-Burton. Estas iniciativas algún efecto tuvieron, claro, pero el desastre estuvo cantado desde que Castro y su pandilla de barbudos descartaron, por liberal, burguesa y  capitalista, la democracia como sistema de gobierno, y se decantaron por el socialismo a la manera soviética y, ¡óyeme, tú!,  ni el swing & ron pudo con el autoritarismo, el burocratismo y la represión estalinista al estilo caribeño y ahí, inocultable botón de muestra,  estuvieron, ¡patria o muerte, venceremos!, los balseros, el Mariel y el país ahogándose en el mar de la felicidad: Cuba que linda es Cuba, pero Miami me gusta más.

Porque carecía la de los recursos con que cuenta Venezuela –puestos gentilmente a sus órdenes por el comandante de ojitos eternizados por el mal gusto mural–, la azucarada isla caimán tuvo en la URSS un “benefactor” que la convirtió en peón ajedrecístico de la guerra fría y evitó se repitieran episodios como el de Bahía de Cochinos. Envalentonado por el respaldo del gigante eurasiático, el Caballo quiso hacer de la revolución producto de exportación y apoyó, con hombres, armas y bagajes, aventuras guerrilleras en Latinoamérica y África, política injerencista que le condenó al aislamiento continental. Derrotado en todos los frentes, salvo quizá en Nicaragua –  porque en Chile puso un petardo de feria con una indeseada y prolongada presencia que contribuyó al derrocamiento de Allende–, cantó ¡bingo! cuando Chávez llegó al poder en Venezuela.

Para no seguir machacando con historia conocida de lecciones olvidadas, solo diremos que el redentor galáctico, al reeditar como comedia negra la trágica experiencia cubana –empresa continuada por un heredero (el lector es libre de colocar en este espacio el adjetivo que juzgue conveniente)–, es el responsable supremo de la catástrofe que hoy vivimos por intentar, con montañas de dinero providencialmente habido, mal gastado y peor repartido, exportar, constituyente y reelección indefinida incluidas, el paquete bolivariano, modelo  congénitamente corrupto, autoritario e ineficaz. Y ahora, sin Mariel y sin balseros, la historia vuelve a repetirse, no con fatalidad marxiana, sino al tanguero ritmo de “Por la vuelta” en arreglo de Billo Frómeta para un mosaico bailable en la melodiosa voz de Felipe Pirela; sí, estamos por la vuelta –el mismo amor… la misma lluvia… el mismo, el mismo loco afán–  al planeta de los simios, pues el hombre digitado para seguir adelante con la revolución bonita cedió a los gorilas las riendas de la administración pública. En bandeja de plata le entregó al Ejército nada menos que Petróleos de Venezuela, emblemática joya de la corona que no ha visto ni verá luz con el chavismo porque para gestionarla se requiere mucho más que disciplina cuartelaria. Y ni soles ni estrellas en doradas charreteras son credenciales que puedan sustentar el nombramiento del mayor general Manuel Quevedo, glorificado por Maduro como “padrino del estado Trujillo”, para ocupar simultáneamente la cartera de petróleo y la presidencia de Pdvsa. El economista y diputado José Guerra ha criticado este encumbramiento por la crasa ignorancia del nuevo capo en materia de hidrocarburos. A quien fue artífice de la represión de las protestas de 2014 se le ha encomendado barrer la casa y esconder el polvo bajo las alfombras para que feos asuntos no sigan ensombreciendo la imagen de la estatal petrolera.

De ese general no hablan bien ni sus compañeros de armas y se le tiene por medroso lleva y trae. Así opinan, entre otros, Alcalá y Rodríguez Torres, que algo sabrán del merequetengue y, por ello, suponen que no es el sujeto ideal para contener las pestilentes aguas negras que están salpicando a enchufados de las facciones oficialistas en pugna por el resto del botín. Muy a pesar de los cuestionamientos, quedan bajo control de la FANB yacimientos mineros y petrolíferos que son bienes de dominio público. ¿Y, entonces –pregunta uno sin que nadie le responda–, cómo cuadra esa impulsiva y graciosa concesión con el artículo 12 de la Constitución? Con el último enroque, además de Quevedo, otros tres militares se engancharon en el descarrilado tren ministerial: el capitán José Gregorio Vielma Mora (Comercio Exterior) y los generales Ildemaro Villarroel (Hábitat y Gran Misión Barrio Nuevo y Barrio Tricolor, GMBNBT) y Carlos Osorio (Transporte). Si quedaba alguna duda acerca de la naturaleza castrense de la dictadura, la misma ha sido despejada con estos cambios de piezas en el tablero del poder. Y, ¡no faltaba más!, con el respaldo de Vladimir Padrino que despachó un apresurado mensaje en la red del pajarito –“Desde la Fuerza Armada Nacional Bolivariana apoyamos al presidente Nicolás Maduro en la cruzada por la recuperación, producción, reorganización y lucha contra la corrupción de nuestra querida Pdvsa”–, mensaje con muchas palabras terminadas en “on” que, por rimar con avión,   de vaina no se publicó antes del anuncio hecho por el jefecillo civil, lo que impele a conjeturar que es en Fuerte Tiuna donde se cuecen las habas de la política económica.

Quién sabe cuántos tenientuchos, sargentones y milicianos se colarán en las alcaldías, como corresponde a una castrocracia –que no es gobierno de los Castro ni de los castrados, sino de soldados–  para militarizar también el poder municipal, dejando para luego y no muy tarde, en manos de la anc (en minúsculas, aunque aquí cabe, en mayúsculas, una mentada de madre) la culminación de la faena a fin de, con una Constitución prêt-à-porter, vestir de verde oliva, o camuflarlos con uniformes de campaña, los poderes Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano. Una tarea con la que Maduro se dará por satisfecho, pues así creerá haber perfeccionado el legado del santo varón barinés. Falta saber si la ciudadanía, chavistas comprendidos, se cruzará de brazo ante tal arrebatón y se seguirá calando que oficiales ineptos manejen a su antojo una economía que conspira contra su bolsillo, su salud y su bienestar. O si se resignará a madrugar con toques de diana y marchar disciplinadamente, ¡un, dos, tres!, por un mendrugo de pan. Y, aunque nada tiene que ver con lo hasta aquí escrito y no se diga que no hablamos de diálogo, finalizaremos afirmando que, sin la aquiescencia castrocrática, el encuentro quisqueyano no tiene vida.

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