COLUMNISTA

Militares y política

por Fernando Ochoa Antich Fernando Ochoa Antich

En la década de los setenta, caracterizada por el surgimiento de regímenes militares de distintas tendencias ideológicas en la América Latina como  fueron los gobiernos de Juan Velasco Alvarado en el Perú y de Augusto Pinochet en Chile, ediciones Centauro publicó un pequeño libro que tituló Militares y política, en el cual recopiló una interesante polémica entre cuatro figuras políticas de ese tiempo: José Vicente Rangel, Luis Esteban Rey, Pompeyo Márquez y Germán Lairet, sobre el mismo tema que trata este artículo.

El interés del señor Rangel sobre el tema ha sido permanente en su ya larga trayectoria política. Sus conceptos son más que conocidos, pues siempre ha mantenido que los miembros de la Fuerza Armada Nacional deben estar al servicio de un cambio político que conduzca a Venezuela al establecimiento de un Estado totalitario de ideología comunista. Esa forma de pensar lo condujo, antes, a apoyar en funciones de gobierno al corrupto régimen chavista y ahora, a respaldar, desde su función periodística, al desastroso gobierno de Nicolás Maduro.

De allí que no me haya sorprendido su interés en tocar el tema en la entrevista que le hizo al almirante Remigio Ceballos, el 23 de septiembre de este año,  en su programa televisivo. Ante su pregunta sobre la relación existente entre la política y el militar, el almirante Ceballos criticó con severidad el neoliberalismo, mostrándose partidario del pensamiento  del filósofo y político italiano Antonio Gramsci, pero sin señalar ninguna de las ideas de este pensador y mucho menos el escándalo que significó, en su tiempo, mantener la tesis de reemplazar la dictadura del proletariado. De inmediato se refirió, parcialmente, al contenido del artículo 328 constitucional, resaltando sus valores de disciplina, obediencia y subordinación y concluir que ellos permiten la suficiente cohesión interna en nuestra institución para apoyar a su comandante en jefe Nicolás Maduro, omitiendo, de manera interesada, lo referido a que “la Fuerza Armada, en el cumplimiento de sus funciones, está al servicio de la nación y en ningún caso de persona o parcialidad política”. En verdad, un razonamiento realmente contradictorio.

El almirante Ceballos establece, un poco a la ligera, que los objetivos de la Fuerza Armada Nacional son: “Su participación activa en el desarrollo nacional y su contacto directo con el pueblo mediante la unidad cívico militar”, intentando ocultar la verdadera razón de ser  de la Institución Armada, señalada claramente  en la Constitución de 1999, es decir: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la nación  y asegurar la integridad del espacio geográfico mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno, y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y la ley”. Lo que realmente sucede es que el régimen ha utilizado aviesamente lo referido a una función accesoria, tan vaga  como “la participación activa en el desarrollo nacional” para utilizar a la Institución Armada como un actor más en el quehacer político partidista del gobierno, dejando en un segundo plano la razón existencial de la Fuerza Armada: “Asegurar la integridad del espacio geográfico mediante la defensa militar”.

La relación entre la política y el militar profesional se establece, según el sistema político imperante, en un Estado y sociedad determinada. Si el sistema político es totalitario, sea marxista o fascista, el Estado es un fin en sí mismo, maximiza su presencia, se limita ampliamente la libertad individual y se busca controlar totalmente el funcionamiento de la sociedad. Casi siempre son dirigidos por un partido político que pretende transformarse en un partido único, en el cual se funden todas las instituciones del Estado, incluyendo a las Fuerzas Armadas, cuyos integrantes forman parte de ese partido único. Si el sistema político es autoritario, las dictaduras militares de la América Latina son un buen ejemplo, se limita ampliamente la actividad política y de opinión, pero se permite un amplio margen de libertad en todos los demás aspectos del funcionamiento de la sociedad. Normalmente las fuerzas armadas son la base del poder, pero sus integrantes mayoritariamente mantienen el apolitismo y un marcado profesionalismo.  

Si el sistema político es democrático, el poder del Estado debe surgir de una consulta popular realizada a través de elecciones libres, universales y secretas y se caracteriza por el permanente respeto de los derechos humanos, políticos y sociales del ciudadano. Sus valores fundamentales son: la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, el respeto de los derechos humanos, la ética, el pluralismo político, la alternancia republicana, la garantía política de las minorías, los mandatos revocables… Su funcionamiento exige la independencia y el equilibrio de los poderes públicos, el respeto al pluralismo político y la subordinación de los militares a la Constitución y al poder civil. Es necesario entender el significado que tiene el apoliticismo militar en un régimen pluralista. Es inevitable que cualquier militar pueda sentir simpatía por una ideología determinada. La cuestión está en que no puede expresarla públicamente porque estaría comprometiendo la debida imparcialidad política de la Institución Armada, el pluralismo político y la alternancia republicana.

El mayor problema que enfrenta, en este momento, nuestra institución es su indebida utilización en funciones distintas a las señaladas en la Constitución Nacional ocasionándole un irreparable daño a la organización, el cual se traduce en el gran desprestigio institucional que ha marcado a la Fuerza Armada Nacional en estos dieciocho años de desgobiernos chavista y madurista. Teóricamente los gobiernos son transitorios, ya que en un régimen político pluralista y alternativo, como lo establece la Constitución Nacional en Venezuela, deben ocurrir cambios de gobierno periódicos sin que las fuerzas armadas tengan que responder del éxito o fracaso de una gestión en particular. Nuestra Fuerza Armada alienada por la política partidista, en medio de una polémica permanente y enfrentada a una sociedad amante de la libertad y la democracia, carecerá del prestigio y credibilidad requeridos y estará siempre limitada para poder cumplir sus funciones militares eficaz y eficientemente. Ojalá mis compañeros de armas reflexionen sobre las actuales circunstancias nacionales a la luz de los inmensos riesgos que, en los próximos tiempos, tendrá que enfrentar Venezuela y su Fuerza Armada. 

fochoaantich@gmail.com.