Hace cinco años, Albania enfrentaba una situación verdaderamente inquietante. Dado que Grecia e Italia sufrían los efectos de la crisis del euro, las remesas y las entradas de capital estaban en descenso, y la economía albanesa pasaba por una fuerte desaceleración. Su déficit fiscal había llegado a elevarse a más de 7% del PIB, financiado en gran parte por pagos atrasados, ya que había colapsado el acceso a mercados financieros externos y los intereses domésticos estaban por las nubes.
Además, la empresa de distribución de energía eléctrica se encontraba en una crisis tanto operacional como financiera, incapaz de pagar la electricidad que supuestamente debía comprarles a las compañías generadoras de energía. Los atrasos en los pagos del gobierno y de la empresa eléctrica impulsaban un incremento de los préstamos en mora en la banca. Es decir, se daban todos los componentes de una catástrofe.
Adelantemos al presente: la economía crece a un robusto ritmo de 4,2%, impulsada por un aumento de dos dígitos en las exportaciones agrícolas, mineras, manufactureras, energéticas, y en los sectores del turismo y los servicios empresariales. En un momento en que economías de mercados emergentes tan diversas como Argentina, Turquía, Nigeria y Suráfrica enfrentan una profunda devaluación de sus monedas y un aumento de las tasas de interés, en Albania la moneda se fortalece y las tasas de interés son las más bajas de su historia. Hoy, el riesgo soberano es el más bajo entre los países de su misma calificación crediticia, lo que indica que los mercados piensan que las agencias calificadoras se han quedado dormidas. Considerada en un momento como la Corea del Norte de Europa bajo el dictador comunista Enver Hoxha, el ingreso per cápita hoy en Albania es 25% del de Alemania y, si logra mantener su tasa de crecimiento actual, lo igualará dentro de 32 años.
En una época en que se culpa a los economistas de todo tipo de resultados decepcionantes, y se acusa a instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial de no aconsejar a los países de manera adecuada, es refrescante descubrir que, al fin y al cabo, es posible que ellos no sean del todo inútiles.
¿Cuál fue el secreto del vuelco de Albania?
En primer lugar, al contrario de muchos países que dilatan la acción hasta que es demasiado tarde, el primer ministro Edi Rama acudió al FMI apenas asumió el poder en septiembre de 2013. Su gobierno entonces negoció un programa de tres años que permitía que Albania obtuviera apoyo financiero mientras ponía en orden su situación fiscal. Este programa terminó con éxito hace casi dos años, y la proporción deuda-PIB mantiene una tendencia a la baja. Este año, declinará a 2,5% del PIB, mientras el país expande de manera significativa su presupuesto de inversiones públicas.
Para poder crecer en medio de una consolidación fiscal, se precisa otro factor que impulse la economía, típicamente, las exportaciones. Y en Albania –donde he estado a la cabeza de una investigación que desde 2013 realiza el Harvard Center for International Development– las exportaciones están aumentando no a causa de la buena suerte, sino gracias a un incansable esfuerzo por remover los cuellos de botella y aprovechar las oportunidades.
En este proceso, Albania evitó la tentación de enfocarse en los indicadores generales de Doing Business, los cuales suponen que seguir de manera aleatoria las mejores prácticas internacionales puede resultar de provecho. En su lugar, para priorizar sus políticas las autoridades siguieron un enfoque diagnosticador. Bajo la guía de Matt Andrews, del Harvard Kennedy School, los responsables de formular políticas emplearon una estrategia de implementación que se basa en un proceso iterativo centrado en la solución de problemas, el cual comienza por definir un problema, identificar sus causas y crear formas de resolverlo.
Esto condujo a muchas ideas que resultaron ser decisivas. En agricultura, el desarrollo del modelo agregador ayudó a los pequeños agricultores a conectarse con tecnologías mejores y mercados más lucrativos, lo cual se tradujo en un auge de las exportaciones de vegetales. En el sector energético, el gobierno adoptó una estrategia inusual para modificar la conducta de la población con respecto al hurto y al no pago de la electricidad, la cual en 2015 resultó en un giro de casi 2% del PIB en la liquidez de la empresa distribuidora.
De modo similar, en el sector manufacturero y en el turismo, grupos consultivos identificaron ámbitos que podían mejorar. Albania ha invertido en la recuperación de sus ciudades históricas, y en la actualidad está invirtiendo en 100 aldeas con un fuerte potencial en agroturismo, que resultan estar ubicadas en zonas que son pobres y prístinas a la vez. Así, no es sorprendente que el turismo esté creciendo a tasas de dos dígitos.
Todavía más, el país está utilizando a sus embajadores en una estrategia concertada para promover la inversión extranjera mediante un acercamiento directo a las empresas. Y los encargados de formular políticas están buscando, con excelentes resultados, la cooperación de la diáspora de Albania, la que ha resultado ser una importante fuente de talento, inversiones, oportunidades de mercado e ideas comerciales.
Las innovaciones no se han reducido meramente al escala nacional. Erion Veliaj, el alcalde de Tirana, ha triplicado los ingresos municipales desde que asumió en 2015, y los ha empleado de maneras que han convertido la ciudad en una de las más agradables de la región. La capital de Albania ha recibido premios europeos por desarrollar espacios urbanos de alta calidad y por resolver problemas ambientales y de movilidad de formas innovadoras.
Las lecciones para otros países son claras. El éxito, a la hora de enfrentar obstáculos, se produce cuando los gobiernos son conscientes de sus dificultades y de sus debilidades, son capaces de articular objetivos y hacerlos propios, y buscan incansablemente los modos de lograr sus aspiraciones. En este proceso, los países no están solos. El sistema de asistencia financiera internacional liderado por el IMF y las instituciones de financiamiento para el desarrollo, puede ser de gran ayuda. Sin embargo, son los países los que tienen que descubrir cuándo acudir a dichas instituciones y cuál es la mejor manera de utilizarlas. Ellas pueden mejorar la capacidad de un gobierno, pero no pueden reemplazar su liderazgo y compromiso.
La lección para la Unión Europea también es clara: al considerar países candidatos como Albania y el resto de los Balcanes Occidentales, es importante examinar no solo lo que ellos son o han sido, sino también el afán con el que actúan a fin de convertirse en lo que aspiran a ser.
Durante gran parte de su historia, Albania pareció ser un país sin esperanzas. Sin embargo, la desesperanza no es independiente de la acción. Hoy día, el vuelco de Albania constituye una fuente de esperanza para los demás.
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