En la política como en los deportes, no gana el que juega más bonito, sino el que logre votos. Tampoco pasa lo que se quiere, sino lo que tiene que pasar. No es una ciencia exacta, aunque es arte y técnica. Obedece para los exitosos a las leyes de la lógica del pensamiento, conocimiento humano y sociología. No basta tener la razón, y no siempre dos más dos es cuatro.
Cuando comienza el principio del fin, empieza el ascenso imparable de las tergiversaciones, mentiras y bulos oficialistas, intentando crear una barrera propagandística contra centenares de denuncias por mala gestión, negligencia y oportunismo político, resultando en sufrimiento y muerte. Es importante resaltar que las demandas no son hechas por partidos políticos, sino por impulso de la sociedad civil.
En las viejas películas del Oeste acusar a un hombre de mentir era ofensa suficiente para ir a un duelo de mirada fija y dedos nerviosos, que tan populares se hicieron en el cine y la televisión. Decir siempre la verdad era orgullo de los personajes interpretados por John Wayne, conocido como The Duke, símbolo de lo rudo masculino e inconfundible timbre de voz, forma de caminar y presencia física. Audie Murphy, soldado estadounidense más condecorado de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en actor y protagonizó innumerables cintas cinematográficas. El siempre atormentado Richard Widmark y el impertérrito Alan Ladd, entre otros.
Fue a principios, mediados del siglo XX, y no es jactancia de los políticos de los últimos años que, al menos en Venezuela, han venido mezclando mentiras con promesas incumplidas gracias a una población, voceros y partidos acostumbrados a esperar. Hombres y mujeres admirables que impusieron la democracia con sacrificio, conocimiento, riesgo personal y perseverancia. Insistieron año tras año, campaña tras campaña, en que Venezuela era desde siempre un país rico en fertilidad de sus tierras y capacidad para mantener montaraz el ganado sin mayores cuidados, en aguas intensas y extensas de Guayana, oro, minerales, después petróleo, y que el obligado a resolver las necesidades de todos era el Estado, no el esfuerzo personal.
Militares y civiles coincidieron en un Estado constructor, proveedor, una sociedad obediente a las normas de ese Estado dueño y responsable de la riqueza natural para recabarla y transformarla en patrimonio justicieramente distribuido para todos; a cada cual su parte según sus necesidades, con un problema, la ambición desmedida de los repartidores. Asunto diferente es un apartamento del Banco Obrero o Misión Vivienda y otra, una quinta de urbanización exquisita.
Dedicados a fortalecer la democracia tras un siglo de montoneras, porque guerra civil hubo en Estados Unidos y España-, las nuestras fueron encontronazos entre caudillos de ocasión-, 35 años de tiranía por un jefe inapelable con criterio de hacendado, el siglo XX nos alcanzó con dólares en el bolsillo y montones de petróleo que, durante 40 años, seguimos siendo acostumbrados a exigir que el Estado, encargado del dinero, construyera facilidades para los pobres.
Pero habituales a ser poder, los venezolanos de primera fueron envejeciendo y muriendo, sin crear relevos auténticos, hasta que el escenario quedó vacío de talento, principios y buenas costumbres, cuando apareció la mediocridad pomposa de un mozo y su cuadrilla de militares, que volvieron con la pendejada de país rico y Estado constructor.
Hasta que terminó, y desde el fondo del pozo, saboreando caldos de capitales robados, hablan, que estamos en mejoría. En esa tontería andamos, falla la tecnología, salud, seguridad, servicios públicos, pero se construyen edificios para hacer creer que hay inversión.
No se piensa que las calles están vacías y que algo de trabajo hay, porque más de seis millones de venezolanos han huido desesperados de esta ignominia. De ellos sólo quedan una tiranía abusadora, arbitraria, más de 200 presos políticos, ilegalidades e interés organizado del castro-madurismo de seguir en el poder. Allí hay mentiras, pero millonarias.
Cuando el ojo público reclame a la política, esa que depreda, y no cuida el recurso ciudadano ni rinde cuenta. La verdad se impondrá sobre la mentira, y en esa oportunidad, no se permitirá que el embuste quede.
Abraham Lincoln, proporcionó una frase que en estos tiempos resulta relevante: “Podrás engañar a todo el mundo algún tiempo; podrás engañar a algunos todo el tiempo; pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Hay quienes insisten en tergiversar la información con el propósito de desviar el verdadero significado de las cosas y llevar, así, agua para su molino.
Es imprescindible rescatar la ética, moralidad y valores, buenas costumbres ciudadanas para salir de la genuflexión y sacar de su guarida a mequetrefes enquistados de la dupla cancerígena. Hay que recuperar el sentido de pertenencia y arraigo. Derrotar a los grupos que dan falsas y simuladas señales de lucha para continuar el jolgorio de ladronía y la parranda de guisos cómplices. ¡Hasta cuándo aceptaremos tanto deshonor!
@ArmandoMartini