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El miedo no es como antes

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Se cumplen hoy 200 años de la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo, novela en la que Mary Shelley, su autora, imagina un horrendo y desproporcionado ser –¿humano?, tal vez demasiado–, armado cual rompecabezas anatómico y vivificado con auxilio de la electricidad por el médico que da nombre al relato, el doctor Víctor Frankenstein, y que ha inspirado más de un millar de adaptaciones para el teatro, el cine, la televisión y el cómic, además de los consabidos disfraces para mascaradas de carnaval y Halloween. El terror fabulado por la escritora inglesa –dicen que en respuesta a un desafío de Lord Byron– no es nada comparado con el concitado, un siglo más tarde, por la aparición en Fort Riley, Kansas, del primer caso de gripe española, mal que afectó por igual a niños, jóvenes, adultos y ancianos y, se calcula, ocasionó la muerte a unos 100 millones de personas, equivalente a 5% de la población mundial. La casualidad ha querido que el terror de ficción y el real sean recordados hoy, 11 de marzo, y que, por esa y otras razones, no despacharemos como a un domingo cualquiera.

Aniversarios al margen, el de hoy será un día singular para colombianos y cubanos. En el país vecino, se votará para elegir un nuevo Congreso y, tanto o más importante, decidir, en excepcional consulta interpartidista, quiénes se disputarán, desde la derecha y la izquierda, valga la maniquea reducción, la Presidencia de la República en los comicios del 27 de mayo. Tampoco será una jornada ordinaria, o no debería serlo, en la mayor de la Antillas. En ese campo de castro-concentración, los reclusos podrán escoger, en elecciones decorativas, a quienes les representarán –aquí cabría la seña del mudo– en la Asamblea Nacional y las asambleas provinciales del poder popular (APPP), a partir de una lista elaborada por el Partido Comunista, «vanguardia organizada de la nación cubana –eso reza el artículo 5 de la Constitución revolucionaria–, y fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo», ¡báilame ese trompo en la uña! Sabemos cómo se toman las decisiones en los partidos leninistas (o estalinistas) que practican el «centralismo democrático: el Congreso, órgano estatutariamente supremo, las delega en el comité central, instancia que las encomienda al buró político, y este le pasa la pelota al secretario general, casi siempre primer ministro o presidente de carácter vitalicio. Se ensayan, pues, en el país que estamos invadiendo por hambre y en el que nos tutela para que la pasemos, dos modos de consultar al soberano. Uno democrático y participativo y otro condicionado y ornamental. A objeto de mostrar su entusiasta adhesión al segundo, se dieron cita en Caracas los comediantes de un circo interamericano identificado con un acrónimo madrugador: ALBA. De nuestra capital, ninguno de ellos se llevó un souvenir: no encontraron dónde ni qué comprar.

«Los negocios de Caracas bajan las rejas» tituló El País de España una reseña publicada el pasado martes 5 de marzo. La misma informa que, de los 80.000 establecimientos comerciales que funcionaban hace 15 años en esta ciudad, sobrevive a duras penas algo menos de la mitad; y acierta el periódico al afirmar que la crisis económica de Venezuela «tiene su expresión en las hileras de locales cerrados de la capital»; sin embargo, a quienes, a este maltratado valle, que alguna vez fue sucursal del cielo y ahora es filial del infierno, acudieron a la XV reunión de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) –de las redundancias no tengo culpa–, no les afectó una situación que es extensiva a todas las conglomerados urbanos del país. No se dio por enterado el camarada Ortega de la ausencia de figones, bodegas, kioscos, chiringuitos, botiquines, tenderetes y ventorrillos que la inseguridad, la escasez, la falta de efectivo y la hiperinflación desterraron del paisaje citadino; no se sorprendieron ante la fantasmal desolación capitalina ni Evo ni Raúl ni ninguno de los caporales y recaderos de la docena de países partícipes de ese foro parasitario que, a falta de mejores causas y sin olla qué raspar, se abocó a ponderar el fraude en progreso y a la evocación, ¿triste?, ¡hipócrita!, del comandante patria o muerte. A medida que las arcas se vacían, disminuye el entusiasmo de los pedigüeños, pero el señor Maduro cree que ese encuentro, enmarcado en el programa de festejos mágico-religiosos en memoria de quien lo puso donde hubo y lo despilfarró, prestigia su decorativa y pintoresca campaña presidencial, y presionará con suficiente fuerza de persuasión para que no le hagan el fo en la VIII Cumbre de Las Américas, a la que sigue empeñado en presentarse perdiendo la compostura. Eso no sucederá: el tema, “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, lo excluye por definición; y, no obstante, patalea: «Llueva, truene o relampaguee, por aire, tierra o mar llegaré con la verdad de la patria de Bolívar», ¡sácamelo con Simón!; por tanta lisura, la jodienda limeña terminará apodándole “La flor de la canela”.

Dos siglos después de su aparición, la colcha de retazos orgánicos del Dr. Frankenstein no infunde temor. No en nuestro país, donde el miedo reina en virtud de la impunidad que licencia para matar a colectivos y pandilleros. Y, ¡cómo no!, a policías y guardias nacionales que disparan primero sin molestarse en averiguar después. El miedo es, ¡sí señor!, emoción perversamente gestionada por el gobierno para sojuzgar al ciudadano que sobrevive presa de sustos las 24 horas del día. Y, si nos ponemos a ver, el pánico que podría cundir a consecuencia del brote de una pandemia similar a la que diezmó al planeta en 1918, no es mayor que el provocado por el hambre, la falta de medicinas o el chuzo que te puede sorprender a la vuelta de la esquina. Los militares al mando y sus testaferros políticos saben que el miedo paraliza y por eso actúan de la manera que lo hacen. La amplitud, unidad y aires de renovación que florecen en el frente Venezuela Libre, deben igualmente dar frutos a fin de vencer el miedo. Es hora de cambiar para que el futuro no pase de largo sin que nos demos cuenta. Y ¡no!, hoy no es un domingo del montón: se inaugura, en Margarita, la IV Feria Internacional del Libro del Caribe, Filcar. Para leer, no hay miedo que valga.

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