COLUMNISTA

La Mesa necesaria

por Fernando Rodríguez Fernando Rodríguez

Atacar a la Mesa de la Unidad es una suerte de obsesión muy patológica de algunos sujetos. Sobre todo radicales, que golpean muy duro el teclado de su computadora. Todos lo que sentencian masivamente a la MUD lo hacen de muy torpe manera y ello suele terminar en mayor gloria para los déspotas. Como es sabido, las críticas se afincan en las que podríamos llamar iniciativas pacíficas: diálogos, por supuesto; ahora el mismo voto, ahora y en general, trampeado crecientemente por las chicas del CNE; manifestaciones pacíficas; gestiones internacionales; decisiones simbólicas de la Asamblea, ¿cómo podrían ser de otra manera? De donde se colige –pero nadie, o casi, osa decirlo– que solo las acciones bélicas tienen algún sentido. Cualquiera, desde los marines de Trump a la toma de nuestro Palacio de Invierno tropical, pasando por los golpes a lo Pérez Jiménez o a lo Chávez Frías. Un detalle muy curioso y significativo, cuando la Mesa tuvo que enfrentarse al muro de Jorge Rodríguez y a los efectivos del feroz generalato zamorano, y dieron tantas demostraciones de valor muchos de sus líderes, los tuiteros y columnistas guerreros no se vieron ni se oyeron. Esperaron la derrota y el cambio de rumbo para armar juicio inquisitorial. Zamuros.

Ahora bien, es cierto que a la Unidad le explotó un extraño niple entre las manos con las elecciones de gobernadores. Pasó algo hasta ahora no exhaustivamente explicado, fraude, por supuesto, pero también gruesas imprevisiones y errores de este lado del río, que no estaría mal que los termináramos de poner en claro. De paso, entre ellos, el papel del abstencionismo inducido. Lo cierto es que uno de sus efectos fue, si no romper, por el momento, sí crear visibles y amargas fisuras en esa unidad que tantas tentaciones y amenazas había soportado. A lo cual siguió este rompecabezas no menos irrealizable, a lo mejor se mezclaron varios, que parecen ser las elecciones municipales donde se mercadea todo tipo de productos, desde el abstencionismo hasta el oportunismo y en el medio una masa de fieles del voto que no dejan de tener sus razones, el amor al vecindario o el rechazo a ceder un centímetro al tirano. Tanto es el enredo que se ha preferido pasar la página antes de leerla y pasar al próximo capítulo, más trascendental, el encuentro en Santo Domingo, con el acompañamiento muy coral de la comunidad internacional, variante muy importante con respecto a experiencias pasadas, cuyo carácter fallido ha sido la medida de los agoreros para darlo de entrada por perdido. Con un muy bien delineado petitorio, que comienza con las condiciones de decencia y transparencia de la definitiva elección presidencial del próximo año y otros reclamos imprescindibles. Y, además, con el telón de fondo de la quiebra del país ya inocultable.

Así les pese a quienes no pueden tolerar que la hegemonía opositora siga, porque sigue, maltrecha y todo, en la MUD hay que decir que no apoyarla en estos momentos es altamente irresponsable. Sería quedarnos en la tristeza de cuatro gobernaciones y pocas decenas de alcaldes, dándonos de bofetones entre nosotros por ver quién gana las primarias. No hay la menor duda de que el país tiene que estar a la altura de un apoyo internacional pocas veces visto en el planeta, y tratar de ganar espacios que no pudimos asir en el pasado. Una oposición en peleas aldeanas maltrataría sin dudas ese apoyo. Y daría al gobierno aliento para practicar sus vilezas con mayor comodidad, sobre todo después de sus “triunfos” electorales. Estamos en una inédita y decisoria coyuntura. Lo menos que se puede hacer es aguantar la respiración y dejar para más tarde las piñatas electorales y las pujas del liderazgo.

El que escribe no va a votar. Pero me parecería perfectamente menor ponerse a discutir entre principios heterogéneos y meter más ruido del necesario. Mucho menos debemos atender a los gritos desafinados de los que se han convencido, al parecer, de que el chavismo es para mucho tiempo y no hay que creer en nada que no sea la propia disonancia. Ese nihilismo político es profundamente desmovilizador e inmoral. Estamos jugando con apuestas muy altas.